El 18 de junio de 1985 se estrenó en once salas de la capital La ciudad y los perros, una de las cintas más vistas y recordadas de la cinematografía nacional. La repercusión que generó hace más de veinte años no solo se debe a la correcta adaptación que Pancho Lombardi hizo, gracias al guión de José Watanabe, de la novela homónima de Mario Vargas Llosa. En aquella época las condiciones para producir y, principalmente, exhibir una película peruana eran más favorables que las de ahora. Existía una ley que, en cierto modo, permitió a un puñado de cineastas trabajar de manera continua (Lombardi fue una muestra de ello). Además el cine peruano se había ganado a pulso un público cautivo y convocaba un gran número de espectadores (lo mismo ocurrió aquel año con Gregorio, ópera prima del grupo Chaski).
La película condensa en sus 144 minutos de metraje lo esencial de un material literario tan vasto como complejo. Evita abordar el rico perfil social y psicológico que la novela ofrece sobre un grupo de cadetes del colegio militar Leoncio Prado, y en su lugar privilegia la perspectiva de uno de ellos (El poeta) como narrador de la historia. Del mismo modo, concentra casi exclusivamente las acciones fílmicas en el espacio de la escuela -recinto opresivo y represor donde impera la ley del más fuerte- dejando a un lado el rol que jugaba la ciudad de Lima dentro de la novela. A este tratamiento se suma el estilo característico de su director: una narración lineal y clásica, una puesta en escena contenida y austera.
La ciudad y los perros es fiel al universo temático de Lombardi cuyos trabajos proyectan una mirada escéptica y pesimista de la sociedad peruana. En ellos, el contexto social repercute de manera inexorable en la vida de los personajes; las instituciones (especialmente las instituciones militares) son focos de degradación, humillación y muerte; y la huida se presenta como única salida ante esta situación.
A los méritos de la película, se suma la presencia de un puñado de jóvenes actores que más adelante destacarían en sus respectivas carreras, como Eduardo Adrianzén, Aristóteles Picho, Miguel Iza, Gustavo Bueno, y especialmente el intenso Juan Manuel Ochoa cuya interpretación de El jaguar prácticamente lo ha marcado de por vida. Y no hay que olvidar la frase de antología del teniente Gamboa (“Que me mira cadete…”) inspirada en una anécdota del actor Ramón García cuando estudió en las aulas del Leoncio Prado, y que no figura en línea alguna de la novela.
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Dir. Francisco J. Lombardi | 144 min. | Perú
Producción Inca Films S.A.
Guión y adaptación: José Watanabe, basado en la novela homónima de Mario Vargas Llosa.
Intérpretes: Pablo Serra (El Poeta), Gustavo Bueno (Teniente Gamboa), Luis Álvarez (El coronel), Juan Manuel Ochoa (El Jaguar), Eduardo Adrianzén (El Esclavo), Liliana Navarro (Teresa), Miguel Iza (Arróspide), Alberto Isola, Jorge Rodríguez Paz (El General), Ramón García, Lourdes Mindreau (Pies dorados), Aristóteles Picho (El Boa), Toño Vega (El Rulos), Isabel Duval, Ricardo Mejía, David Meléndez, Jean Cotos, Pablo Briche, Guillermo Injoque, Humberto Cavero, J. Raúl Galarreta.
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