The Weather Man
Dir. Gore Verbinski | 101 min. | EE.UU.
Intérpretes: Nicholas Cage (David Spritz), Michael Caine (Robert Spritz), Hope Davis (Noreen), Michael Rispoli (Russ), Gil Bellows (Don), Gemmenne de la Peña (Shelly), Nicholas Hoult (Mike), Judith McConnell (Lauren), Dina Facklis (Andrea), DeAnna N.J. Brooks (Clerk).
Estreno en Perú: 23 de marzo del 2006
David Spritz (Nicholas Cage), es “el hombre del tiempo” que presenta el reporte meteorológico en la televisión local de Chicago. Mientras que su éxito en la tele lo lleva a ser convocado a uno de los grandes programas matutinos del país, su vida privada se cae literalmente a pedazos (problemas con los hijos, conflictos con la ex esposa, la enfermedad fatal de su padre). Dave deberá enfrentar sus propias limitaciones, tratar de resolver sus líos familiares y todo ello bajo la sombra literaria de un padre ganador del Premio Nobel.
Esta película gira en torno a un personaje y es una historia de adaptación –irónica y dolorosa– pero adaptación al fin. Aunque el guión respeta la estructura tradicional (la acción avanza a partir de conflictos que se resuelven), el director se las arregla para que el peso del relato se traslade a la parte visual, llena de imágenes abrumadoras.
La primera es el deshielo del lago Michigan, con su lento vaivén o la escarcha desprendiéndose de los árboles y los alces de madera donde nuestro héroe se entrena con el arco y la flecha. Porque esta es una película tanto sobre el invierno –con su fotografía de tonos grises y lluvias intermitentes– como sobre la estación “invernal” en la vida del protagonista –la crisis de los cuarenta–. De allí que el título que le han puesto al film en Perú sea totalmente desafortunado: el sol no aparece mucho en esta película y no brilla para nada. Hay deshielo, pero no llega ninguna primavera.
El segundo grupo de imágenes gira en torno al arduo entrenamiento de nuestro héroe con el arco y la flecha; entretenimiento para superar el estrés y las tensiones domésticas. Aquí se resume la intención del director para con su personaje: dar en el blanco, entrenarse para lograr el objetivo, encontrar (antes que dar) un sentido a su vida. Todo ello matizado con imágenes irónicas que alcanzan su cenit en la escena nocturna que muestra a Spritz de espaldas frente al ventanal de su departamento en la que aparece de pronto un gigantesco globo de Bob Esponja. Y es que estamos comentando una “comedia dramática”, donde las partes chistosas son más bien subsidiarias de las (no tan) dramáticas, en un alabado equilibrio que aporta cierta originalidad a este filme. Porque la película resulta amena sin que podamos decir que es divertida, e interesante sin que le calce exactamente el apelativo de entretenida.
El protagonista ha sido construido con las dosis necesarias de frustración, ímpetu, (in)madurez, rasgos de extravagancia que no llegan a la caricatura y unas gotas de melancolía. Hay también diálogos notables entre Spritz (Cage) y su padre Robert (Michael Caine), los que no reproduciremos aquí y que nos dan la clave de la transformación del protagonista. Cage logra hacernos sentir entrañable a David Spritz, mientras que el veterano Caine hace una interpretación sutil y soberbia que revela de manera concisa y escueta la sabiduría de su personaje.
Nuestro héroe deberá resignarse al éxito en un trabajo que no le satisface del todo, terminar de desembarcar de su vida las ilusiones literarias y emocionales y aceptarse a sí mismo. En conclusión, toma una alta dosis de “ubicaína”, pócima en este caso agridulce que en Perú equivale a la expresión “asume tu realidad”. Aunque, como sabemos, uno nunca se termina de conformar consigo mismo.
Un colofón muy apropiado para este filme podría ser el siguiente poema de Harry Martinson (no alarmarse, es breve):
La resignación se encarga de arreglar casi todo:
Poco a poco se forma una suave costumbre del dolor.
Eso acontece sin protestas y sin vivas.Uno se esfuerza hacia arriba
Y se acostumbra hacia abajo.No son las revoluciones, sino las resignaciones
Las que han permitido que el hombre viva,
Si es que en verdad ha vivido.
Nadie, sin embargo, ha sobrevivido.Es posible arreglar las jubilaciones,
Pero las resignaciones se arreglan sin nadie.
Alivian poco a poco y sin cesar todas las instituciones
De las obligaciones y de las opiniones.
Y el ocaso, sonríe.
Juan José Beteta
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