Brokeback Mountain
Dir. Ang Lee | 134 min. | EE.UU.
Guión: Annie Proulx, basado en su relato corto.
Música: Gustavo Santaolalla
Dirección de fotografía: Rodrigo Prieto
Intérpretes:
Heath Ledger (Ennis Del Mar), Jake Gyllenhaal (Jack Twist), Randy Quaid (Joe Aguirre), Anne Hathaway (Lureen Newsome), Michelle Williams (Alma), Valerie Planche (Mesera), Anna Faris (LaShawn Malone), Graham Beckel (L.B. Newsome).
Estreno en Perú: 16 de febrero del 2006
El taiwanés Ang Lee regresa al terreno que más le acomoda: las historias personales que como en esta película no se encuentran reñidas con las resonancias épicas. Esta historia sobre dos jóvenes prospectos de cowboys se desenvuelve como una de pasiones contrariadas (muy a su estilo) pero también como representación del fin de una época y un estilo como lo fue el western. Arriesgado proyecto el que se plantea el director pero del cual sale muy bien parado.
Imaginarse una historia de amor entre dos vaqueros es acaso anécdota más propicia para algún chiste de esos que se complacen en jugar con los contrastes. El mundo recio y la brutal labor de vencer a la naturaleza nos ha creado la imagen de los cowboys como la representación cumbre de la hombría. Pero si miramos con mayor detenimiento se pueden percibir muchas sutiles insinuaciones en este mundo tosco y regido por leyes no escritas. Desde las historias de camaradería o de partners, desde Red River hasta las seriales de El llanero solitario. Y es que puede más la soledad y las vistas de parajes de ensueño que cualquier código moral asignado por la lejana civilización.
Ang Lee, fascinado por esta idea, hace su propia versión pero en pleno momento de destape y convulsión. Casi con mentalidad a lo Peckinpah nos describe la decadencia o más bien el derrumbe cataclísmico de lo poco que quedaba de la tradición y la leyenda del far west. Nos encontramos de arranque en 1963 (el año clave para los cambio socio-políticos en EE.UU.), y comenzamos a ser testigos de la historia de Ennis y Jack, dos muchachos que son encargados de la cada vez menos usual labor de trasladar un rebaño de ovejas por terreno agreste e intransitable para las aún limitadas máquinas de transporte (de esas que veían sorprendidos los personajes de las películas de Peckinpah).Todo este viaje es acaso la mejor parte de película.
Con maestría Lee nos resume todo lo que quiere decirnos y hasta hacernos sentir. Entre la dura labor y las ocurrencias se van desatando todo un ambiente sensual sorprendente. La fría y poco propicia montaña Brokeback (“espalda quebrada” podríamos decir con sonrisa anticipatoria) se convertirá en escenario y ambiente para la pasión desatada, con la torpeza y curiosidad de la primera vez. Con toda la alegría de su juventud Ennis y Jack hacen de su viaje unas vacaciones o juerga, escape o tirada de pera de las obligaciones. Pero como todo tabú rápidamente el sentimiento de culpa habrá de imponerse (magistral el plano de Ledger contemplando la oveja devorada).
La incomprensión y el escándalo deben ser evitados a toda costa y con gesto fuerte habrán de comenzar su vía crucis de disimulos. Aquí se impone toda la gran sensación de frustración que cargarán a lo largo de su viaje vital de encuentros y desencuentros. Cada quien seguirá su camino paralelo. Se imponen las grandes diferencias provenientes de las mega ciudades. Sin que necesitemos mayores referencias se nos muestra el avance y crecimiento de unos y la decadencia y necesidad de otros. Ennis y Jack se convertirán en apenas cajas de resonancia de estas circunstancias que no pidieron pero que son el motivo de sus penas. Son las épocas de Lyndon Johnson y Nixon, las del ensanchamiento de las brechas generacionales y el triunfo de las grandes corporaciones que terminan de derrumbar los pocos vestigios de lo que alguna vez fue la pintoresca y salvaje imagen identificatoria de Norteamérica. Solo quedan los vendedores de tractores y sus vestimentas fachosas y las casas de apariencia rústica cayéndose por pedazos.
En medio de estos cambios se encuentran los protagonistas en la certidumbre de que nunca tendrán su paraíso soñado si no es en las cumbres de Brokeback, el único lugar lo suficientemente elevado como para no respirar el smog de la malsana modernidad aún siendo ellos contradictoriamente una muestra de la misma. La tragedia y la melancolía tiñen así la película pero sin exaltaciones ni clichés. Con toda esa característica mesura que viéramos también en The Ice Storm (esa otra visión de la Norteamérica extraviada de la época) el director nos presenta este romance errático de manera muy lograda, que aunque no llega a la excelencia de ese viaje inicial nos hacen sentir las emociones precisas como toda historia bien contada.
Jorge Esponda
» Lee también la crítica de Secreto en la montaña escrita por Juan José Beteta.
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