Dir. Israel Adrián Caetano | 117 min. | Argentina
Intérpretes:
Rodrigo De la Serna (Claudio Tamburrini), Pablo Echarri (Huguito), Nazareno Casero (Guillermo Fernández), Lautaro Delgado (El Gallego), Matias Marmorato (El Vasco), Martín Urruty (El Tano)
Estreno en Perú: 17 de agosto del 2006
El espinoso tema de la dictadura militar en Argentina ha sido motivo de un sinnúmero de películas de todo tipo. Un género al que sorprendentemente no se había acercado es al terreno tenso y febril del thriller. De ello se encarga esta vez Israel Adrián Caetano quien inserta sin problemas el estilo de género a una anécdota digna de la más enfática denuncia. Un grupo de jóvenes de distintas procedencias hará viaje de obligada penitencia a la mansión Seré, vetusto escenario que servirá de centro de operaciones clandestino a las fuerzas paramilitares. Anfiteatro del horror en el cual la denuncia será trastocada por la dinámica del género. Caetano hace un ejercicio de suspenso que sin desligarse de la condena absoluta, prefiere concentrarse más en ese grupo desconcertado y su interacción ante esta contingencia. Es tal cual se titula, la crónica de una fuga. Buena expresión de un subgénero apasionante que el director sabe sazonar en su particular contexto.
Caetano es un director aplicado y de talento que ha sabido acomodarse en un preciso balance entre el cine de géneros, de estilos y códigos definidos pero también de unas características que intentan ir más allá de la tradición. De ello da cuenta Un oso rojo y especialmente la estupenda Bolivia. En esta nueva película consigue desligar la temática de denuncia de la tiesura de una drama social para volcarse a un relato desde el principio tenso y envolvente.
Estamos en Buenos Aires, un día cualquiera del año 77. Claudio, un joven arquero de fútbol, es arrestado sin mediar mayor explicación y llevado hasta la decadente mansión que fungirá de tenebroso hogar a partir de entonces. Su desconcierto y temor por lo que habrá de ocurrir a cada instante, con sucesivas amenazas, interrogatorios y torturas son el centro y cuerpo mismo de la película. La densidad es manejada con eficacia por el director a través del proceso de descubrimiento y hasta cierta adaptación a este confinamiento en el que en cualquier momento puede estallar la violencia como sumiéndolos en un mundo aparte, llevándolos a la pesadilla más que despertándolos a la realidad (casi inspirada en la tenebrosa mansión y sus habitantes en Saló).
El interés de la cinta radica en la eficacia narrativa de este escenario más bien preciso para la introspección pero convertido en escenario para la aventura más grande de una vida y libertad despojadas, el mayor bien de la existencia. El reconocimiento que Claudio (interpretado por el siempre acertado Rodrigo De la Serna) hace poco a poco de su entorno lo llevará a encontrarse en medio de una hermandad más unida por esta terrible circunstancia que por ningún lazo de sangre.
Caetano modula bien su historia en parcos pero precisos momentos, no hay necesidad aquí de discursos o referencias mayores a la particular historia de la dictadura argentina. El contexto apenas señalado por lo más básico le permite irse a sus anchas por el camino de la inquietud creciente ante la posibilidad del escape. No busca para nada ser original si por ello se entiende llenar la historia de trampas y giros. Lo que le interesa al director es la dinámica o resolución de una anécdota hasta cierto punto predecible.
La atmósfera enrarecida y cada vez más insoportable, en lo que en un principio parecía una escala temporal, arrastrará a los compañeros de encierro a tomar el camino de tantos otros desesperados que el cine nos ha presentado y que sea cual fuere sus móviles o culpas deberán dejar de lado cualquier otra ilusión o quimera en pos de recuperar la negada muralla de la seguridad. Como decía Claudio al comienzo del film “lo que falta aquí es la unidad de un equipo”, sentencia única en la que se revela algo de la posición del realizador ante la historia del gobierno militar. Es la unidad la que puede sacar adelante un proyecto tan imposible en apariencia pero que a golpe potente se hace un camino en medio de la oscuridad y el desamparo. Los desprotegidos camaradas inician entonces una desesperada carrera de postas con el gran objetivo en común memorizado traumáticamente. Es la frialdad de una madrugada la que contempla su salida de la mansión Seré para iniciar otro penoso viaje: el exilio lejos de los tentáculos del poder aún potentes por varios años más. Todos los motivos se ven potenciados por esta lograda parte final en la que Caetano demuestra ser uno de los nombres más oficiosos y solventes el cine argentino. Esta crónica es buena muestra de ello.
Jorge Esponda
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