American Splendor
Dir. Shari Springer Berman y Robert Pulcini | 101 min. | EE.UU.
Intérpretes:
Paul Giamatti (Harvey Pekar)
Hope Davis (Joyce Brabner)
Madylin Sweeten (Danielle Batone)
Harvey Pekar (Harvey real)
Joyce Brabner (Joyce real)
James Urbaniak (Robert Crumb)
Judah Friedlander (Toby Radloff)
Robert Pulcini (Bob)
Estreno en Perú: 22 de julio de 2004
Fascinante viaje por la existencia de Harvey Pekar, creador del cómic de culto American Splendor. Su desarraigo, su desorden, su abandono, sus descuidos, su suciedad, su voz chillona; pero también, su fascinación de coleccionista de cómics y de jazz. Y junto a él, una serie de personajes que por momentos semejan insectos que torpemente tratan de adaptarse a la ciudad y sus rutinas.
Basado en los cómics American Splendor, de Harvey Pekar y Our Cancer Year, de Joyce Brabner.
No hay mayor disfrute que descubrir nuevas formas de contar una historia. Sobre todo cuando se expone con un derroche de realismo tal que sólo al final y luego de pensarlo mucho, creemos haber visto… un documental.
Esplendor Americano es un relato tan realista como lo puede ser el testimonio personal del autor de unas historietas que, a su vez, son… realistas. Realismo que pinta la vida marginal y mediocre de unos estadounidenses mas bien pastrulos (que raramente vemos en las películas de Hollywood), a través de unos personajes realmente… de película.
Las manías e idiosincrasias de los oficinistas del archivo de un hospital público de Cleveland podrían ayudar a construir personajes de novela, pero su vida es tan rutinaria que sólo llegan a la caricatura. En manos del autor de estas historias y, a la vez, protagonista de este filme, los seres que lo rodean van hilvanando una descripción sociocultural de la marginalidad humana en yanquilandia; dicho en cristiano: el sustrato de unas vidas nerds. (Y, al menos en un caso, militantemente nerd.)
En el contexto de una urbe industrial, nuestro héroe —Harvey Pekar— y su novia Joyce, resultan personajes contestatarios. Su crítica y rebelión contra el sistema se manifiesta en ser unos losers que, transitoriamente (y por mero afán económico) terminan vendiendo(se) a David Letterman. Pero esto es sólo una anécdota de las muchas que se relatan en la película, compuesta de pedazos de una rebeldía troglodita, cínica, amarga e irónica a la vez. Rebeldes amantes de la comida chatarra y capaces de recorrer 400 kilómetros para disfrutar de una película tan revolucionaria como La venganza de los nerds.
¡Qué material para un cómic!
Y, en este caso, esa es la manera novedosa de contar una historia. Ya antes —en Hulk o, muchos años atrás, en Creepshow— el formato del cómic había sido introducido no sólo para separar relatos o secuencias independientes, sino también para estructurar partes de un filme. En Esplendor americano, en cambio, la película completa está invadida por el cómic y, como hemos dicho más arriba, por el propio autor de la historieta.
Harvey Pekar cuenta su vida en esta película. Describe al actor que lo representa mientras este va tomando forma a través de su actuación. Harvey (y su esposa y amigos) entra(n) y sale(n) del filme e interactúa(n) con los actores, sin dejar por ello de narrar la historia. O, mejor dicho, su historia. Y su historia es, a la vez, el relato de cómo surgió su historieta —llamada justamente Esplendor americano— que trata… de sus propias vidas.
Los relatos, personajes y situaciones son tomados de quienes lo rodean y de observaciones que nuestro héroe hace en la oficina, en el supermercado y en su propia vida. Por ello no nos sorprende que desde el comienzo veamos a narrador y actores en formatos de cómic; y que luego, los propios dibujos tomen vida e interactúen con los personajes que les dieron vida y los actores que los ponen en acción para nosotros, los espectadores.
Otra vez, entonces, aparece nuestra vieja y difícil amiga: la vida retratada tal cual es. Pero en esta oportunidad tanto la película como la historieta, así como la forma en que se entrelazan, son parte de esa vida. ¿Y quien podría negar que las cosas no son así, dado los componentes testimoniales, humanos, gráficos y audiovisuales del filme?
Al comienzo, la película es un poco desconcertante dado lo prosaico de la vida de Harvey Pekar. Su desarraigo, su desorden, su abandono, sus descuidos, su suciedad, su voz chillona; pero también, su fascinación de coleccionista de cómics y de jazz. Y con ello, de paso, se soluciona también el problema de la banda sonora del filme. La música hace más llevadera y menos extraña la vida de estos personajes que por momentos semejan insectos que torpemente tratan de adaptarse a la ciudad y sus rutinas. Una música especialmente laxa y agradable, como para suavizar las aristas de una vida dura, que se relaja y decanta en la abulia.
Del desconcierto pasamos a la perplejidad, ya que el filme —como la vida de nuestro héroe— va a la deriva, para levantar vuelo recién con el descubrimiento de sus dotes artísticas en el campo de la historieta. Entonces la película cobra fuerza y avanza a través de las diversas peripecias en las que ya no podemos abundar en esta nota. Baste decir que es un filme original, coherente en su estética hiperrealista, simple y complejo a la vez, y cuyo objetivo es, finalmente… pasar el sombrero (es decir, proveer de fondos a esta pareja de artistas marginales).
Juan José Beteta
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