Good Night, and Good Luck.
Dir. George Clooney | 93 min. | EE.UU.
Intérpretes:
David Strathairn (Edward R. Murrow), Robert Downey Jr. (Joe Wershba), Patricia Clarkson (Shirley Wershba), Ray Wise (Don Hollenbeck), Frank Langella (William Paley), Jeff Daniels (Sig Mickelson), George Clooney (Fred Friendly)
Estreno en Perú: 11 de mayo de 2006
Son varias las películas que se realizaron sobre la nefasta era del Macartismo en EE.UU. La célebre cacería de brujas en Hollywood y en general el extendido miedo al otro hasta la alineación fueron la expresión misma del método aplicado por el inefable senador Joseph McCarthy. Ya en su momento películas como High Noon o piezas teatrales como The Crucible disimuladamente fueron sendas críticas a los métodos prácticamente fascistas de este supuesto rostro emisario del orden y la seguridad. Años después cintas como la estupenda The Front con Woody Allen o la convencional Guilty by Suspiction con De Niro hicieron directa y fuerte crítica a este momento histórico. Es ahora que el tema es revivido nada menos que por George Clooney, quien se embarca en este personalísimo proyecto para dar cuenta de todo un contexto, una cruzada y a su vez dar una mirada crítica al contexto de la Norteamérica de Bush.
Resulta verdaderamente sorprendente esta película (la segunda como director) del actor Clooney quien deja en claro toda su identidad liberal como tantas otras celebridades en este momento. Good Night, and Good Luck se encuentra junto a otras requisitorias recientes que se han hecho dentro del mismo cine de Hollywood (casi siempre por afanes personales). La intención clara es la asociación al contexto actual, con los grandes medios preocupados en aterrar al público por instigación del régimen o distraerlo con las banalidades usuales sea cual fuere. Clooney con una intuición precisa para aliar su mensaje con toda una idea de puesta en escena nos entrega un film valioso, verdaderamente logrado como su admiración por la cruzada televisiva de Edward Murrow y compañía a mediados de los años 50. Es en esos años que se asentaron los poderes de la censura más arbitraria. La cómoda vida a la que alude el protagonista, que dejó de lado el respeto a los derechos constitucionales y la libertad de reunión. Ese clima de temor por ser llevado a los tribunales sólo por encontrarse con alguna persona que pecaba de ser distinto y por tanto de ser sospechoso (la entrevista a Liberace o el interrogatorio a la mujer negra son notables al respecto).
Ya desde el arranque es muy coherente con todo lo que tiene que decir. Nos presenta la historia de Murrow, el presentador del popular programa periodístico Person to Person, básicamente alrededor de su choque con McCarthy (episodio televisivo muy recordado y que fue el comienzo de su debacle político). Lo insólito es que con todo lo que tiene que decir la cinta se mantenga sobria en extremo. Es una película que elabora todo este retrato de época pero que nos deja ver muy poco, apenas lo suficiente para contextualizar la historia. Nos presenta a Murrow (un David Strathairn notable que brilla sobre el estupendo cast) y a sus compañeros con un detallismo extremo con respecto a los métodos de trabajo del periodismo televisivo recién en pañales, aún cuando es la relativa austeridad la que impera como consigna para el director-actor que se la juega por un proyecto difícil. Lo que consigue es una cinta rigurosa y nada complaciente. Presenta la lucha y los manejos internos de la televisora pero sin golpes de efecto. Los momentos de clímax son más bien revestidos por la apariencia cotidiana o de reportaje. En este ritmo y construcción de crónica desengañada se mueve hasta con jazz incluido. Para los fans del Clooney de apariencia frívola, que llena espacios con todo con respecto a su vida privada y su stardom, esta película sin duda resultará decepcionante. Tal es su intención.
Con una madurez -no tan sorprendente a estas alturas- valiente y envidiable Clooney no se interesa en ser complaciente. Se interesa porque este mismo público, que celebra sus saltos y demás aventuras en pantalla, se sienta frente a él como lo hacen los espectadores de Murrow para decir algunas cosas distintas. Llama a sus compatriotas para decirles que los medios no solo deben ser utilizados para buscar la evasión (para convertirse en gordos cómodos y autocomplacidos como dice claramente el discurso de Murrow). No solo quiere que lo vean como el galán de siempre sino como el personaje que opina y actúa con respecto a la realidad a los sucesos del momento, ya sea el atentado del World Trade Center, la intervención en Irak, la campaña sistemática y no declarada para aterrorizar a los estadounidenses, la catástrofe de New Orleans, el desastre del la era Bush en general. Asume su papel como miembro influyente, como alguien a quien la gente puede prestar atención y tal vez así entender que hay un más allá que la caja boba y los supermercados, que hay muchos problemas y estos no se encuentran lejos en algún país tercermundista sino en la misma matriz de su nación.
Vemos aquí el verdadero logro de una carrera que probablemente comience a ver frutos tan interesantes en el futuro. Y así siguiendo el camino de otros viejos zorros como Clint Eastwood, Clooney no se conforma en hacer la jugada del proyecto que ambiciona premios y solo se dedica a soltar ideas importantes. Hace una película de una coherencia absoluta con su discurso. No muy lejos de su cruzada están otras voces llamativas o entendidas, pero se las arregla para hacer de su velada con Murrow una fuerte denuncia acerca de lo frágil de las democracias si se deja de cuestionar o si desaparece la pluralidad. Cada frase de Murrow (en la formidable dicción de su intérprete) resulta mucho más convincente que todo un alegato de Michael Moore de dos horas.
Jorge Esponda
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