Este artículo fue publicado en la revista Butaca en julio de 2005, con motivo de la muestra “El Universo Audiovisual de los Pueblos Indígenas”. La reproducimos ahora que se celebra una nueva edición de dicha muestra en Lima.
Notas sobre un festival que esperábamos hace años
Balanceando en su cobriza mano una maleta negra y larga, el aguaruna Inpi Wachapa avanza sosteniendo al hombro la wifala multicolor, la conocida bandera indígena que siempre está al frente de las acciones y actividades de los movimientos indígenas de diversas partes del continente. Muchos la relacionan con la violencia y la rebelión, pues tras esa bandera ya han caído varios presidentes en Ecuador y Bolivia. Un helado nerviosismo me asalta al ver el edificio al que se dirige Inpi, donde flamea la altiva bandera española. A lo lejos la bandera norteamericana también se yergue orgullosa. Aquí va a pasar algo. En un solo plano, tres banderas, condensando más de 500 años de historia. Muchas historias, en realidad. Fade out.
Del lunes 20 al viernes 24 de junio pasados, gracias a un esfuerzo conjunto del Centro de Culturas Indígenas Chirapaq, el Consejo Latinoamericano de Cine y Comunicación de los Pueblos Indígenas (CLACPI), AIDESEP, Tokapu, CEFREC y CAIB (Bolivia), y TeleAndes, se presentó la Muestra “El Universo Audiovisual de los Pueblos Indígenas”, gracias al auspicio de la Agencia Española de Cooperación Internacional y del Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Practica. El día de la inauguración no cabía ni una ocarina más en el Auditorio del Centro Cultural de España. En medio de tanto aplauso de celebración, la realizadora chilena–mapuche Jeannette Paillan enseñó al público cómo aplaudía y manifestaba la alegría el pueblo mapuche: El grito/canto IAIAIAIAIAUUUUUUU fue coreado varias veces por todos los asistentes. Además de ella, varios invitados internacionales nos acompañarían en la semana: Iván Sanjines (CEFREC, Bolivia), Marcelino Pinto (Bolivia), Leonardo Gonzáles (Paraguay), Fernando Anza y Esteban Cruz (Chile), entre otros.
Fueron tres actividades paralelas que prácticamente ocuparon por una semana el Centro Cultural de España. Por las mañanas se dictaba un taller de realización audiovisual a comunicadores indígenas de diversas partes del país, que incluía ejercicios prácticos en las instalaciones del mismo Centro y en los alrededores. A las 5 p.m. comenzaba la muestra pública, conformada por una selección de obras del VII Festival Internacional de Cine y Video de los Pueblos Indígenas (Chile, 2004), del Premio Anaconda 2004 al Vídeo Indígena Amazónico del Chaco y los Bosques Tropicales de América Latina y el Caribe, y obras realizadas en Perú relacionadas a lo indígena. Y a las 8 p.m., se iniciaban los coloquios con el público. Algunos de los temas de estos fueron: “Identidad cultural”; “Derechos de los Pueblos Indígenas”, “Diversidad cultural en los medios”. Entre los expositores estuvieron, Rodrigo Montoya, Luis Figueroa, Fernando Valdivia, Andrés Chirinos, Ana Maria Pérez, Roger Rumrrill, Tarcila Rivera, además de los propios organizadores y los invitados extranjeros.
El Festival Internacional de Cine y Video de los Pueblos Indígenas que organiza el CLAPCI desde hace 20 años no se presentaba en el Perú desde el año 1992 (Lima y principalmente Cusco). Aquella vez tuvo una organización más bien modesta. No extraña tal ausencia en un país donde, hasta hace muy poco, las personas de rasgos indígenas o mestizos solo aparecían en las pantallas para ser mostradas como delincuentes o personajes marginales y denigrantes. Si bien en el Perú no se ha extendido un discurso o activismo indígena al mismo nivel de países vecinos, sí existe una mínima producción referida a lo indígena, y que continúa una tradición fundada por la llamada Escuela de Cine de Cusco y el largometraje Kukuli (1960, Luis Figueroa), la primera película en quechua realizada en el mundo.
Es un mérito de esta muestra haber presentado producción reciente realizada en el Perú, como Marankiari, Tierra de culebras (2004, Salomón Senepo), Iskay Yachay (2005, Maja Tillmann), Ashaninka: La selva que se va (2004, Joaquín Sancho) o Una muerte en Sion (2002, Federación de Comunidades Nativas Ashuar de Corrientes). Estas obras no están directamente relacionadas con la generación de los llamados cineastas andinos (Ortega, Quispe, Vallejo, Eusebio, Inga, entre otros) cuyas obras de ficción nos revelan otros personajes, escenarios e imaginarios de nuestro propio y diverso país, y enriquecen la cultura audiovisual peruana, pero sin abordar ni reivindicar específicamente lo indígena.
Las raíces de este tipo de audiovisual son más antiguas y amplias. El Festival Internacional de Cine y Video de los Pueblos Indígenas se viene realizando desde 1985 en diversos países del continente promovidos por el CLACPI Sede México, en coordinación con organizaciones indígenas locales y entidades ligadas a la actividad audiovisual. Existen muchos otros festivales nacionales y regionales. Otro referente fundamental es la experiencia boliviana, donde a partir de una larga tradición de radio comunitaria con participación indígena, surge en 1996 el Plan Nacional Indígena Originario de Comunicación Audiovisual, una experiencia pionera e histórica en la lucha por el ejercicio autónomo del derecho a la comunicación de los pueblos indígenas de América, y que es promovida por la Coordinadora Audiovisual Indígena Originaria de Bolivia, junto a otras organizaciones y confederaciones. En todo el continente, comunicadores y cineastas indígenas se están apropiando del medio audiovisual buscando re-construir su propia imagen, y crear su propio lenguaje y cultura audiovisual. Las obras resultantes pueden no satisfacer a las miradas especializadas, pero esos problemas técnicos son cada vez más escasos. El audiovisual indígena esta adquiriendo valor no solo por su innegable importancia en una estrategia de resistencia cultural, o por originarse en procesos comunitarios (video proceso), sino también porque cada vez esta mas preparado para dirigirse al publico común y corriente, aquel que ni siquiera sabe de su existencia. Y a eso contribuyen no solo los realizadores indígenas, sino también aquellos realizadores comprometidos con la cultura indígena, como, en el caso de nuestro pais, Fernando Valdivia y Salomón Senepo, entre otros.
Fade in. Son la 1.30 de la mañana, Fernando Valdivia (director del premiado Buscando el azul) y yo salimos totalmente agotados de la evaluación que acaba de concluir en un ambiente casi festivo, a pesar del cansancio de todos. El Festival se clausuró multitudinariamente hace unas horas, al ritmo de estudiantina y con el sabor de la cancha, la cecina y el tamal que convidaron los organizadores. En Qosqo, como todos los años en esta fecha, aún se está celebrando el Inti Raymi. Avanzando hacia la Av. Arequipa, veo flamear la bandera en la residencia del embajador de los EE.UU. Recuerdo las palabras de aquel técnico de iluminación, con mucha experiencia en publicidad, que ante el arduo trabajo que le ocasionaba el iluminar las escenas donde aparecían personas de piel negra o cobriza, dijo alguna vez, muy serio y profesional, que pareciera que la cámara estuviera hecha sólo para los blancos.
Esos últimos minutos han sido fundamentales, los proyectos y sueños han brotado como flores en la selva tropical: la red peruana de comunicadores indígenas, una muestra itinerante para el interior del país, traer a Perú el festival internacional. Y, para mí, la flor/sueño más hermosa: el proyecto de un canal de televisión indoamericano, cuya señal llegue desde Alaska a la Patagonia, recordándonos de dónde venimos, pero también produciendo cultura indígena moderna, sin miedo al futuro, con el orgullo y seguridad de ser heredera de una civilización y una tradición milenarias. Pronto, exíjaselo a su empresa proveedora de televisión por cable.
Fin. Esta historia continuará.
Marco Antonio Condori Oymas (Perú, 1974)
Comunicador Social. Documentalista. Fundador de ImaginAcción – Centro de Comunicación Social. Fue expositor y capacitador en el taller de este festival.
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