Dir: Sandra Wiese | 104 min. | Perú
Intérpretes:
Andrea Montenegro
Juan Pablo Gamboa
Cécica Bernasconi
Paul Martín
Sonia Oquendo
Película que marca el debut de la directora peruana Sandra Wiese (como casi todas las cintas que se han estrenado últimamente es parte de una nueva generación de realizadores). Cuando el cielo es azul es un nuevo intento en nuestro cine por salir de la impronta de los géneros (tan al uso en este medio casi siempre tratado como única alternativa), pero lástima que en este afán resulte decididamente fallida.
Digamos en primer lugar que esta película tiene a su favor un acabado técnico decente gracias principalmente al grupo de profesionales involucrados, en especial a Juan Durán en la fotografía. Pero eso es lo más que podemos decir. A pesar de tener una premisa efectiva (en este caso una historia de deseo y pasión lleno de sugerencias incluso sobrenaturales) todo es desarrollado de manera mas bien plana.
La curadora que encarna Andrea Montenegro se encuentra obsesionada con una pintura de la que su intuición le dice será la pieza clave de una muestra que prepara y de la que se siente extrañamente atraída. Hasta aquí una premisa suficientemente atractiva, que dará pié a una fantasía misteriosa y envolvente, pero desde el saque la directora se encarga de trasladar la idea a las imágenes mas sosas y poco inspiradas que hayamos visto con historias similares. Salvo la irrupción mas bien tenue de la música incidental que nos transmite algo como preámbulo de la insólita travesía existencial que supuestamente vamos a presenciar.
Y es así que la heroína emprende un viaje cuasi esotérico al Cusco que recuerda mucho al de Christian Meier en Un marciano llamado deseo (el mismo Antonio Fortunic figura aquí como guionista). En este viaje se verá atrapada por el exotismo mas turistiable posible (si es que cabe la palabra) con romance surrealista de por medio. No es de extrañar entonces que la película divague desde aquí entre el melodrama de apariencia casi televisiva (pero mucho más lánguida) y las referencias esotéricas como el chamanismo, la reencarnación y demás, con imágenes de Machu Picchu incluidas. Pero eso aun funcionaría si no fuera por ese desarrollo lento y redundante que por momentos intenta darle ínfulas autorales a la película. Aun así siempre es válido un primer intento y por eso esperemos que la directora Wiese se mantenga en continuidad que es lo más importante para los cineastas noveles en el Perú.
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