Ju-on: The Grudge 2
Dir. Takashi Shimizu | 95 min. | Japón
Intérpretes:
Noriko Sakai (Kyoko Harase)
Chiharu Nîyama (Tomoka Miura)
Kei Horie (Noritaka)
Yui Ichikawa (Chiharu)
Shingo Katsurayama (Keisuke)
Estreno en Perú: 26 de octubre del 2006
Siguiendo la línea impuesta por Ringu, y varios dispersos antecedentes, es que el director Takashi Shimizu concibe esta exitosa serie, recapitulación muy a su estilo del cine de fantasmas y encantamientos. El concepto de la primera película (que en realidad tiene dos predecesoras en formato amateur) continúa siendo el mismo. Las diversas perspectivas de los personajes tienen en común un encuentro en una casa maldita. Escenario en el que vemos representado el viejo temor sobre los lugares malignos que por más relucientes que puedan parecer conservan como ecos interminables, los rastros del mayor de los crímenes.
Tal como la primera película estamos ante un ejercicio bastante libre, una narración en abanico que nos presenta a los más diversos personajes, quienes sin saber cómo, se encuentran bajo el influjo de lo sobrenatural apenas insinuado por una silueta vista de reojo o un frío viento rozando la nuca. Solo uno de ellos caerá en cuenta que las misteriosas muertes y desapariciones están relacionadas con la misteriosa casa a la cual llegaron para realizar una reportaje. Presenciamos entonces una autoconsciente alusión a la propia labor del cineasta especializado en el cine de miedos, acaso los mayores y primarios, la oscuridad, la soledad, la muerte como los que habrán de rodear a cada uno de los superados y despreocupados intrusos (como el mismo Shimizu y su equipo para realizar su film).
Es así como contemplamos el misterioso encuentro de la bella Kyoko con esta maldición en plena carretera de noche (escenario común y silvestre de tantas ficciones similares). Shimizu entonces empieza a contarnos este relato deconstruído (incluso más que el anterior) a través de sus diversos personajes (víctimas), para confluir como siempre en un punto en común, en el que caerán los pocos que tomen conciencia de que han atravesado el portal de lo sobrenatural. Es su, hasta cierto punto, arriesgada estructura lo que hacía de la película anterior una curiosa “aparición” dentro del género y que le valió la llamada del lejano Hollywood para reprocesarla. Esta secuela conserva la línea episódica y dispersa, pero a pesar de que haya perdido algo de la sorpresa nos deja con la sensación de representarse a sí misma como un diario de incidencias (el diario que pueda llevar la maldita Kayako), casi como una rutina de la “vida” diaria.
Es entonces que se suceden las apariciones de estos seres tristes y furibundos, madre e hijo vagando en busca de la satisfacción de una sed incapaz de calmarse como el mismo impulso que les arrancó la vida. Momentos de horror abruptos y repentinos que resultan acaso la mayor atracción de la cinta y que se desenvuelven con cierto talento del que carecen otros efectismos como los típicos golpes de puerta y demás artificios del soundtrack. Resultan mucho más convincentes aquellos desesperantes y cada vez en aumento quejidos como gritos ahogados que anuncian la aparición de la maldita ama de casa, en busca de nuevas almas o en desesperada búsqueda de ayuda. Es en estos instantes que se crea una verdadera tensión alrededor de la inútil espera o huída de cuanto señalado se encuentra a su paso. A ellos es a quienes, antes de hacerlos instrumento de su karma, les mostrará su tenebrosa mirada, la última que quedó registrada, su última mirada de auxilio ante la maldad desatada.
Tradición del horror oriental que le otorga una apariencia especial a estas irrupciones de lo fantástico que ya hemos visto más de una vez en el cine del oeste teniendo a The Sixth Sense como el último emblema. La broma de hacerlos surgir en medio del mundo del cine es la malévola e irónica carga que lo emparenta con Wes Craven, dándole el remate a su monstruo preferido en New Nightmare. Solo que de esta no se salvan ni camarógrafos, maquillador, guionista, director y la misma actriz protagonista. Todos ellos son la conjunción que habrá de concebir a este ente devorador de la taquilla.
Jorge Esponda
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