Sunshine
Dir. Danny Boyle | 107 min. | Inglaterra
Intérpretes:
Rose Byrne (Cassie)
Cliff Curtis (Searle)
Chris Evans(Mace)
Troy Garity (Harvey)
Cillian Murphy (Capa)
Hiroyuki Sanada (Kaneda)
Mark Strong (Pinbacker)
Benedict Wong (Trey)
Michelle Yeoh (Corazon)
Estreno en España: 20 de abril de 2007
Con «28 días después» Danny Boyle comenzó a probar las mieles de la fantasía pura y dura, pero esta película de terror no convenció a los entendidos del séptimo arte. Cosa que sí ha ocurrido con la gélida delicatessen de ciencia-ficción que es Sunshine, en un equilibrio constante entre lo creíble, con bastantes anotaciones científicas, y un más que correcto acabado técnico y audiovisual exento del tipo de barroquismos que conducen directamente a la papelera de los bodrios de ciencia-ficción.
Sólo somos polvo
Si metemos en una coctelera por orden de antiguedad, 2001: odisea del espacio de Kubrick; Alien 3 de David Fincher y Solaris de Soderbergh, ¿qué nos da?: un producto luminoso, elegante y notable en su concepción heredera, pero a la vez independiente, de esas tres grandes obras madres de ciencia ficción, Sunshine. Espectáculo visual metasedativo que parece haber absorbido los lugares comunes de las tres, a mi personal entender, mejores películas cuyo escenario transcurre en esa atmósfera lejana soñada por casi todos, espectadores y personajes: el espacio.
Su director, el británico Danny Boyle no conseguía superar el éxito alcanzado, en plena década de los noventa, por la famosa y soberbia Trainspotting. Lo intentó con alguna incursión hollywoodense, de la mano del escritor y guionista Alex Garland (a quién recurrirá igualmente para Sunshine) que le llevó a poner en imágenes La isla, una original historia que yo disfruté mucho en su formato libro, pero llevada a la gran pantalla adolecía de casi todo, y se quedaba varada en la mitad del libro. Con 28 días después Boyle comenzó a probar las mieles de la fantasía pura y dura, pero esta película de terror no convenció a los entendidos del séptimo arte. Cosa que sí ha ocurrido con la gélida delicatessen de ciencia-ficción que es Sunshine, en un equilibrio constante entre lo creíble, con bastantes anotaciones científicas, y un más que correcto acabado técnico y audiovisual exento del tipo de barroquismos que conducen directamente a la papelera de los bodrios de ciencia-ficción.
Alex Garland ideó el concepto de Sunshine al haber leído un artículo, en 2004, en una revista científica americana. A partir de ahí todo se deslizó deprisa, puesto que Boyle se enamoró del proyecto. Y juntos ligaron a la perfección, en este viaje espacial y especial en busca del sol, la ciencia extremadamente razonada (lo que le da un punto más que interesante) y los efectos especiales, supervisados por Tom Wood, donde Boyle hace alarde de un perfecto despliegue técnico de ardid elegantemente sofisticado y brillante, acompañada de una banda sonora de retoques electrónicos que hace que como espectador levites unos centímetros de la butaca.
El omnipresente protagonista, casi Dios en su concepción, es el gran astro Sol. De él parecen nutrirse los 8 tripulantes a bordo del Icarus II (en referencia al míto) cuyo poder de atracción les provoca más de un trastorno psicológico, claramente mostrado en el encuentro con la perdida nave Icarus I, enviada 7 años antes.
En una tierra cincuenta años más vieja que la actual, la actividad solar va perdiendo fuelle, dando como resultado un florecimiento de los hielos en todo el planeta, (a imitación de la edad de hielo prehistórica). Una nave es enviada al espacio, con 8 tripulantes ingenieros de muy diversa background cultural (la futura sociedad multicultural). Aunque sólo uno de ellos es el mimado científico que conoce a la perfección la utilización de la bomba que pretende insertar nueva vida en el astro rey. A Boyle le gusta moverse entre actores de una cierta generación energiplex, jóvenes y suficientemente preparados, modelos generacionales del nuevo siglo. Sin embargo este Robert Capa (¿quizá un guiño al más famoso corresponsal de las guerras del siglo XX?), científico sobre el que recae tanta responsabilidad, hubiera requerido de un actor con más años encima, (algo así como un Clooney en Solaris) que los que luce Cillian Murphy, que todo hay que decirlo, no hay que quitarle el mérito de su performance. Todos dan la talla en una igualdad de talento y género, en el que destaca asimismo el personaje Corazón, la bióloga que mantiene con extremo amor su jardín de oxígeno.
Por el lado más filosófico, la película se mueve en una claustrofóbica mezcla de misterio negro espacial y exploración de las inquietudes que siempre han acompañado al hombre, ¿de donde venimos? ¿a dónde vamos?
Una fantasía científica dorada (yo ya me he agenciado uno de los trajes de salida al exterior para Carnavales) con un final que da a entender que somos una mínima partícula en el universo. Interesante resulta ver a Júpiter alrededor del Sol en casi todo el metraje, sabiendo que éste contiene más del 99,8% de la masa de todo el sistema solar completo y Júpiter contiene la mayoría del resto.
Una película muy apropiada en un momento en que saltan todas las alarmas sobre la caducidad de la biodiversidad natural de la tierra. Una película acerca de preservar nuestro futuro y los sacrificios que se van a tener que hacer.
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