Oldboy
Dir. Chan-wook Park | 120 min. | Corea del Sur
Intérpretes:
Min-sik Choi (Oh Dae-su)
Ji-tae Yu (Woo-jin Lee)
Hye-jeong Kang (Mi-do)
Dae-han Ji (No Joo-hwan)
Dal-su Oh (Park Cheol-woong)
Byeong-ok Kim (Mr. Han)
Estreno en Perú: 12 de octubre del 2006
Rápidamente el cine coreano ha logrado gran notoriedad y éxito más allá de sus fronteras. Consecuencia no sólo del enorme suceso con su propio público sino sobretodo con la calidad que lo ha colocado entre los más interesantes de los últimos años. Dentro de su propia cinematografía ya se destacan varios nombres y entre ellos se encuentra definitivamente el de Chan-wook Park gracias a esta película, verdadera elegía alrededor de la venganza. Búsqueda extrema y en verdad incierta por saciar aquella sensación tan visceral y que es desarrollada con igual pasión y detallismo por el director. Oh-Daesu, el protagonista, transitará por el extraño y peligroso camino que en esencia caracteriza al film noir, pero contaminado por la indistinguible apariencia de la realidad y la pesadilla cuando se esta en extrema vigilia. Nos encontramos en el terreno del absoluto lirismo y que con toda la apariencia de un film del mainstream nos es entregado en una narración envolvente y de bullente talento.
Oh Dae-su es el castigado protagonista de esta historia a quien se le someterá al suplicio del encierro. Trance prolongado en el cual no quedará más espacio para la introspección. ¿Quién? ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Por qué? Son acaso las preguntas de rigor pero no las únicas. Estamos ante la mirada y percepción personal del protagonista enriquecida con toda una gama de recursos. Estancia solitaria negada con desesperación pero poco a poco asumida para dar paso al orden y al creciente deseo de venganza caminando juntos, menos no habría de esperarse. Pero la película sustenta su valor en el trepidante ritmo que acompaña su adolorido y rabioso pesar. Quiera entonces que por cansancio o tarea cumplida, Oh Dae-su se vea libre casi como despertando de un intenso sueño para imbuirse en la realidad trastocada en pesadilla por su obsesión. El viaje entonces toma la forma de un film de acción movilizada por un antihéroe en la mejor tradición del manga (del cual proviene).
Chan-wook Park parece más que interesado con el tema de la venganza y de ello da cuenta desde su interesante film anterior: Sympathy for Mr. Vengeance, pero en Oldboy desarrolla con mayor plenitud el asunto. La película se tiñe totalmente con la explosión violenta de este deseo incontrolable (tanto como de querer “comerse un ser vivo” según dice y practica el protagonista en una de las más célebres secuencias). Cada paso de su investigación será un cataclísmico trance (particularmente aquel plano secuencia de la lucha con la banda de los secuestradores). Es una fantasía destructiva y eufórica pero a la vez triste. La mirada del espectador siempre se encuentra atenta y entusiasta por el cumplimiento del furioso juramento del héroe, pero a cada vez que vamos avanzando con Oh Dae-su nos damos cuenta que esta orientación se vuelve cada vez más borrosa, más compleja de lo que aparentaba. Es cuando conocemos por fin el rostro del enemigo: Lee Woo-jin, obsesionado tanto o más que el propio héroe y que a partir de entonces se convertirá en más que siniestro demiurgo de un plan perverso, en su compañero de viaje. Punto en el cual, como en la mejor tradición del cine criminal, la ambigüedad se apodera del film.
La búsqueda dentro de su itinerario vital hará que Oh Dae-su caiga en cuenta de su propia maldad; y su tránsito y castigo como el ser maldito que es. El episodio que motivó toda su penitencia (cuyo momento de revelación es uno de los visualmente más intensos) resulta ser tan ínfimo como para que lo haya enterrado en su memoria reservada para otros de mayores y terribles consecuencias. Ínfimo momento para el ahora oldboy pero esencial para el también torturado Lee Woo-jin, quien no ha dudado en usar todos los (abundantes) recursos a su disposición para satisfacer su muy estudiado y acariciado sueño de venganza a toda costa. Ambos se encuentran movilizados por el deseo oscuro atorado en las entrañas y que los llevará inevitablemente a reconocerse como hermanos gemelos. En lo alto de la torre donde el solitario y encerrado príncipe ha concebido su plan. Cuentas saldadas (previo sacrificio) con el tiempo que al final nos dejan con la grave y nada complaciente sentencia de que tras la voracidad satisfecha solo queda la desolación. No hay lugar aquí para la redención por la única vía que han elegido ambos.
Pero quiéralo o no, el plan de Lee Woo-jin le ha otorgado la gran posibilidad a Oh Dae-su casi como regalo final y es que la dulce Mi-do le ofrece a ambas bestias la posibilidad de la satisfacción de sus deseos tanto como la felicidad al torturado protagonista de esta aventura. Posibilidad alterna que el romanticismo desaforado y fascinante del realizador no se molesta en entregarnos para dejar nuevamente el camino abierto como lo seguirá teniendo la vida misma. Emoción que deja impresa en la sonrisa siempre forzada y temblorosa de Oh Dae-su que se nos revela insólitamente en el rostro de este actor de temple que es Min-sik Choi. Clavado a mucha distancia que se tomó Chan-wook Park y que dio como fruto esta estupenda y electrizante cinta de principio a fin.
Jorge Esponda
Deja una respuesta