Dir. Roman Polanski | 130 min. | Reino Unido – Francia – Italia
Intérpretes:
Ben Kingsley (Fagin), Barney Clark (Oliver Twist), Lewis Chase (Charley Bates), Frances Cuka (Mrs. Bedwin), Jamie Foreman (Bill Sykes), Edward Hardwicke (Mr. Brownlow)
Estreno en Perú: 16 de marzo del 2006
Luego de su reciente éxito con The Pianist, Polanski desconcierta al dedicarse ahora a adaptar el clásico relato de Dickens ya entregado en imágenes en muchísimas oportunidades (acaso la más célebre fue la de David Lean). Pero más allá de arrugar la nariz ante esta nueva incursión por los caminos etiquetados de infantiles, deberíamos prestarle atención al hecho que antes que nada se trata de una visión más bien oscura y hasta sórdida del bajo mundo de la Inglaterra del siglo XIX, un universo de crueldad pero también de sorpresas, de encuentro con lo insólito más aún tratándose de la mirada descubridora de un niño. He ahí el verdadero valor de esta historia que en manos del polaco se convierte en una curiosidad del subgénero dedicado al narrador británico y más cercano al estilo del realizador de algunas de las cintas más espeluznantes que se hayan visto.
No contemplamos aquí nada que no hayamos visto antes, desde un principio el director se dedica a presentarnos la historia sin dejar de lado el candor de tantas otras cintas infantiles. Rápidamente el espectador se ve convencido de estar presenciado una pobre rutina lejana de la chispa o la picardía que caracteriza a las películas dedicadas a los más pequeños. Sensación que no habrá de mejorar y es que Polanski no parece interesado en complacer de esa manera a pesar de lo que hayan pensado incluso sus productores. El Oliver Twist de Polanski es una película más bien rara que uno no sabe si esta realizada con intenciones más sinceras a la hora de retratar la niñez o tal vez echa con desgano. Me inclino por lo primero aunque no logre el objetivo alcanzado.
Oliver en esta versión recupera mucho su humanidad a pesar de su itinerario conocido y al cual el director no deja de revestir incluso con ese halo irreal de sus mejores películas. Todo ese ambiente de exploración para el niño huérfano será el del orfanato-reformatorio, una funeraria y finalmente el antro, centro de operaciones de pickpockets bajo la tutela del horripilante Fagin (Ben Kingsley en solvente actuación tal vez la mejor de la cinta). El pequeño conocerá el mundo a través de esta experiencia de necesidad ajena a la ternura pero no necesariamente de la solidaridad. Acaso mucho tenga de las experiencias del deambular por la devastación post nazi (que tan bien le inspiraron en su anterior film), Polanski no deja de hacer sentir esta personalidad incluso en los momentos más gruesos o convencionales del recorrido de su Oliver.
La ambientación ayuda muchísimo a crearnos esa sensación de sordidez cercana a la sensibilidad peculiar de su director y ello debe ser el mayor mérito de su versión. A pesar de todo se percibe a un director cumplidor pero sin el vuelo genial de otras veces que hizo del juego del absurdo y la incomprensión el camino de sus desbocadas obsesiones. Mucho tenía realmente Oliver Twist para ello pero solo se queda en una correcta reconstrucción sin verdadera tensión. Incluso los momentos más tensos de la trama con la aparición del brutal Bill Sikes (el molde preciso bajo el cual se forman Oliver y los otros) y de Mr. Brownlow (hado madrino dispuesto a encaminarlo hacia las buenas costumbres y la educación) no tienen la garra suficiente para incrementar nuestra atención más allá de lo que hemos visto.
Oliver Twist incluso como visión de la sociedad de su tiempo podría haber aportado mayor riqueza al film de Polanski. Muchos pasajes notables de la historia como el aprendizaje de raterías o las enseñanzas de Brownlow son realizados con cierta curiosidad pero no sacan de la frialdad al conjunto. La historia arquetípica del escritor pasa por una adaptación oficiosa pero carente de la inspiración de otras veces. Polanski tenía en sus manos un material muy afín a sus intereses pero parece más que primaron los de otros o al menos quisiera creer que fue así.
Jorge Esponda
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