Coraje (2004), del director cajamarquino Héctor Marreros, es un mediometraje que narra la historia de un amor prohibido con un trágico desenlace. Fue exhibido en el CC CAFAE-SE, el pasado jueves 1 de marzo.
La narración transcurre en una hacienda de Cajabamba, un peón fornido, primogénito de una familia de pongos recibe una trágica noticia de labios de su madre: su padre ha muerto y por lo tanto ha llegado el momento de sucederlo en las tareas de la hacienda.
El nuevo peón, ni bien introducido a su nuevo lugar de trabajo, conoce a la hija del hacendado. El peón la ayuda a liberar su vestido, preso en un rosedal, a la vez que la obsequia con una bella rosa. La joven simpatiza instantáneamente por él, empero ésta amistad le costará caro, pues una vez acusado por su superior, recibirá una paliza monumental que servirá de ejemplo para todos los empleados.
Ni el padre ni el compromiso con un novio conseguirán alejar a la jovencita del amor que siente por el peón, decidiéndose finalmente a abandonar a su familia y renunciar a su clase latifundista para escaparse con el sirviente. Luego, así como sucede en el cuento Ushanan Jampi de Enrique López Albújar, los rebeldes se refugian en la naturaleza, en las montañas, para resistir contra el orden opresor hasta las ultimas consecuencias.
Coraje, tercera película de Marreros, a pesar de las limitaciones técnicas consigue trazar una narración eficiente haciendo uso del lenguaje cinematográfico canonizado por Griffith: buena continuidad, montaje invisible, narración paralela, plano / contraplano, además de la representación naturalista por parte de los actores.
Saludo a Marreros tras haber visto dos de sus producciones y comprendo el esfuerzo empleado para sacar adelante sus cintas, empero no puedo dejar de percibir la sumisión del lenguaje de las mismas frente al régimen de un cine narrativo calificado por Christian Metz como moderno (En sus ensayos sobre La significación en el cine), en oposición a un cine postmoderno que surgió de la mano de la Nouvelle Vague, que buscaba precisamente quebrar con el ilusionismo de Hollywood.
Así como Glauber Rocha, cineasta brasilero, director de Dios y el diablo en la tierra del sol (1964), destacó en el Manifesto da Fome (Manifiesto del Hambre), que las limitaciones técnicas y económicas eran características endémicas del Cine del Tercer Mundo y éstas quedaban impresas en el acabado de las películas, tornándose marcas propias de la estética de ese cine. ¿Es posible que los cineastas peruanos como un todo, no apenas los del interior del país, aprovechemos las limitaciones presentes en nuestras producciones y las convirtamos en virtudes?
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