Dir. Adolfo Aristaraín | 123 min. | Argentina – España
Guión: Adolfo Aristaraín y Kathy Saavedra
Intérpretes:
Federico Luppi (Martín)
Juan Diego Botto (Hache)
Eusebio Poncela (Dante)
Cecilia Roth (Alicia)
Esta notable película de Adolfo Aristaraín, que generó un Goya para Cecilia Roth y el reconocimiento europeo y latinoamericano para su director, es una de las piezas más disfrutables que el cine de nuestro continente ha entregado en los últimos años.
Sinopsis
Hache (Juan Diego Botto) es un muchacho de diecinueve años de edad, que vive en Buenos Aires dedicado al rock, las drogas, y el alcohol. Es el hijo del director y guionista de cine Martín Echenique (Federico Luppi), a quien debe su apelativo (”Hache“, por Martín Hijo).
Hache es un joven que no halla aún su lugar en el mundo; su novia lo acaba de dejar, no ve a su padre desde hace años, y su madre –quien está divorciada de su padre y se ha vuelto a casar– considera que “ya debería estar trabajando y viviendo solo”, y se lo hace sentir día a día. Encerrado en una especie de terco nihilismo, Hache rechaza cualquier tipo de estudio o dedicación “tradicional”, y su principal pero precaria afición es tocar la guitarra en un grupo de rock subterráneo. Desalentado, una noche mezcla alcohol con droga y cae en coma.
Paralelamente, Martín Echenique, afincado desde hace mucho tiempo en Madrid, lleva la vida de un hombre de cine moderadamente exitoso en el medio español; su pareja, Alicia (Cecilia Roth), está muy enamorada de él, y junto al amigo de ambos, Dante (Eusebio Poncela), forman una especie de extraña familia, donde predomina una actitud desprejuiciada y liberal ante la vida: Dante es un actor bisexual que nunca se niega a probar nuevas drogas, y Cecilia una editora de cine adicta a la cocaína.
Enterado de la situación crítica de su hijo, Martín viaja a Buenos Aires, donde se entera, aliviado, que Hache ha salido del coma y está en franca recuperación. Todos en la familia creen que el joven ha querido suicidarse, pese a las negativas de éste. Su madre se reúne con Martín y le exije que se lleve a Hache con él en su viaje de vuelta a Madrid. Echenique acepta a regañadientes, aunque ambos acuerdan no decirle nada a Hache y proponerle el viaje como una estadía temporal.
La llegada de Hache a Madrid establece la trama principal del film: su presencia es una especie de catalizador que acelera la crisis en la relación entre Martín y Alicia, al tiempo que evidencia la profunda soledad y egocentrismo de Martín, que aunque lo acepta en su casa, apenas si es capaz de comunicarse con él.
A raíz de un nuevo proyecto, en el cual, después de años de sólo escribir guiones, Martín acepta dirigir una de sus propias historias, la pareja decide pasar el fin de semana en una casa de playa. Dante y Hache pasan un tiempo juntos en Madrid pero pronto se reúnen con ellos. Hache, consciente de no encajar en la vida de su padre, ha amenazado con regresar intempestivamente a Buenos Aires, y Dante trata de juntarlo con su padre para evitarlo.
La casa de playa sirve de marco perfecto para el dramático desenlace, donde la crisis se apodera de las dos relaciones principales de Martín: con su hijo, a quien no es capaz de entender; y con Alicia, a la que en el fondo no respeta como persona.
Análisis
Martín (Hache) puede ser interpretada, según nos centremos en Hache o en Alicia, como la historia de crecimiento y búsqueda de identidad de un joven, o como el retrato del amor extremo y destructivo de una mujer. Sin embargo, considero que la mejor manera de entender la película es viéndola como la parábola de un hombre (Martín) que se aísla emocionalmente del mundo que lo rodea como una forma de defenderse del dolor y la angustia que en el fondo nunca deja de sentir.
Como él mismo confiesa a su amigo Dante, Martín ama intensamente a su hijo, pero a la vez dice “trato de convencerme de que no lo amo, cuando siento que está tan lejos“. También ama a Alicia, pero es incapaz de demostrárselo y por el contrario la agrede psicológicamente, pues es prisionero de sus propios prejuicios, que lo hacen menospreciarla por considerarla tonta y superficial.
Pero Martín Echenique es también el alter ego de Adolfo Aristaraín: un director de cine “buen artesano, pero no genio”, que vive entre dos mundos, su natal Argentina y España. Tal vez a esto se deba la admirable penetración y excelente retrato emocional del personaje de Luppi.
Mención aparte merece el inmejorable guión de la película. Impresiona en especial cuando me enteré, por declaraciones de los mismos actores, que cada diálogo estaba rigurosamente escrito y que Aristaraín exigía toma tras toma que cada uno recitara su parte sin cambiar ni una sola coma. Como ustedes pueden ver en mi escena favorita, el notable trabajo de los actores hace que todo parezca tan natural y espontáneo como una improvización.
Martín Vargas Estrada
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