A continuación, una primera entrega de algunas películas que hemos podido apreciar hasta el momento en el Bafici 2007, siempre y cuando el ritmo frenético de actividades que ofrece el Festival nos permita asimilarlas y comentarlas con propiedad.
Shortbus
Por lo general, resulta difícil para cualquier director emprender un segundo trabajo tras un auspicioso debut. Eso ocurre con John Cameron Mitchell, quien, luego de Hedwig and the Angry Inch, esperó cinco años para entregarnos Shortbus, una cinta coral de historias paralelas, ambientada en un Nueva York post 11-9, que involucra a una pareja heterosexual, otra homosexual, y una dominatriz de nombre Jennifer Aniston, quienes, a causa de sus insatisfacciones sexuales y afectivas, coinciden en un antro que lleva el nombre de la película en cuestión. En aquel lugar se entregarán, junto con otros freakies, al desenfreno con tal de alcanzar el escurridizo orgasmo. La película acierta cuando recrea esa orgía amable, festiva y bizarra, como si fuera un catálogo kitsch de prácticas sexuales. Pero la puesta en escena no dedica el tiempo suficiente para que cada personaje evolucione con convicción, como sí ocurría con el entrañable Hedwig. Cuando la cinta se aproxima al terreno del musical, alcanza sus mejores momentos, pero aquí no hay tantas canciones como en la primera vez. Aseguramos que debido a su desenfadada explicitud, Shortbus no será proyectada en ningún cine y menos programada por algún festival limeño.
In between days (Entre días)
De The Cure, esta cinta no solo toma el título de una de sus canciones más conocidas, sino además la soledad y desolación que trasmiten sus letras, sensaciones que acompañan el itinerario de Aimie, una adolescente coreana que vive en Toronto en medio de un invierno tan implacable que parece congelarle sus reacciones. En casa la espera su madre, tan aletargada como ella por el desarraigo, y en la calle un amigo con quien intenta entibiarse el corazón. La directora So Yong-kim tiene mucho en común con su protagonista (nació en Corea y creció en Estados Unidos) y desde esa perspectiva nos ofrece un retrato de emociones apagadas, de las primeras decepciones, un diario de vida escrito bajo un cielo hermético. Filmado con pocos recursos, de espíritu amateur convicto y confeso, es un filme que hay que asimilar con mucha paciencia.
This Filthy World (Este mundo asqueroso)
El stand-up comedy de John Waters resulta tan jocoso y desternillante que solo quedaba filmarlo y presentarlo tal como ocurre, y eso es lo que hace con acierto Jeff Garlin. Ubica a la estrella de la cultura trash en un decorado tan resinoso como cualquiera de sus filmes, y lo deja explayarse a sus anchas en su incontinente monólogo, disparando metralla de alto calibre. El director de Pink Flamingos y Hairspray revela anécdotas, vivencias, influencias, demuele ídolos pop como Michael Jackson, encumbra otros como el travesti Divine (que figura en casi toda su obra), nos inquieta sobre el por qué tantos Jackass y reality-show infestan los televisores, e incita a los espectadores del Festival a tomar por asalto las multisalas.
Bamako
Atípico filme que combina el drama judicial, el documental y una secuencia de western, todo desarrollado en Bamako, la capital de Malí, donde una corte somete a juicio al FMI y al Banco Mundial por ser responsables de la pobreza del continente africano. Ante el tribunal en el patio de una casa desfilan jueces, fiscales y testigos dando su testimonio, mientras una cantante decide alejarse de su familia en busca de mejores destinos. Una cinta de un proselitismo inusual en tiempos de documentales progre-egocéntricos a lo Al Gore o Michael Moore. Aquí el discurso anti-globalización evita la retórica gracias a una peculiar puesta en escena que respeta la voz y el rostro de los oprimidos, que alcanza sus picos cuando muestra la indignación de un anciano o el canto de una joven, momentos en los que el director Abderrahmane Sissako, como lo contó en el Bafici, se abstiene de subtitular por convicción estética y ética. El dolor de un pueblo no requiere de intérpretes.
Música nocturna
Setenta minutos de desencanto porteño. Una pareja de artistas, él escritor y ella dramaturga, comparten sus cincuenta años y una vida en común con resignación, soltando y soportándose pullas y silencios mutuos. Federico no culmina un libro al que ha dedicado muchos años, Cecilia lleva a escena una obra mientras que un antiguo amigo (o amante) la visita. Hay algo de entrañable en los personajes, en sus conversaciones y en lo que van encontrando en su deambular por calles, bares y sitios de una Buenos Aires nocturna, filmada por Rafael Filippelli como si fuera la capital de una melancolía en sordina. Una cinta sorprendente, con imágenes que harán la delicia de los amantes de la noche o de Tom Waits, y que además de durar lo necesario, toma una sonata de piano de Schubert como leit-motiv y fondo musical.
Fotografías
En este trabajo de Andrés Di Tella identificamos alguna similitud con la cinta peruana Alias Alejandro. Ambos documentales comparten entre si la reconstrucción de la memoria personal, la búsqueda de una identidad contada en clave de diario íntimo. Sin embargo, Fotografías no teme desviarse de sus motivaciones iniciales, y se aventura en terrenos interesantes descubriendo las influencias de un escritor regionalista como Ricardo Güiraldes, historias secretas de exclusión, o el peso y la presencia de la cultura hindú dentro del árbol familiar. Acompañado por su hijo, el director emprende este viaje a la semilla materna filmando sus propias dudas y convicciones, y aunque se sienta que alargue un poco el final, la sinceridad de su testimonio y la ternura de Rocco logran convencernos y emocionarnos.
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