En una semana en que la realidad de los Estados Unidos parece haber sido extraída de una sala grindhouse -la matanza en Virginia Tech, el asesinato/suicidio en el edificio de la NASA, las amenazas de bomba por doquier- voy corriendo a la sala más cercana para ver, al fin, Grindhouse, el filme de la dupla Rodriguez-Tarantino. Como hemos contado anteriormente, esta cinta recrea la experiencia de los grindhouse cinemas, que eran espacios donde se proyectaban, por el precio de una entrada, dos y hasta tres películas exploitation, filmes que «explotaban» los temas de sexo, violencia, terror, etc. Con este fin, los directores nos presentan dos cintas absolutamente distintas e, increible, una serie de falsos trailers de filmes del género como intermedio, tal como si estuvieses en una de aquellas míticas salas.
Soy el único espectador. El cartel vintage de «Our feature presentation» -con el que también abría Kill Bill– aparece y desaparece para dar paso a Machete, un falso trailer, dirigido por Robert Rodriguez, acerca de un hombre en busca de venganza. El director asegura que este proyecto cobrará vida en un lanzamiento directo-a-DVD que nos traerá al gran Danny Trejo, protagonizando a un asesino a sueldo mexicano.
Planet Terror, de Rodriguez, narra la historia de un científico y unas fuerzas militares que desarrollan un gas secreto que convierte a las personas en asquerosos monstruos. Esta condición infecciosa llega hasta un hospital. Además, un tipo llamado El Wray encuentra a su ex novia, una bailarina de go-go, en un club nocturno y, poco después, ella sufre un accidente gracias a un breve pero doloroso encuentro con un grupo de estos monstruos que le arrancan, a mordida limpia, una pierna.
Ahora, la cinta de Rodriguez debe ser una de las experiencias más disfrutablemente desagradables que he visto en una sala de cine hace mucho tiempo. La violencia está ahí, frente a tus ojos, y el director se asegura de que veas literalmente todo. Es la celebración del gore y la extrema violencia en un paquete de 85 minutos.
La historia en Death Proof, de Tarantino, es absolutamente distinta. Un grupo de mujeres, en Austin, se preparan para pasar un fin de semana juntas. Ellas se encuentran con un misterioso hombre llamado Stuntman Mike -caracterizado deliciosamente por Kurt Russell– que, curioso, maneja un auto «a prueba de muerte» (death proof) con el que puede accidentarse de la manera que quiera logrando poco o nulo daño a sí mismo. Como casi todo dentro de esta película-homenaje es también un homenaje, vemos como Mike, un stuntman (doble en películas) se lamenta del exagerado uso de efectos especiales en el cine que, de hecho, hace extrañar cada vez más las cintas «de antes», hechas con muy bajo presupuesto.
Sucede que Stuntman Mike es un desquiciado asesino cuyo disfrute se basa en acosar, y finalmente asesinar, a mujeres que viajen en autos, utilizando su vehículo «a prueba de muerte», provocando terribles accidentes.
Death Proof contiene escenas de persecución en auto que, literalmente, te dejan pegado al asiento. Además presenta el diálogo-marca-registrada-de-Tarantino que te muestra, por larguísimas secuencias, a los personajes conversando de cualquier cosa menos de lo que sucede en la película. Particularmente, en una cafetería (momento que parece extraído del inicio de Reservoir Dogs) llegó un punto en que «olvidé» que estaba viendo una película de acción, absolutamente distraído con la conversa que parecía sacada de cualquier «mesa de al lado» de un restaurante cualquiera. He leído mucho acerca de lo molesto que esto resulta para algunos, pero en una montaña rusa pasa que, cuando el recorrido es lento y medido, solo puede significar que estás a punto de iniciar un viaje adrenalínico, y así funciona la cinta de Tarantino.
Debo confesar que en el intermedio de trailers falsos tuve que visitar el baño, y es realmente una gran sugerencia, precisamente por las más de 3 horas de metraje, no tomar mucho agua y darse una vuelta anticipada por el lugar anteriormente mencionado. Pero sí pude ver el tráiler de la inexistente Werewolf Women of the SS, de Rob Zombie y el final de Don’t, de Edward Wright, justamente antes del inicio de Death Proof.
Ahora la pregunta del millón ¿Es realmente Grindhouse una experiencia a-lo-grindhouse? Pues yo diría que sí. Creo que el resultado, en conjunto, es bastante bueno y recrea de manera genial una visita a una de estas míticas salas. He disfrutado Grindhouse, más que como una película (o más bien, dos películas) como una experiencia a vivir y, de esa manera, la recuerdo con mucho cariño.
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