Brokeback Mountain
Dir. Ang Lee | 134 min. | EE.UU.
Guión: Annie Proulx, basado en su relato corto.
Música: Gustavo Santaolalla
Dirección de fotografía: Rodrigo Prieto
Intérpretes:
Heath Ledger (Ennis Del Mar), Jake Gyllenhaal (Jack Twist), Randy Quaid (Joe Aguirre), Anne Hathaway (Lureen Newsome), Michelle Williams (Alma), Valerie Planche (Mesera), Anna Faris (LaShawn Malone), Graham Beckel (L.B. Newsome).
Estreno en Perú: 16 de febrero del 2006
Ennis Del Mar y Jack Twist son dos vaqueros que se conocen al buscar trabajo en Wyoming y al ser enviados a las majestuosas montañas Brokeback desarrollan una relación homosexual que concluiría con ese trabajo. Luego ambos se casarían y formarían sus familias pero, años después, se reencuentran y descubren que sus mutuos sentimientos han crecido mucho más.
Presentada en nuestro país con el nombre Secreto en la montaña, este extraordinario filme en realidad muestra que no hubo ningún secreto, ya que desde el comienzo y hasta el final la relación homosexual de veinte años terminó siendo conocida –aunque silenciada– por casi todos los involucrados; tal como lo sugiere con sutil ambigüedad el director Ang Lee.
La película muestra, obviamente, cómo los prejuicios sociales –que en ese contexto provinciano y ultra conservador llegan al nivel de un tabú– bloquean toda posibilidad de desarrollar una relación sentimental plena entre los dos vaqueros; pero lo notable es cómo estos prejuicios han sido interiorizados por los propios protagonistas, de tal forma que les impide su realización personal, provocando además la infelicidad en sus relaciones heterosexuales y familiares. En ese sentido, el filme va más allá de un desafío (o provocación) al machismo propio del contexto cultural (y, de paso, del propio western como género) para internarse en los complejos meandros de las relaciones de pareja matrimonial y entre padres e hijos.
Meandros cuya constante –y ese es el segundo gran tema de la película– es la incomunicación que se entroniza y contamina todas estas relaciones, tanto las de quienes conocen el “secreto” como quienes buscan establecerlas con ellos. En consecuencia, Ennis y, en menor medida, Jack se limitan y reprimen a lo largo de una relación de dos décadas con encuentros crecientemente espaciados y que generan tensiones (hasta físicas) que llegan a hacerla intolerable.
En la filmografía reciente de Lee es posible encontrar ambos temas. La (re)presión social y la incapacidad para comunicar sentimientos nos recuerdan a Sensatez y sentimientos (Sense and Sensibility, 1995) y los conflictos maritales y generacionales se manifiestan en filmes anteriores como La tormenta de hielo (The Ice Storm, 1997) y hasta Hulk (2003). Los relatos sobre los padres de los protagonistas de Brokeback Mountain no pueden ser más terribles e ilustrativos sobre la baja autoestima a que los condicionaron y que nuestros héroes tratarán de superar sin lograrlo.
La intensidad de la relación central de esta película y los diversos conflictos que se generan y combinan está lograda a partir de tres elementos audiovisuales.
El primero es esta limitación a nivel del lenguaje, evidenciada en los diálogos breves y hasta monosilábicos, así como en los gestos de los protagonistas (la boca fruncida de Ennis, las cabezas gachas, el llanto seco, etc.). En general, las actuaciones son notables y funcionales al sentido de la película.
El segundo es el ritmo conseguido entre escenas de tempo lento (predominantes en el filme) con unos pocos y puntuales estallidos sexuales y de violencia física –apenas sujetos a fuerte autocontrol– que desfogan las tensiones acumuladas en los distintos tipos de relaciones (de pareja, maritales y filiales), combinadas o por separado.
El tercero es el uso dramático del paisaje. El aprovechamiento de los grandes espacios en exteriores, sobre todo en Wyoming (que en realidad fue filmado en Alberta, Canadá), sugiere libertad y oportunidades abiertas e ilimitadas (aunque ocasionalmente también aislamiento y soledad); en cambio, los interiores tienden a ser opresivos, desolados y hasta vacíos. En esta contraposición predominan los espacios en exteriores (pese a que en conjunto ambas locaciones denoten también marginalidad). Esto crea un fuerte conflicto subliminal entre la represión e incomunicación de los personajes y la potencial felicidad encarnada en un paisaje de belleza abrumadora. Debe destacarse, sin embargo, que algunas locaciones en interiores han sido construidas y presentadas con una pureza devastadora: el dormitorio de Jack, la casa de sus padres o la casa-trailer de Ennis; minimalismo escenográfico que se conjuga muy bien con la concisión y casi mutismo de los personajes que los habitan.
No es casual que hacia el final de la película vuelva la toma inicial de un vehículo retornando y casi perdido en medio de una panorámica espectacular de este bello estado norteamericano; pero tampoco lo es que el director prefiera añadir una secuencia final en la casa-trailer y que la última toma, significativamente en interiores, contenga los objetos y elementos que definen el sentido del relato y transmiten la tragedia de esta relación.
Finalmente, como lo señalamos más arriba, esta película se beneficia al utilizar elementos ideológicos del western –la libertad de los espacios abiertos a ser conquistados en una cruzada básicamente masculina– para ponerlos “de cabeza” (en términos audiovisuales) y al servicio de una denuncia de la homofobia característica de la cultura de esa región estadounidense entre los años 60 y 80 del pasado siglo. Hay un mensaje sutil pero poderoso en esta película y es que constituye un apenas velado llamado a “salir del closet” ya que, al final, “todo se sabe” y se padece por igual.
No obstante y sin dejar de lado los aspectos polémicos propuestos por este filme, deberíamos juzgarlo sobre todo por sus valores audiovisuales y artísticos, que –como hemos tratado de describir en esta nota– son muchos.
Juan José Beteta
» Lee también la crítica de Secreto en la montaña escrita por Jorge Esponda.
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