Janghwa, Hongryeon
Dir. Ji-woon Kim | 115 min. | Corea del Sur
Intérpretes:
Kap-su Kim (Bae Moo-hyeon, padre)
Jung-ah Yum (Eun-joo, madrastra)
Su-jeong Lim (Bae Soo-mi, Janghwa)
Geun-yeong Mun (Bae Soo-yeon, Hongryeon)
Estreno en Perú: 8 de marzo de 2007
Esta cinta coreana se inspira en una tradicional historia que ya había sido llevada a la pantalla en 1956 cuando la cinematografía asiática estaba recién dándose a conocer al mundo. Con ciertas variantes estamos ante una historia de misterio alrededor de una familia en forzado proceso de reintegración. Las hermanas del título protagonizan un cuento de horror que se anuncia como una atractiva película de sorpresas, de revelaciones. Lo que encontramos inmediatamente es una cinta extraña en la que la búsqueda por desconcertar a toda costa surte casi siempre el efecto opuesto. A la vista de películas como Ju-on e incluso The Sixth Sense, intenta escribir su propio nombre en el espacio del género oscuro pero sin dar el paso con seguridad.
A las dos hermanas vamos a irlas conociendo a través de un largo flashback y dentro de un esquema que recoge nuevamente el de las historias siniestras, pero a la vez de nostálgicas a lo Jane Eyre o la hitchcockiana Rebecca. Tal vez el precedente al que más notoriamente se acerque es a The Others, la película del español Amenábar. Estamos en primer lugar ante una continuadora de los cuentos de fantasmas que han sido de lo más diversas en el panorama actual especialmente desde que Shyamalan y, a su propio estilo, Hideo Nakata se encargaran de devolverle cierto gusto y atractivo perdido. Dentro del vasto cine coreano, que hace rato se ha transformado en industria, hemos encontrado el gran atractivo de reconocer los más diversos y codificados géneros trastocados con habilidad además de haber formado a su estilo toda una línea de autores que ya se van imponiendo en el panorama internacional. Pero en esta cinta el director Kim Ji-woon asume de manera confusa esas posibilidades abiertas.
La casa del lago en la cual se desarrolla la historia toma el lugar de aquellos tristes castillos como los de las novelas británicas a las que intenta parecerse la película en un inicio. Es en esta parte del filme que encontramos los únicos momentos que nos causan la obvia curiosidad y necesidad de estar pendientes a cada detalle, cada posible pista que nos ayude a seguir una película que de antemano suponemos llena de vueltas de tuerca. A este apacible lugar regresan las hermanas que, en la mejor tradición, se enfrentarán con una madrastra con la cual no pueden llegar a entenderse, y que rechazará su llegada no tan secretamente. Hasta aquí podemos esperar un largometraje convencional es cierto pero que en una de esas retrabaje de manera inteligente y con las posibilidades de su particular contexto, todo aquello ya conocido. Lo que vemos es por el contrario un intento por retorcer aún más la delgada línea del artificio, originalidades que la terminan perjudicando notablemente.
Lo que vamos presenciando conforme transcurren los minutos es una película tan confiada en su golpes de efecto que se toma el tiempo en el juego de hipnotizar al público con sucesos que no parecen ir ni aquí ni allá y no es que se este creando un nuevo estilo y tiempo de narrar. La apenas esbozada presencia de un maldición como corolario al conflicto de las mujeres de la casa es dilatada en su intención de crear una atmósfera subyugante al espectador: el resultado es todo lo contrario. Lamentablemente, aunque no deja de tener un gusto especial, el filme resulta fallido en su intento de ser una fantasía alrededor de la decadencia y los fantasmas que la azuzan insidiosamente. El personaje del padre, casi inexistente, es el representante mismo de esa desintegración que se sucede entre los miedos infantiles y otros que no lo son tanto, hasta dar con la imagen del terror andante en un calco a la japonesa Ju-on. Entra entonces a tallar el componente esquizofrénico como queriendo hacer encajar el rompecabezas que casi a dejado al espectador más exhausto a causa de su laxitud que en su pretendida densidad.
La sensación de haber visto un espectáculo redundante se apodera de la gran mayoría e incluso para algunos el de la decepción. A la película le faltó mucho más que la intención de crear una nueva caja de sorpresas. Lo que se puede decir a favor es que su aire triste no es tan desdeñable como parece en un primer momento aunque esas sensaciones no sean suficientes para hacer de ella un producto perfectamente olvidable. Tal vez lo que sucede es que ante el tan interesante bombardeo del cine coreano y sus más diversas propuestas nos hemos creado demasiadas expectativas ante cada una de sus piezas que tenemos la oportunidad de tener en cartelera. Tal parece la venda que también cegó a los jurados de Sitges que llegaron incluso a premiarla como a la realmente insalvable Hard Candy, cosa de fan que las tenemos todos.
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