The Birth of a Nation
Dir: David W. Griffith | 187 min. | EE.UU.
Intérpretes:
Lillian Gish (Elsie Stoneman), Mae Marsh (Flora Cameron), Henry B. Walthall (Cnel. Benjamin Cameron), Miriam Cooper (Margaret Cameron), Mary Alden (Lydia Brown), Ralph Lewis (Austin Stoneman), George Siegmann (Silas Lynch), Walter Long (Gus, un negro renegado), Robert Harron (Ted Stoneman), Wallace Reid (Jeff, el herrero)
El espectáculo cinematográfico fue desarrollado mayoritariamente en el campo del cortometraje en sus albores. Pero rápidamente habría de sufrir cambios drásticos y no solo en este aspecto, gracias al trabajo del norteamericano David Wark Griffith quien habría de conducir el cine más allá de su estado primitivo a partir de la primera década del siglo pasado. En ese tiempo comenzarían a forjarse códigos más avanzados que las representaciones casi teatrales que habían caracterizado al cine hasta entonces. Por ello es que con gran complejidad y recursos expresivos, Griffith fue capaz de realizar obras maestras en las que la vocación clásica de narrar una historia o historias se vio potenciada como nunca antes. Esta película fue la rotunda iniciadora de esta evolución. Griffith se vale de una polémica novela de Thomas F. Dixon para presentarnos todo el cruento y poderoso marco de la guerra de secesión americana y la posterior reconstrucción como nación indivisible bajo una perspectiva muy particular. El resultado ha quedado como una de las epopeyas más grandiosas que se hayan concebido.
Para este enorme proyecto Griffith habría de correr el riesgo de extender la duración de la película a más de tres horas. Osadía de tantas que se encerraban en los entretelones de esta mega producción. Su concepto era el de un espectáculo total. Posibilidades abiertas para jugar con el espacio y el tiempo que desembocaron en la amplificación de los escenarios exteriores e interiores, el contrapunto de los planos lejanos y cercanos para crear tensión en el transcurrir de las imágenes y además el innovador uso de los tiempos alternados de la acción. La película transcurre así como la gran odisea de la nación americana en su cisma más terrible pero también como el país multicultural que habría de colocarse a la cabeza del mundo. La historia nos llega por intermedio de dos familias separadas en la distancias pero unidas por la amistad y más que eso. Por un lado los Stoneman con Austin a la cabeza, el intransigente patriarca y uno de los hombres fuertes de la Unión quien tiene como obsesión la abolición de la esclavitud y la igualdad de las razas. Por otro lado los Cameron y su bondadosa administración en las tierras del sur. La amistad de sus hijos Phil y Ben será el único punto de contacto en tan turbulentos momentos en los que Abraham Lincoln tendrá que asumir el estallido de la guerra civil.
Desde el arranque Griffitth se opone totalmente a la clásica visión de ambas partes en conflicto. Mucho de ello debe tener su obvia adhesión al sur al ser hijo de uno de los generales de aquella campaña. Pero su visión nos traslada más allá. Trata de darle la vuelta a la torta pero siempre observando al norte y al sur como partes indivisibles, no por políticas de estado sino por algo tan humano y poderoso como la amistad y el amor. Iniciada la campaña en lo único que posa la esperanza del sureño Ben es en el retrato de la bella Elsie (la gran Lilian Gish) la hermana de su amigo yanqui. Lincoln siempre manteniendo la integridad que impone su figura decidirá (a costa de su propia vida) al termino de los conflictos mantener el mismo trato con los descarriados estados rebeldes. Toda la guerra es presentada con los mecanismos y momentos que habrían de hacerse célebres en el cine épico: el llanto de los que se quedan en casa mientras que los que están en acción protagonizan los momentos de batalla más sobrecogedores. El concepto de Griffith es genial al darle respiro a su historia con la alternancia de ambas caras de la guerra, con sus personajes a la expectativa en los interiores para luego pasar al campo sacudido por la guerra y visto desde diversas distancias para alternar muestra visión del gran hormigueo humano en el paisaje o para contemplar alguna hazaña de leyenda en la vanguardia.
La historia ya escrita habrá de desarrollarse tal como la conocemos pero con una opulencia pocas veces vista. El regreso y la reconstrucción es el episodio en el que las verdades oficiales serán dejadas de lado por Griffith para darnos a conocer su aparentemente reaccionaria ideología. Stoneman avala la toma de poder por parte de los negros, la minoría que a partir de ese momento asumirá el control bajo la presencia siniestra del mulato Lynch. Griffith asume este momento como el de la barbarie (aunque aclarando la distancia tomada de ella). La guerra al parecer no habrá todavía de concluir para los vencidos. Se ha discutido mucho acerca de esta posición, llamada racista sin más, por parte del director en todos esos momentos en los que se presenta a los libertos como caóticos e insolentes pandilleros (basta ver la secuencia de la sesión de representantes). Más allá de lo explícito el sentido que le da es más complejo, se refiere a un momento en particular en el que la organización probablemente estuvo en manos poco preparadas a las cuales (quiérase o no ) debía aleccionarse. Como bien sitúa al comienzo de la cinta “en el momento en el que desembarcó el primer negro se instauró la semilla de la desunión”. Presunciones al vuelo habrían de evitarse para mirar con atención que bien puede interpretarse la afirmación como la aparición del hombre como propiedad (identificado en la raza negra) sembrando la desigualdad que finalmente desemboca en los resentimientos. Fue ello acaso el motivo mayor de la guerra que estuvo a punto de separar a su nación incluso poco después de finalizada.
Este otro momento convoca a otra guerra encabezada por Ben, envuelto en los blancos uniformes del Ku Klux Klan surgido como la respuesta ante la anarquía. El ejercito de enmascarados habrá de enfrentarse a esta nueva aristocracia encabezada por Lynch en el momento culminante más extraordinario y repetido miles de veces desde entonces. El montaje en paralelo nos muestra el avance del clan, el caos en la ciudad y el asedio de la familia Cameron en la cabaña. La mano maestra de Griffith se luce en este brillante cierre para su épica. Corolario de su visión y anhelo de la unidad de su nación que más allá de verdades oficiales, seduce por su autentica vocación de espectáculo, con el objetivo fundamental de emocionar al espectador. Ninguna ficción es tan grande como cuando lo consigue.
Jorge Esponda
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