Esta semana, los críticos nacionales se han abocado casi al univoco a reseñar dos películas de la cartelera: Niños del hombre de Alfonso Cuarón y Escondido (Caché) de Michael Haneke. Lo cual podría decirnos que están coludidos o sincronizados; o que la cartelera peruana tiene pocos títulos que destacar, debe ser lo segundo. Veamos las reseñas de esta semana, comenzando por la película del mexicano Cuarón:
Alberto Servat destaca el conjunto de Niños del hombre en El Comercio:
«Niños de los hombres» es una película que cumple de comienzo a fin con sus intenciones. Es decir, llevarnos por una serie de situaciones capaz de exaltarnos, conmovernos e incluso entretenernos. Es más, su advertencia sobre nuestro autoaniquilamiento no deja de ser contundente, aunque no resida allí el principal valor del filme. «Niños de los hombres» cumple con sus principales cometidos. Estremecernos, enfrentarnos a los abismos a los que el hombre parece estar dispuesto a llegar y, convencernos que estamos frente a una gran película, aunque no lo sea.
Mientras Enrique Silva de Correo explica la película de esta manera:
En Niños del hombre, Cuarón ensaya el proyecto personal con una mayor ambición, se atreve a plantear una road movie futurista de visión apocalíptica y sale airoso al lograr darle la dinámica suficiente a un relato que también tiene de drama social y de cinta bélica. Cuarón se sirve de una muy funcional cámara en mano que sigue de manera agitada a los personajes, (…) logrando por momentos un elevado grado de tensión. Es verdad que el relato se siente a ratos algo errático, pero eso no impide que se siga con sumo interés.
De Escondido todos coinciden en que es una gran película, en los medios escritos, se la ha reseñado así:
En Domingo, de La República, Federico de Cárdenas la cataloga como una obra maestra:
Escondido (el título encuentra un uso múltiple en la historia) es sobre todo un filme sobre la culpabilidad: ese secreto ominoso que subyace olvidado o apenas recordado en el pasado más normal y que súbitamente aflora, revelando abismos formados por pequeñas o grandes mezquindades. (…) El austriaco nos obliga a completar la historia y nos coloca en la misma posición del espía. En el fondo, no interesa quién graba y envía los videos. No hay soluciones fáciles a un ciclo que acaso prosigue. Debemos terminar, pero no sin antes decir que Escondido nos parece una obra maestra.
Ricardo Bedoya en su columna en El Dominical reflexiona sobre Caché y sus relaciones con el género del thriller:
Escondido trata de las amenazas de la imagen y de cómo ella puede crear conflictos, insinuar sospechas, desarmar seguridades, desencadenar lo siniestro, es decir, las consecuencias de aquello que no debió revelarse y se descubrió de pronto. La esencia del thriller está allí. Hay una persecución y el personaje principal trata de resolver un enigma. La normalidad se rompe por un hecho inesperado, y a partir de ese momento lo cotidiano se transforma: los timbres del teléfono o de la puerta de la casa familiar se tornan
signos ominosos. Pero Michael Haneke desmonta la idea central del thriller tradicional: no intenta descubrir la identidad del autor de la amenaza, sino de mostrar al amenazado en todas sus paradojas.
Y Sebastián Pimentel, en Somos, se plantea muchas preguntas:
[Escondido] es una perturbadora indagación en la psique de estos personajes, sobretodo en la del culto y conspicuo Georges […] ¿Georges es una víctima de la culpa infundada o un victimario que se hace más letal en la medida que pretende negar su culpa?, ¿qué lapidario desprecio se articula entre las clases sociales, ¿qué se juega realmente entre una clase y otra?
La semana pasada, nos habiamos olvidado de Isaac León, que escribe en La Primera, por eso esta vez lo tenemos por partida doble. Primero con su reseña a la cinta del alemán Haneke, de la cual destaca su clima ominoso:
Pero la forma en que se abordan las situaciones es muy distinta a la habitual. Tanto por el tratamiento audiovisual como por el hecho de que la amenaza se abre a una dimensión inicialmente insospechada que tiene que ver con el pasado del conductor y que poco a poco va desorganizando los supuestos iniciales que maneja el espectador e instalando un tono mucho más perturbador que el del comienzo. Como si la negación del pasado que irrumpe de manera sinuosa quisiera imponerse a toda costa, aún en medio de la tensión.
Y su crítica a El custodio, de esta semana que está pasando, donde nítidamente destaca su protagonista:
En el centro del relato está el personaje de Rubén, interpretado por Julio Chávez de manera notable. Chávez compone a un personaje cuya existencia parece abocada únicamente a la seguridad del ministro. Un personaje de apariencia neutra, que si se hace notar es porque los planos lo muestran sólo atento a su labor profesional, la que ejerce de un modo casi excluyente, como si no tuviera otra cosa que hacer en la vida. El custodio es otro logro del cine argentino, y si no fuera por la discutible escena final, resultaría aún mejor de lo que es. Su tratamiento de los espacios, en su mayoría tan anónimos como el protagonista, la frialdad cromática y el ritmo distendido son otros aciertos que cabe destacar en el balance del filme.
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