Pride & Prejudice
Dir. Joe Wright | 127 min. | EE.UU. – Reino Unido
Intérpretes:
Keira Knightley (Elizabeth Bennet), Matthew Macfadyen (Mr. Darcy), Talulah Riley (Mary Bennet), Brenda Blethyn (Mrs. Bennet), Donald Sutherland (Mr. Bennet), Judi Dench (Lady Catherine de Bourg), Rosamund Pike (Jane Bennet), Jena Malone (Lydia Bennet), Carey Mulligan (Kitty Bennet)
Estreno en Perú: 23 de febrero del 2006
Nueva adaptación al cine de Jane Austen (luego de la moda impuesta por Sense & Sensibility hace unos años). En esta ocasión se trata de un remake de la primera versión en ser llevada a la pantalla (por Robert Z. Leonard con Greer Garson y Lawrence Olivier como protagonistas). Para los que estén acostumbrados a las acusadoras e inconformes historias de la Austen deben estar de acuerdo que esta novela debe ser la cima de su obra. Tan sólo el título ya nos remite sin más disfraces a ese universo jerárquico y excluyente en el que la romántica Jane y sus alter egos tuvieron que vivir. En ese retrato muy personal de su época es que se sostiene el gran interés que suscitan sus historias enmarcadas casi siempre en el melodrama. Esta adaptación no es la excepción.
Estamos pues en la Inglaterra a fines del siglo XVIII en un pueblo alejado del bullicioso Londres (como siempre en Austen es una presencia de oídas a la cual todo siempre habrá de entrar en comparación). Así entramos en la vida de la familia Bennet y en particular de Lizzy una de las hijas (Keira Knightley deliciosa) a partir de cuyos ojos vemos todos los avatares sentimentales y sociales que se imponen con el florecimiento de las doncellas listas para el casamiento. Como tantas heroínas (incluso de las hermanas Bronte o la americana Allcott), Lizzy reniega del conformismo de los matrimonios arreglados y los sentimientos más avaros y ociosos del mundo que la rodea, oveja negra a carta cabal aunque su belleza diga lo contrario.
Siendo así la premisa, la película encargada a Joe Wright se pasea por los tópicos ya impuestos a todo orgullo y utiliza de manera correcta los matices que tan bien impregnan el relato para hacer de la cinta una deliciosa y efectiva comedia romántica que esconde (como los abultados ropajes de la época) una complejidad acerca de las relaciones y los afectos a las cuales habría que prestar más atención. Lizzy encontrará la horma de su zapato en quién menos imagina: Mr. Darcy, un caballero parco y estirado que esconde una alma tan disconforme como la de ella, historia contrariada y aplazada por las tradiciones. El orgullo y el prejuicio (a la tradición inglesa) son aplastantes para quienes comparten antigüedad de nombre pero incluso dentro de su propia élite encuentran diferencias a las cuales apuntar. La represión o la resignación será casi siempre la única vía para sobrevivir a la cual se negará rotundamente la vehemente protagonista.
Pero otro punto bien extraído es el retrato costumbrista plagada de ritos a seguir y secretos que guardar (bien aprovechada la aparición del soldado Wickham) donde el patriarca cree ser el dominador de la situación ante la sonrisa disimulada de su mujer. La alegría del conocimiento del amor. El peligro del desprestigio siempre latente alrededor de las chicas bellas acosadas por especimenes de todo tipo. Y la incomprensión ante los sentimientos genuinos casi siempre sacrificados ante otros imperativos. Mirada antropológica que siempre se impone y levanta el vuelo de historias similares.
Difícilmente se puede salir de la sala disconforme a pesar de la aparente ligereza de la cinta que se plantea a sí misma como una divertida y llamativa crónica de juegos y afectos de iniciación en medio de estaciones que pasan. Tránsito hacia el conocimiento del mundo y el tiempo que a uno le ha tocado vivir.
Jorge Esponda
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