Dir. Luis Llosa | 132 min. | España – Reino Unido
Guión: Augusto Cabada, Luis Llosa y Zachary Sklar, basado en la novela de Mario Vargas Llosa
Intérpretes:
Tomas Milian (Rafael Leónidas Trujillo)
Isabella Rossellini (Urania Cabral)
Paul Freeman (Agustín Cabral)
Juan Diego Botto (Amadito)
Stephanie Leonidas (Uranita)
Shawn Elliot (Abbes)
Estreno en Perú: 30 de marzo del 2006
Cercana a la novela de Mario Vargas Llosa, el film se desmarca de la mala estela dejada por los anteriores trabajos de Luis Llosa. La fiesta del Chivo es un drama íntimo con trasfondo político contado en tres tiempos. El director apuesta por la corrección en el relato y sin tomar riesgos resuelve con eficacia la trama.
A inicios del año 2000 corrían los días más cruentos del fujimorato en el Perú, la perspectiva era sombría y desalentadora. Entonces salió publicada la última novela de Mario Vargas Llosa, La fiesta del Chivo, que relataba la cruenta dictadura del dominicano Rafael Leónidas Trujillo y los hechos conducentes a su muerte violenta. Era una muy buena historia de ficción pero por varias razones se nos antojaba cercana a nuestra realidad. Ahí estaba el retrato de un gobierno corrupto y represivo que contaba con el favor del pueblo, incluso un personaje, Abbes, que fungía como mastín del régimen tenía todas las características de “nuestro” Montesinos. Nadie dudaba que Vargas Llosa había novelado sobre hechos reales, pero más cercanos a su país de origen que al caliente Caribe.
Luis Llosa ha contado que ni bien leyó la novela se interesó por llevarla a la pantalla, y nosotros al enterarnos del hecho no teníamos sino abierta desconfianza por el proyecto, luego de ver los trabajos anteriores del director peruano (Sniper, The Specialist, Anaconda)
Sin embargo acabamos de ver el resultado y aunque dista mucho de ser un film memorable encontramos una clara distancia con lo hecho hasta ahora por Llosa. Tenemos ante nosotros una cinta eficaz, con momentos logrados y también claros desniveles.
Pero vayamos por partes. La historia está narrada en tres tiempos, el primero que acompaña a Urania Cabral de visita en la isla luego de 30 años de autoexilio, que vuelve para exorcizar los demonios del pasado y saldar cuentas pendientes. El segundo tiempo narra los últimos meses de vida del dictador Trujillo, cuando la represión arreciaba y la angustia de saberse acorralado (la presión internacional era cada vez más fuerte) hacía que el tirano desnudara lo peor de sí. Por último seguimos la conjura de un grupo de dominicanos que por varias razones se unen para asesinar a “El Chivo” .
El guión de Luis Llosa, Augusto Cabada y Zachary Sklar no dista mucho de la estructura planteada en la novela, y sentimos que incluso copia muchas líneas de la misma, lo cual le hace bien a la película, los pases entre los distintos tiempos están bien resueltos, la fotografía y la música también se remiten a cumplir con la historia sin destacar especialmente.
Tal vez donde mejor se luce el film es en el desempeño del casting. Al saber de la inclusión de Isabella Rossellini como Urania Cabral, la expectativa era grande, lástima que su rol se circunscribe a breves apariciones que igual se agradecen, sin embargo sus acompañantes en el relato no dan la talla. En el caso de Tomas Milian que debía encarnar al dictador, el reto era muy grande pues ya desde la novela se perfilaba un complejo personaje, capaz de ejecutar crímenes sin nombre y al mismo tiempo destilar un encanto exquisito y un trato afable, especialmente con las mujeres. En este caso, el actor de origen cubano cumple bien con el encargo, con creciente solidez hacia el final.
Y quedan dos personajes clave, el senador Agustín Cabral (Paul Freeman) y su hija Urania, de 14 años, papel interpretado por la inglesa Stephanie Leonidas. La química entre un padre que vive al servicio del dictador, a sabiendas de las atrocidades que comete y su hija que lo admira y confía plenamente en él debía funcionar para que el desenlace fuera consistente. Aquí sentimos por ratos que la relación no funciona naturalmente y luce impostada, sin embargo hay que destacar la buena performance de Stephanie Leonidas, quien a medida que avanza el relato asume un rol más dramático y difícil.
En el caso de los demás personajes hay buenas interpretaciones como la de Juan Diego Botto en el papel de un joven militar que con violencia adquiere conciencia de los hechos que le rodean. Pero otros papeles no tienen mayor brillo y apenas cumplen. En general notamos que Llosa decide no tomar riesgos y mantiene su historia en la corrección y el tono medido. Por ejemplo el rol de Johnny Abbes interpretado por Shawn Elliott podía ser explorado con más eficacia, en la línea de lo contado por Vargas Llosa en la novela.
Por último queda claro que hay un mensaje político, de rechazo a la dictadura y exaltación de la libertad, de constatación de que el poder envilece. Todo ello forma parte del cuerpo de pensamiento de Mario Vargas Llosa y se traslada al film. La frase que cerraba el trailer era “Una historia que nunca debió suceder” pero tal vez es necesario que historias así ocurran para demostrar lo peor del género humano, ese infierno en vida que puede llegar a ser un país bajo un mandato tiránico. Y aquí en Perú tenemos amplia experiencia de ello. Que no vuelva a ocurrir.
Luis Ramos
Deja una respuesta