Dir. Duncan Tucker | 103 min. | EE.UU.
Intérpretes:
Felicity Huffman (Bree)
Danny Burstein (Dr. Spikowsky)
Maurice Orozco (Fernando)
Elizabeth Peña (Margaret)
Craig Bockhorn (Sergeant)
Kevin Zegers (Toby)
Jon Budinoff (Alex)
Estreno en Perú: 15 de marzo de 2007
La familia norteamericana vuelve a ser el punto de atención dentro del cine independiente así como el molde del road movie nuevamente se convierte en el ideal vehículo con el que el novel director Tucker nos presenta una cuasi almodovariana historia de lazos de sangre y extravagancias. La desconcertante Bree descubrirá que en su vida como Stanley engendró a Toby, la innecesaria estirpe que no sólo comparte con ella todo lo lejano del prototipo ejemplar de la santa institución social sino que puede hacerle perder la oportunidad de salir de su primera piel para convertirse en la mariposa que siempre soñó. Pero como en la línea del cine de aprendizaje ambos se darán cuenta que las cosas no son tan sencillas. Film de decente factura que logra elevarse gracias a la presencia anómala de Felicity Huffman quien nos mantiene atentos a su recorrido de poses y simulaciones.
Estamos en primer lugar ante una típica historia o estructura dramática a la que apelan los más recientes exponentes de la vertiente indie. El cine de conflictos familiares y el gran espacio del territorio del país del norte como escenario iniciático ahí donde se plantaron las banderas y germinó la sociedad desde su núcleo declarado por consenso. La idea no será original pero mantiene el interés por uno de los temas y estilos más característicos de el cine norteamericano, que ha engendrado mucho glorioso pero también mucho de todo tipo y resultado. El director Tucker se ciñe a ese estilo como a la fuente materna pero con unas cuantas licencias que se pretenden originales, pero que fuera de lo anecdótico no lo revelan sino como un seguidor del género al pie de la letra. No hallaremos en la concepción de la cinta mayores virtudes que las del promedio, ese registro mediano es el que predomina casi siempre por la necesidad de la clave baja de estas historias mínimas de carretera como parece que lo entiende el realizador.
Pero sorprendente la película nos tiene reservado un as bajo la manga que termina por transformar es apariencia común y corriente del film. La protagonista se adueña por completo de la película al poco de iniciarse. Esta absoluta revelación en que se vuelve Huffman es el motor y alma de la película desde que asoma su presencia frente a nosotros (que reaccionamos con la misma curiosidad que los personajes que la irán rodeando). En un trabajo de composición notable, la actriz nos convence de su ambigüedad casi con la convicción que nos recuerda a la Carmen Maura de La ley del deseo, claro que sin la voluptuosidad y vehemencia de la española. Todo lo contrario, Bree asume su rol con la discreción y temor de no ser descubierta como hombre hasta conseguir el anhelado sueño de transformarse. Cambio que requerirá de ella una prueba final de careo con toda su vida anterior como suerte de despedida. El conocimiento de Toby y el largo viaje que emprende con él no deja de tener momentos atractivos en base a esa interacción de los modales de la actriz y ese cuerpo extraño que en cierto modo la incomoda e interesa a la vez.
Toby, como también bebiendo de las fuentes almodovarianas, es tan disoluto como inocente a la vez. Ambos personajes extraviados irán asumiendo casi sin querer las reglas fundamentales de la familia especialmente la obediencia a los mayores aunque el camino no deje de tener más de un bache en ese transito a través de la Norteamérica donde se forjó el mito y consolido la base de la sociedad, ahí donde los ecos de la civilización no terminarían de llegar en siglos. El reencuentro padre-madre e hijo no deja de convocar dos road movies notables que a su modo dinamitaban (cuales westerns de Ford) la idea del mito de la decente y correcta familia como la incólume forjadora del sueño americano: Paper Moon y Paris, Texas. Ambas películas reflexionaban sobre ese revés de la historia oficial y, en su calidad de película independiente, Transamerica no deja de citarla, aunque sea en la superficie y con mayores alardes. Aquí se retuerce más aún la certidumbre que amplia su espectro hacia lo más transgresor, lo más freak a la vista del respetable.
No dejan de estar incluidos en la posibilidad de formar una relación de afecto y unidad estos dos seres deambulando en busca de sus «extraños» sueños (la meta de Toby es convertirse en estrella del porno gay). El encuentro a cada paso con los miembros de la «normalidad» van desarrollándose también con la intención desmitificar el escenario de las correcciones impuestas. Dentro de estas comunidades represoras de otras «inclinaciones» conviven pederastias disimulados en cabezas de familia protectores, gays disimulados en trajes de cowboys, ladrones disimulados en apariencia de extraviados o necesitados chicos en highway y finalmente fachosas y estrambóticas familias que poseen más neurosis y disfunciones de todo tipo pero que son capaces aún de escandalizarse con la más bien modesta Bree y su compañero de viaje. La intención de develar los vicios privados de los vociferantes cumplidores del orden no es ninguna novedad pero contextualiza eficazmente la aparición siempre misteriosa de la protagonista hasta arribar al conocimiento y las certidumbres que sin darse cuenta andaba buscando. Simpático viaje como finalmente resulta y casi nos deja con el sabor de la medianía sino fuera por Huffman quien se lleva nuestros aplausos y se gana no poco cariño con este personaje de insólito candor.
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