Dir. Gianfranco Quattrini | 96 min. | Argentina – Perú
Intérpretes:
Jesús Aranda (Julio César), Tula Rodríguez (Katlyn), Pablo Brichta (Fabián), Jean Pierre Reguerraz (DT Sanguinetti), Tatiana Espinoza (Zoila), Maricarmen Valencia (Yoselin), Gilberto Torres (Rafael), Jorge Rodríguez Paz (Armando), Karen Dejo (La mujer eléctrica)
Estreno en Perú: 16 de marzo del 2006
Esta película apuesta por ser un nuevo acercamiento a las comedias picarescas y de costumbres que de vez en cuando son una alternativa a la hora de tratar de identificar al cine peruano. Molde tomado de la cinematografía italiana, india o donde sea que llegue a acercarse a la apariencia de una ciudad de rostros y desarrollos diversos, así como idiosincrasias pintorescas. En este caso todo aquello que llamamos cultura chicha.
Ojo que esta es una producción mayoritariamente argentina pero aun así resulta inevitable darle la nacionalidad por derecho propio. El director Quattrini, de origen peruano, se avienta en su opera prima a realizar este viaje con el oficio y las inclinaciones del más reciente cine de Argentina. Este aspecto es bastante notorio en el resultado.
Y es que así se plantea una historia de situaciones e ilusiones dentro de la deprimida clase limeña que va de lo medio para abajo. El protagonista (como tantos otros de aventuras anteriores) es un criollo como muchos listo para arreglárselas como se pueda y darse los respectivos gustitos de vez en cuando. A pesar de que ahora se reviste de otro halo a veces ingenuo y bien intencionado (cualidades para el tarot incluidas) no se aleja de las correrías de ganársela cada día. Familia obliga en apariencia, pero visitas al burdel nos describen a un personaje descuidado (promedio dirán algunos).
Quattrini acierta en capturar los usos y costumbres locales, las formas de hablar y todo el circo diario de la Lima preferentemente de los círculos marginales. Como etnólogo revisa al detalle que toda la película respire ese limeñísimo aire de espontaneidad e informalidad. En ello es central el actor principal Jesús Aranda quien resulta fresco y preciso. Es un personaje que no escapa, a pesar de su alunado carácter, de convertirse el prototipo que tanto se busca en proyectos similares. Este es un mérito de la película sin duda.
Pero debo decir que además de eso no encontraremos nada más. La película se concentra y confunde a la vez en ser una historia divertida pero con ciertas ínfulas de autor (Trapero y Caetano a la cabeza), de narrador solvente a experimentador. Este es gran problema que termina disminuyendo el ritmo al poco tiempo de iniciada la anécdota (no obstante que la opción funciona por momentos). Así contemplamos las idas y venidas del protagonista entre su conflictiva familia, sus intentos por arreglárselas o encontrar la fortuna y el amor (en brazos de una Tula Rodríguez sin maquillajes).
Todo su itinerario no supera su ligereza extrema a pesar de todos los conflictos que pueda hallar en su camino. Toda aquella parte acerca del equipo de fútbol tiene la virtud de por momentos capturar bien el mundo de los manejos internos del negocio (nivel chicha claro), pero más parece una historia aparte o de una secuela de las correrías del héroe. Aunque hay que citar a ese dueto que forman el entrenador y el enfermero que parecen formar una película aparte. Así también el lado softcore que se vendía es apenas insinuado (para decepción de muchos en el cine) y la resolución seca y abierta aunque coherente solo confirma la languidez de la narración.
Al final quedamos con la impresión de una película mediocre, por momentos entretenida. Al menos agradecemos las buenas intenciones que la separan notoriamente de otros intentos de película con chacota arrabalera de estos lares como las de los Shapis o las de Leonidas Zegarra.
Jorge Esponda
Deja una respuesta