Snakes on a Plane
Dir. David R. Ellis | 105 min. | EE.UU.
Intérpretes:
Samuel L. Jackson (Neville Flynn)
Julianna Margulies (Claire Miller)
Nathan Phillips (Sean Jones)
Rachel Blanchard (Mercedes Harbont)
Flex Alexander (Three G’s/Clarence Dewey)
Estreno en Perú: 26 de octubre del 2006
Casi como queriendo sacarle el jugo a fórmulas relamidas es que los realizadores de esta película se han propuesto, al punto de jalarse los pelos, concebir la más extravagante aventura en la que confluyan el policial, cine de horror y el de catástrofe, todo en un solo paquete en el que todas estas tendencias sean indistinguibles. El director Ellis se ha vuelto experto manejando este tipo de proyectos (como la segunda película de Final Destination y Cellular). Lo sorprendente es como se las arregla para resultar tremendamente divertido y hasta coherente. En esta ocasión nos presenta una trepidante y hasta casi burlona versión de United 93. Aquí los desprevenidos pasajeros de un aparente viaje de regreso a través del “pacífico” se enfrentarán a la mayor de las amenazas: una horda de atacantes que para el caso no poseen mayor ideología o ambición que la de saciar sus instintos.
El punto de partida será el traslado que un agente (siempre deportivo Samuel L. Jackson) debe hacer a un testigo clave para desenmascarar a una mafia. Viaje que habrá de realizarse con todas las comodidades, casi como fin de vacaciones en la exótica Hawai. Es la antesala de lo que todos quieren ver, pero que antes tiene que recurrir necesariamente a la presentación de los diversos personajes que integran el vuelo así como de estos polizontes rastreros colocados para ponérsela difícil al héroe. Presenciamos los preparativos como en la celebrada cinta de Paul Greengrass pero pasada por la humorada, sin llegar a la chacota de Airplane. Hechos los saludos y develados los distintos caracteres es que se habrá de desatar el conflicto en pleno vuelo. Las serpientes vienen a imponer las reglas bajo sus amenazantes colmillos para dejar a sus contrincantes con la disyuntiva y sus mutuas discordias en segundo plano.
La película tiene la virtud, rara vez aplicada con precisión, de no tomarse muy en serio (claro que no con el cinismo de otros que ponen pecho a lo que sea que hayan hecho). En sí ¿qué es lo que necesita un proyecto como este? ¿Acaso solemnes explicaciones alrededor de la gran farsa? Lo único bajo lo cual se guía sabiamente es en hacer dinámica y tensa la estrafalaria ceremonia. Ellis es consciente de que su argumento puede ser muy bobo en el papel pero es la alquimia de su transcurrir audiovisual la que realmente va a transformarla en una experiencia. Conceptos no muy lejanos al gran maestro Howard Hawks (que también está presente en la obra de un cultor de lo fantástico como John Carpenter), quien como pocos sabios en el cine supo hacer de las solapadas burlas y sacadas de lengua su marca de estilo. Un cine infravalorado como simple entretenimiento (con toda justicia en el repetitivo panorama actual) pero que tiene muchos más valores de los que aparenta.
Las serpientes a bordo pueden hacer reír tanto como asustar (eso depende de las sensibilidades de cada quien), están como protagonista de un film hecho a su medida. No hay que buscarle más a este film. Lo que llama la atención es su ritmo y cierto descaro, como la imposible película que Luis Llosa hubiera hecho con autentico sentido del humor y la acción. Ellis es un director consciente y hasta intuitivo de la lógica interna de una película de este tipo, sabe que aunque prime la diversión debe existir una ligera densidad (por decirlo de alguna manera), cierta corrección en la construcción de sus personajes y hasta cierto aire transgresor (en la medida que la industria se lo permita).
El resultado es una cinta que muchos no dejarán de mirar por lo alto o tal vez evitarán, pero bien vale echarle una mirada a su nivel y descubrir que sus mecanismos no son tan mercenarios como los del promedio. Al menos su dinámica y humor revelan a su director como un simpático continuador de la tradición del cine norteamericano (ajeno a los cultivados en la estética del videoclip), por lo menos el gran Hawks hubiera soltado una sonrisa.
Jorge Esponda
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