16 Blocks
Dir. Richard Donner | 105 min. | EE.UU.
Intérpretes:
Bruce Willis (Jack Mosley)
Mos Def (Eddie Bunker)
David Morse (Frank Nugent)
Jenna Stern (Diane Mosley)
Estreno en Perú: 24 de agosto del 2006
Bruce Willis se alista nuevamente en una heroica misión, pero lo hace bajo circunstancias y con voluntades distintas. Luce acabado paseándose por una Nueva York todavía bullente que parece inspirarle remordimientos (como si hubiera reclamado infructuosamente su presencia el 11 de setiembre). Se convierte entonces en Jack Mosley, un policía al borde de la jubilación, cansado de toda una vida de ideales olvidados al primer tramo y sacrificados por las circunstancias y la maldad imperante adentro y afuera. Todo aquel torbellino del mundo que lo ha relegado a la posición de asalariado fantasmal que se pasea más por bares que por la oficina al menos. Personaje bien delineado que se convierte en el motor de esta buena película de reaparición del taquillero Donner. Quiéralo o no el destino enfrentará a Jack una vez más ante el impulso y desgano vital pugnando dentro de él como último llamado al abordaje de la dignidad.
El viaje será propulsado por un caso de corrupción policial en el que cumplirá el papel de deliverer. Trasladando hacia la corte al insignificante Eddie (Mos Def) caerá en cuenta rápidamente que se trata de alguien más valioso y por ello peligroso para el sistema y el orden que hacen su pequeña comunidad de trabajo y amigos. El pequeño delincuente será el gran testigo en un caso que compromete a más de un compañero importante a los cuales tendrá que poner rápidamente en la misma balanza que este desconocido. Impulso que su mitología de héroe apuntará hacia el lado correcto y por ende el más difícil. De ahí en adelante la película se transformará en una tensa cacería por estos peligrosos perturbadores del orden que requerirá el apoyo de toda la división policial de la ciudad. Richard Donner no tiene por nada el oficio de varias películas encima y acude a las fuentes del mejor cine policial (con Siegel y el Eastwood de The Gauntlet a la cabeza) para desarrollar la aventura final de este héroe de las calles con la energía suficiente de su última reclama de justicia.
El tour por la ciudad incluirá edificios multifamiliares, cocinas de exóticas etnias (tan superpobladas como las veredas de raudos andares que le hacen eco) y un autobús repleto de inocentes sufrientes de este choque de lealtades e intereses. Casi como un anti Speed hace que este bus haga un giro en su ruta para romper esa gran y potente barrera que tendrá enfrente para poder llegar al edificio que simboliza (aún) los conceptos de igualdad de derechos y fiscalización de las instituciones establecidas. Y dentro de las paredes de ésta todavía pueden encontrarse sorpresas.
Willis compone uno de sus mejores papeles, algo tal vez desconcertante para sus fans. Sin alejarse al espíritu cínico de sus personajes anteriores se reviste de una aureola más vulnerable (y por ello mismo más creíble) casi como asumiendo su verdad incontestable ante la ciudad de los rascacielos ya no tan segura de su superioridad y aislamiento ante el verdadero horror. El tránsito por estas 16 cuadras gigantescas y caóticas se convertirá en el pesado trajín de cargar con todas las culpas de la corrupción absoluta y el disimulo de los crímenes. Certeza que impulsa esta última carrera por redimirse bajo los ropajes de villano a vista de todos los demás (notable la secuencia en el solitario bar). El pero tal vez venga de parte de un guión que se vuelve al final más didáctico y correcto que los recursos sacados de la nada por Mosley. Ello sin embargo no desmerece notoriamente la película sustentada bien en la dinámica de acción continua.
Richard Donner en cierta medida corre muchos riesgos con esta, una de sus mejores películas, empezando por el perfil de su protagonista y pasando por toda esa visión decadente de la ciudad que nadie quisiera ver muerta. Luego de otros divertidos taquillazos como la serie Lethal Weapon, resulta casi una cinta resumen y de madurez a su estilo. El riesgo asumido con un rostro no tan llamativo para el público como otras veces ha devenido en un discreto resultado financiero que era de esperarse. A Willis todavía resulta difícil verlo pintando canas, con rostro de resaca total y rengueando pero ese no es impedimento para ser tan heroico como el indestructible John McCLane y sus continuaciones. Tan sólo se trata mirar bien y reconocer a algún desconocido de la vida diaria apenas alzando la voz para reclamar ante los asumidos abusos de los villanos de ambos lados del écran.
Jorge Esponda
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