Borat: Cultural Learnings of America for Make Benefit Glorious Nation of Kazakhstan
Dir. Larry Charles | 84 min. | EE.UU.
Guión: Sacha Baron Cohen, Anthony Hines, Peter Baynham y Dan Mazer.
Intérpretes:
Sacha Baron Cohen (Borat Sagdiyev)
Ken Davitian (Azamat Bagatov)
Luenell (Luenell)
Estreno en Perú: 8 de marzo de 2007
Borat fue una oportunidad perdida. Su protagonista se empeñó en sacar lo peor de mucha gente y vaya que lo logró. Pero en eso no hay ningún mérito, cualquiera puede hacerlo si se porta como troglodita. Borat no nos ha mostrado la cara oculta de esa Norteamérica prejuiciosa (aunque algo de eso haya también); simplemente ha demostrado que de cualquier sociedad del mundo uno puede sacar lo peor si se es vulgar y a extremos escabrosos.
Borat: una oportunidad perdida
A principios de los noventa solía emitirse en el Perú una serie televisiva llamada Dos perfectos desconocidos (Perfect Strangers, conocida también como Primos Lejanos en países como España), uno de cuyos protagonistas era Balki Bartokomous (Bronson Pinchot), campesino originario de la imaginaria Isla de Mypos, la que por el nombre siempre se me antojó que bien podría ser griega, aun cuando Balki hablara en el doblaje al castellano con un acento más propio de algún país de Europa del Este o de Rusia o de la que ahora sería alguna ex república soviética como Kazakhstán.
Recién llegado a Chicago, Balki se hospedaba en la casa de su primo Larry Appleton (Mark Linn-Baker), periodista ya asentado en esta ciudad que se suponía le enseñaría a su aldeano pariente la nueva realidad que enfrentaría. Pero Balki tenía una candidez que le brindaba una suerte de sabiduría de la que el citadino primo Larry siempre tenía mucho más que aprender. Es más, era como si a Balki dicha candidez le abriera puertas a veces totalmente impenetrables para Larry. Y es que Dos perfectos desconocidos era una serie que hacía reír, que nunca aburría, que siempre dejaba un mensaje, pero que nunca hería la sensibilidad de nadie… Y hasta uno terminaba imaginando que si Mypos existiera bien podría tener habitantes así de entrañables como Balki.
Recuerdo al personaje de Balki, porque por alguna razón lo asocié con el protagonista de Borat, Borat Sagdiyev (Sacha Baron Cohen), periodista de la televisión pública de Kazakhstán que viajó a Estados Unidos para realizar un reportaje sobre ese país. Sólo que Borat Sagdiyev era un Balqui perverso, al que si debiéramos considerarlo como representante de los habitantes de esta ex república soviética, pues ningún favor le haría a éstos.
Ya antes de ver esta película tenía una idea de su argumento. Ya sabía que Borat había sido tan criticado como ovacionado por ser todo lo políticamente incorrecto que podría serse y más: racista, antisemita, machista y todos los adjetivos terminados en -ita que podamos imaginar…
Pero en principio la idea no me pareció mala. Imaginé que tal vez se trataría de una suerte de Balki algo descarriado que buscaba hacerse el tonto, escudándose en su mal dominio del idioma y en su ignorancia como extranjero, para abrirnos una ventana al lado más sórdido y prejuicioso de ese Estados Unidos muy difícil de vislumbrar en los medios tradicionales.
También antes de ver este filme, suponía que este Balki de Kazakhstán tendría que mostrarse igual de prejuicioso para ganarse la confianza de sus entrevistados (aunque él no lo fuera), haciendo que éstos se quitarán la careta. Sí, en principio la idea no era mala, y quizás muy inteligente: ya reza el refrán que no es muy inteligente quien alguna vez no ha sabido hacerse el tonto (dicho sea de paso, en Dos perfectos desconocidos lo que más risa generaba era justamente como un actor tan hábil como Pinchot encarnaba de manera tan verosímil a Balki Bartokomus, quien era ingenuo pero no idiota, pues muchas veces mostraba más sentido común que su primo Larry).
A mí me gustan las comedias, y hasta este punto Borat me despertó expectativas… Pero una vez vista esta cinta, quedé decepcionado, y explico por qué.
Sucedía que Borat Sagdiyev no se hacía, era prejuicioso y tonto (que no es lo mismo que ingenuo, como ya anoté), y por si acaso no me refiero al actor sino al personaje, el que además se mostraba por momentos tan grotesco y obsceno que sacaría lo peor ya no de la más indeseable sino hasta de la más buena de las personas.
Hubo una escena donde él fue invitado a una cena organizada por una elitista familia sureña. En la mesa había un religioso protestante y unos distinguidos comensales que tal vez podrían tener sus prejuicios, como buenos sureños. En el trascurso de esta reunión, Borat se empeñó en intimidar siendo ramplón: pidió permiso para ir al baño y regresó sosteniendo una bolsa de excremento en la que supuestamente había defecado y, tras otros despropósitos (por decir lo menos), presentó como invitada suya a una mediatriz de color (y sólo lo habían invitado a él), pero dados los tantos despropósitos anteriores de Borat (por decir lo menos), si lo que quiso fue medir la reacción de sus anfitriones ante la presencia de una mujer afro-descendiente, pues no fue la mejor manera de hacerlo: o sea, lejos de querer reivindicarla a ella, más parecía querer usarla para fines sensacionalistas (y la escena era real, no había actuación de por medio). ¿Qué quería probar este supuesto periodista de Kazakhstán? ¿La intolerancia de sus prejuiciosos anfitriones? ¿Qué ellos eran unos sureños racistas? Si ésa fue la intención pues él pretendió hacer su denuncia social no de la mejor de las formas. Más bien parecía que se empeñaba en provocar a estas personas para que tuvieran un exabrupto. Y ellas obviamente no cayeron en el juego y se terminaron retirando de la reunión teniendo muchos buenos pretextos qué alegar para ello, sin poder necesariamente ser tildados de prejuiciosos.
El falso documental Borat fue una oportunidad perdida. Su protagonista, como ya sugerí, se empeñó en sacar lo peor de mucha gente y vaya que lo logró. Pero en eso no hay ningún mérito, cualquiera puede hacerlo si se porta como troglodita. Borat no nos ha mostrado la cara oculta de esa Norteamérica prejuiciosa (aunque algo de eso haya también); simplemente ha demostrado que de cualquier sociedad del mundo uno puede sacar lo peor si se es vulgar y a extremos escabrosos. Lógico: si mastico con la boca abierta y eructo en un exclusivo banquete, pues a nadie puedo culpar de discriminador si me expulsan. Y masticar y eructar eran cosas nimias en comparación a las finesas del protagonista de esta cinta.
Es más, ¿qué quería hacer Borat? ¿Una crítica social? ¿Un documental? ¿Una comedia? ¿Un reality show? ¿Una pésima comedia que quiso presentarse como documental? ¿Un pésimo documental que quiso presentarse como una comedia? ¿Un híbrido inefable entre documental, comedia y reality show? En fin, decidan ustedes, yo no lo tengo claro.
Con su desempeño grotesco ese personaje nunca logró un serio diagnóstico social del lado más oscuro y prejuicioso de Estados Unidos, sólo logró una caricatura de este país.
En suma, hay maneras mucho más inteligentes de ser políticamente incorrecto, si realmente se quiere desenmascarar al mundo de sus hipocresías camufladas tras la corrección política, pero Borat fue el perfecto ejemplo de cómo eso jamás puede hacerse. Es más, si Borat pretendió hacer una crítica social, pues ni el público más progresista o liberal se identificaría con él, éste más bien sentiría vergüenza ajena.
Definitivamente Michael Moore seguirá liderando ese nuevo género documental que pretende dar una visión crítica de esa Norteamérica de habla inglesa que hoy en día nunca veríamos en la CNN (y aun cuando los documentales de Moore son criticados por no tener la imparcialidad que originariamente poseía este género). Pero Borat no pasó de ser una buena oportunidad perdida para hacer algo más interesante.
Pongamos que esta producción pudiera ser interesante si entendiéramos a su protagonista como el desagüe por donde el norteamericano promedio desfogaría sus miasmas, atribuyéndoselos a alguien totalmente desagradable, al que u ovaciona o critica falsamente pero al que nunca muestra indiferencia. Es decir, Borat sería aquel en quien no pocos norteamericanos proyectarían sus propias miserias, las que nunca estarían dispuestas a admitir en público. En suma, Borat sería la catarsis de muchos que reprimen a su mono enjaulado dados los convencionalismos de una moral burguesa Pero ¿saben? Aun bajo esa lectura, Borat no terminó de convencerme, pues muchos de sus recursos fueron totalmente desproporcionados incluso para tales fines.
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