The Last King of Scotland
Dir. Kevin Mcdonald | 123 min | EE.UU.
Intérpretes:
Forest Whitaker (General Idi Amin Dada)
James McAvoy (Dr. Nicholas Garrigan)
Kerry Washington (Kay Amin)
Gillian Anderson (Sarah Merrit)
Simon McBurney (Nigel Stone)
David Oyelowo (Dr. Thomas Junju)
Fecha de estreno en Perú: 1 de marzo de 2007
La historia de Idi Amín, el funesto dictador de Uganda, es revisitada nuevamente por el cine a través de la ficción. El documentalista británico Kevin Mcdonald se empeña en presentarnos a este personaje controversial de la política del los años 70 y lo hace en forma de un cuento de aprendizaje e ilusiones derrumbadas, como muestra de un síndrome devastador a lo largo de la historia moderna del continente africano. El Idi Amín que interpreta Forest Whitaker es una figura que conocemos casi en plan de reportaje elaborado por un corresponsal extranjero a su gusto en un primer momento y a su pesar poco después. Se trata de un film aplicado y convencional pero bastante efectivo a la hora de presentarnos una perspectiva elaborada sobre los mecanismos del ascenso al poder en los “caóticos” países del castigado continente a pesar de ser vista a través de los ojos deslumbrados e ingenuos de un joven europeo que en este caso llega de vivir todavía la moda libertaria de la década anterior.
Recuerdo hace bastante tiempo haber visto un telefilme ya sobre Amín en el cual el tirano ugandés (interpretado por el efectivo Yaphet Kotto) lucía toda esa imagen elaborada por los medios que lo acercaban a una suerte de emperador a lo Star Wars, encarnación misma del demonio y de tantos maniqueos clichés que pueblan producciones destinadas a dejar sentadas certezas en las conciencias colectivas. Lo gracioso era que se tomaba tan en serio esta postura hasta resultar una especie de parodia de las cintas de pandillas abominables que incluso terminaba con la frase “y esta listo para volver a matar”. Sin que la desmerezca el hecho de que cualquier cosa podría haber resultado más inteligente que esto, la película de Mcdonald intenta ofrecer una perspectiva mayor a otras investigaciones anteriores, es una película ambiciosa que intenta abarcar la figura de Amin como líder distante pero también como el hombre que vive, se ensaña pero sufre con el caos que poco a poco se irá generando en su pueblo como enfermedad crónica de la cual él mismo es un de los factores condicionantes.
El ignoto guía que tendremos por este viaje es un escocés (se dice que esta inspirado en un verdadero participante de los acontecimientos) que representa la misma mirada del mundo moderno puesta en la asunción del mando del general. Nicholas Gerrigan (James McAvoy) reúne todas las características ideales del primer mundo a iluminar este último oculto en la jungla. Es un joven e idealista médico, pero que nos revela los afanes de diversión final que persigue antes de asumir los compromisos de la profesión en su natal Escocia. Personaje que por causa del azar se convertirá en uno de las personas de confianza del circulo de Amín. Con él iremos reconociendo a la película como un thriller político que poco a poco irá develando los entretelones del régimen al que se entrega en un primer momento como siguiendo las fantasías de transformar al mundo que llenaban a la juventud de aquellos días y que le abrirá las puertas de los más diversos privilegios. Es la clásica sentencia de que no todo lo que brilla es oro y que rápidamente envolverá a Nicholas en un espiral oscura y sofocante de traición y desconfianza hundiéndolo junto al último rey de Escocia, como se autodenomina Amín haciendo alarde de las estrategias de ascensión en las que participan los gobiernos más poderosos en este caso el británico. Mcdonald no olvida su formación documental y su vocación informativa aunque a veces ese afán demostrativos afecte el conjunto.
Pero el director es hábil como narrador y evita mayormente que la intriga tropiece en lo verboso o explicativo. Deja que la historia de la corrupción oculta al ingenuo protagonista (como al resto del mundo) se vaya develando progresivamente y en ello cuenta capitalmente la actuación contundente de Whitaker, el talento del actor nos convierte al odiado gobernante no sólo en el ser vil que se atestigua tanto sino también en un hombre encerrado y consumido por su entorno trastocado por la inseguridad y los vicios arrastrados por toda una vida. Matices bien integrados en esta suerte de Nerón corpulento que termina siendo víctima de sus propios excesos y a los cuales desea arrastrar consigo a su fiel escudero de piel blanca como si fuera de verdad su hermano de sangre, al menos hasta el inevitable conflicto que asume el rostro de la prensa y a su vez el mundo que comienza a verlo con desconfianza. Detonantes del guión que hacen de Nicholas y los pocos lúcidos en el palacio del rey (el doctor Junju o la bella Key Amín) las siguientes víctimas de ese desorden moral. Densidad que se vuelve brevemente notable en la secuencia del intento de huída de Key, la exhibición macabra y la posterior reunión de Nicholas y Amín contemplando la picara Deep throat en medio de la desolación total.
Tal vez sus tentativas por premios y por no lucir decididamente siniestra son las razones por las que los realizadores optan por sólo presentar una historia bien contada, objetivo que alcanzan bajo la tradición del buen cine de ficción de aquellas historias sobre la decepción padre e hijo que de alguna forma es la premisa. El círculo de vicio solo puede culminar de esa manera para distanciar a partir de entonces a las generaciones, otro gran tema que el cine tomó en esa época. La mutua confianza perdida entre los camaradas admirados en cierta manera uno del otro solo culmina, como debía de ser, en un desenlace cercano a Costa Gavras y varios otros especialistas del cine político a los que alude en su aspecto más asequible el cineasta escocés que de algún modo se abre paso rotundo en el mainstream con este viaje que tal vez a muchos puristas les resultará apenas turístico (como se lo imaginaba el mismo Nicholas), pero que revela un talento realmente a considerar a pesar del tamiz de la Fox searchlight.
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