Ciudadano Kane (1941)


Citizen Kane
Dir. Orson Welles | 119 min. | EE.UU.

Intérpretes:
Orson Welles (Charles Foster Kane)
Joseph Cotten (Jedediah Leland)
Dorothy Comingore (Susan Alexander)
Agnes Moorehead (Mary Kane)
Ruth Warrick (Emily Monroe Norton Kane)
Ray Collins (James W. Gettys)
Everett Sloane (Mr. Bernstein)

Cuando aún corría la expansión del cine clásico como tal, el ciudadano Welles con solo 25 años realizó esta película sorprendente y evolucionada para los ojos de los espectadores de la época. Luego de muchas y diversas producciones a lo largo de décadas de expresión cinematográfica tal vez resulte extraño el porqué (tras un boicoteado estreno y el relativo olvido) esta cinta comenzara a incrementar su culto acaso como la mas brillante creación o una de ellas. Se trata con justicia de la muestra portentosa del inicio de una carrera tan creativa como lamentablemente accidentada. El joven Welles que venía de sacudir el teatro y especialmente la radio con su transmisión de War of the Worlds, hizo de su primera película toda una compleja e innovadora realización. Como otras anómalas creaciones esta cinta se adelantó a su tiempo y tal vez allí está la clave de su fracaso. El tiempo se encargaría de colocarla en su lugar (como a toda la gran obra de este extraño y tal vez por ello genial artista) como una de las cintas más influyentes en la historia el cine, hoy más que nunca.

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La figura de Welles es tan compleja que no bastan los estudios ni las visiones que tengamos de su vida y obra. Solo se puede decir lo que llegamos a capturar de todo ello. Y es que como inicio de una carrera breve en títulos y amplia en proyectos, Citizen Kane es una obra maestra realizada con una ambición gigantesca, descomunal como a la que tanto se refiere en sus personajes el mismo Welles acaso incluso con paradójica crítica. Welles hace en sus películas los retratos mas oscuros y casi siempre viles del gran mal de la humanidad. Y para llevarlos a imágenes se valió de toda una gama de recursos surgidos de quien sabe que chispa formidable y que habrían de convertirse en la guía para las imágenes del futuro. Nos presenta ángulos de cámara difíciles y amplios (contrapicados y planos generales), profundiza la atención de la cámara hasta un punto lejano dando la apariencia de una totalidad subyugante, diversifica los puntos de vista y con el los de la cámara, utiliza las elipsis, la irrupción de los tiempos narrativos y así un sin fin de conceptos cinematográficos que habrían de definir a su intransferible y contaminante universo barroco en extremo. La riqueza de la obra de Welles habría de tener ecos desde su aparición pero no sería sino hasta varios años después que sería entendida y expresada por los cineastas que podríamos ya considerar como modernos.

La película nos cuenta la vida de un ficticio magnate de la prensa de la primera etapa del siglo XX (época de cambios rotundos especialmente en Norteamérica). Charles Foster Kane es el protagonista de este falso biopic o más bien falso reportaje que es presentado de manera insólita para la época. Y es que como si literalmente se apegara a las técnicas de investigación periodística en pos de resolver una especie de rompecabezas, así mismo la película esta fragmentada. Su narración se encuentra dispersa como si se tratara de los recuerdos a los cuales acude el único hilo conductor estable el cual es el periodista en pos de la verdadera historia detrás del (aparente todopoderoso) fallecido Kane. Tan sólo el inicio es desconcertante e hipnótico: toda la vida del gran hombre resumida como la del Gengis Khan del siglo XX. Muerto en su propio y vaciado reino de Xanadu al cual gobernó en la última etapa de su vida llena de logros y ascensos, vida sentimental y aspiraciones políticas. Un gran reportaje a la vida de un rico y famoso con todo lo que pudo haber deseado en la vida.

La gran tragedia a la que se refiere Welles y que poco a poco irá descubriendo el reportero es que aunque alcanzó todos esos placeres y fortunas, no hizo mas que perder o nunca encontrar todo aquello que realmente anheló. La gran tragedia a la que se refiere Welles es la de las insatisfacciones profundas del hombre, el ansia de obtener mas, su incapacidad de ser feliz. Hasta cierto punto este instinto es el que nos hace evolucionar pero ¿A qué precio? Es lo que se pregunta Welles quien nos habla del olvido de las satisfacciones sencillas las cuales entenderá Kane demasiado tarde. A su modo Welles como su personaje se asume como un monstruo, hasta un outsider a su manera. El rebelde nato que habita en Kane incluso reniega de su buena fortuna pero sabe manejarla muy bien para sus auténticos y tal vez caprichosos propósitos. El viaje que emprende el reportero en medio de flashbacks lo hará caer en esta conclusión. El gran hombre, todo un emperador de su tiempo, con el poder en sus manos, ha regresado a la fuente de donde provenimos todos, hasta los mas insignificantes.

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Por ello ha de comprender que su búsqueda por resolver el misterio de la última palabra del semidiós (“Rosebud”) ya no tiene caso. Pues lo mas posible es que el enloquecido (o iluminado) haya por fin entendido el verdadero sentido del paso del hombre por el mundo, que acaso se resume en algo tan pequeño y breve que el gigante no pudo percatarse de él a su paso en medio de las urgencias, aspiraciones o siquiera alguna vanidad. El Kane que pinta Welles (se dice mucho de su ataque al magnate William Randolph Hearst) resultó después de enérgicas y arrolladoras juventudes, portentosos imperios, megalomanías políticas y de otras índoles, apenas ser un pequeño niño que sueña con algo tan minúsculo como deslizarse en un campo de nieve sin pensar en nada de ello a lo que llaman futuro. Sabiduría que muchos aún en búsqueda de rumbo y triunfos, no podemos entender pero habría que hacer un poco de esfuerzo. Tal vez esa fue la consigna del despreocupado Welles y tal vez por ello irónicamente fue bendecido con el portentoso genio que muchos quisieran tener. Cosas del destino como en el teatro griego.

Jorge Esponda

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15 respuestas

  1. […] y que encabeza Vértigo de Alfred Hitchcock, seguido de títulos clásicos y emblemáticos como Ciudadano Kane de Orson Welles, Cuentos de Tokio de Yasujiro Ozu, La regla del juego de Jean Renoir, Amanecer de […]

  2. […] vería como su hermano mayor alcanzaría el reconocimiento del medio con el oscar por el guión de Ciudadano Kane, que escribiría conjuntamnete con Orson Welles. Pero la carrera de Joseph todavía tardaría en […]

  3. […] Citizen Kane: El costado más siniestro de la democracia. Orson Welles la retrató como parte de un destino trágico. Aquí lo peor de la aparente institucionalidad es que a diferencia de las dictaduras o reinados, es el ciudadano el que tiene la opción de elgir… y elegir mal. […]

  4. […] El extraño (o El extranjero), debe ser la película que los admiradores de Orson Welles, menos mencionan. Las razones pueden saltar a la vista rápidamente. Se trata de su filme, si se quiere, más clásico, menos acrobático, menos vistoso. Mucho de ello se debe sin duda a que en ese momento (1946), el conflictivo cineasta ya se encontraba atravesando los mil y un accidentes con la industria que se sucedieron luego del milagroso, y artísticamente libre, rodaje de Ciudadano Kane. […]

  5. […] pesar de lo que se pensó por mucho tiempo, Citizen Kane no fue la primera exploración cinematográfica del genial Orson Welles. Aquella película, la cual […]

  6. […] y evoca por momentos a los grandes antihéroes de los años dorados del cine hollywoodense como Charles Foster Kane o Shane. Lo que diferencia a Plainview de estos nombres es su sorprendente ambigüedad, el […]

  7. […] Mejores Películas (americanas) de Todos los Tiempos. Encabeza la lista, como en años anteriores, Citizen Kane, la opera prima de Orson Welles, que parece no envejecer para las estos rankings. La lista incluye […]

  8. […] No es de extrañar que el tan esperado díptico sobre la segunda guerra mundial en sus dos polos opuestos se haya iniciado con este filme crítico de las primeras planas jubilosas y exageradas, pero conmovedor con las voces que se escuchan detrás, las de los testigos anónimos y los que lo son menos. Es nuevamente la mirada a la verdad pérdida, escondida lejos del alcance del niño (la gran masa) incapaz de comprender los motivos o mecanismos de la vida (a la vista del gran padre). No es de extrañar entonces que las expectativas por ver un filme al estilo de Saving Private Ryan (como tanto se cacareaba) se vean absolutamente frustradas (a pesar de la presencia del mismo Steven como productor). Acaso si el recuerdo de los sucesos en cuestión se vuelve más difuso así mismo la película se organiza como un reportaje que busca reconstruir el rompecabezas separado bajo el trueno conjugado de cañones, metrallas y gritos. El molde mayor de Citizen Kane es convocado pero de una manera todavía más oscura e inclemente. La imagen inicial del soldado corriendo por las negras (fúnebres) tierras de la isla nos lleva a su seno en el recuerdo de uno de los sobrevivientes en el tiempo presente de la película y de ahí al inicio de la búsqueda por esa verdad fragmentada en los espíritus de los envejecidos combatientes que nos devuelven a los esperados días en las vísperas al choque. El desconcierto generado ya en los espectadores permanecerá invariablemente a lo largo del metraje hasta cierto punto dejando la impresión deliberada de irregularidad (en un cineasta tildado de clásico a secas). […]

  9. […] Fue por aquel entonces cuando un grupo de jóvenes, que tenían unos diez años más que yo, descubrió también el cine norteamericano. Como a todos los franceses, a Godard, Truffaut, Rivette, Chabrol y a los demás futuros críticos de Cahiers du cinéma les fue imposible ver películas norteamericanas durante la Ocupación. Hoy es difícil imaginar lo que debió de representar la Ilegada repentina de un gran número de películas norteamericanas: Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1940), si no me equivoco, no se proyectó en Paris hasta 1946. Los futuros cineastas de la Nouvelle Vague empezaron a escribir sobre cine para acercarse a éste, y eso constituyó verdaderamente el comienzo de sus carreras como directores, puesto que en sus escritos se percibe la misma pasión por el cine que la que descubriremos mas tarde en sus películas. Huelga decir que, por aquel entonces, yo no leía Cahiers, y que su influencia solo Ilegó a Estados Unidos mucho más tarde, por mediación de Andrew Sarris que se apoderó de la politique des auteurs para transformarla en la author theory (en realidad, fue a mediados de los años sesenta cuando Sarris publicó algunos números de Cahiers en inglés). Aunque el impacto definitivo fue el estreno de películas como Los cuatrocientos golpes (Les Quatre Cents Coups, 1959) en 1959, Al final de la escapada (À bout de souffle, 1959) y Jules y Jim (Jules et Jim, 1961) en 1961. Películas a las que luego iban a seguir otras muchas. Cuando yo estudiaba cine, a comienzos de los años sesenta, las películas de la Nouvelle Vague figuraban entre los fenómenos extraordinarios que Ilegaban de todo el planeta: John Cassavetes y Shirley Clarke en Estados Unidos, Oshima e Imamura en Japón, los grandes maestros italianos, los jóvenes realizadores ingleses. Nuestro profesor, Haig Manoogian, no cesaba de repetirnos: “Rodad lo que conocéis”. Esta era la regla que todos estos cineastas —y los de la Nouvelle Vague en particular— seguían rigurosamente, y la que enfrentaba sus películas al cine contra el que luchábamos (aunque a mi me gustan también algunas de estas películas: hace dos o tres años participe en la reposición de Los orgullosos (Orgueilleux, 1954), de Yves Allegret en Estados Unidos). Ellos conocían Paris, y además de los deseos y el romanticismo de la juventud, conocían la literatura; pero sobre todo conocían admirablemente el cine. El amor al cine formaba parte de su vida, y también es lógico que fuera parte integrante de sus películas. […]

  10. Avatar de rosa
    rosa

    casi la mejor que he visto

  11. […] Sin embargo, todo tiene su solución. Recordemos que hay un importante punto de contacto entre ambos filmes: la ceremonia en la que desnucan y degüellan a las gallinas, en un caso a cargo del árabe Majid (Caché) y, en otro, del mexicano Santiago (Babel). Esto podría ser el nexo iñarrituresco para integrar ambas películas en una sola; así, en lugar de tres historias, habría cuatro y el viejo continente estaría representado en un ambicioso fresco globalizador. De esta forma, y siguiendo con esa afición al sexo (a veces gratuita) de González Iñárritu, el caliente apasionamiento latino por el melodrama se uniría con ese frío y enhiesto gusto austro-francés por el thriller. Sería el primer caso de apareamiento entre dos películas en toda la historia del cine. Su título podría ser “Caché a Babel”. Hasta podría entrar a la selecta lista de las 10 mejores películas de la historia, junto al Ciudadano Kane y similares. Claro que, con ese título, difícilmente ganaría algún Oscar. […]

  12. Avatar de triptico
    triptico

    como dijo un anciano Liland: posiblemente Rosebud es todo lo que Charles quizó tener y no tuvo, o quizá fue algo que perdió.un clásico indiscutible

  13. Avatar de Cinencuentro

    It’s definitely one milestone on the history of cinema. Either in Perú or in India, Citizen Kane will be considered a masterpiece. ¡saludos!

  14. Avatar de Citizen Kane

    Well, I also watched Citizen Kane recently, and found it to be a marvelous movie! Quite thought provoking, and mind-blowing cinematography!

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