Fur no es una cinta para aquellos a los que les gusta todo bien masticado. Es un gesto provocativo del director Steven Shainberg que ha extraído o robado la temática-idea de la biografía escrita por Patricia Bosworth sobre una de las fotógrafas más controvertidas del siglo XX, Diane Arbus a quien Nicole Kidman da cuerpo en una mujer atormentada por sus propios deseos de tocar el universo de la experimentación.
El áspero pelaje de los freakies
Emulando una de sus curiosas escenas llega la última película de Steven Shainberg, como una maraña de pelo atascando tuberías con sus títulos, subtítulos y títulos traducidos, desde el auténtico Fur (tiene varias acepciones, aunque en este caso pelo le va al pelo), junto a su subtítulo explicativo, “El retrato imaginario de Diane Arbus”, al que debemos añadir el título (otro repetido hasta la saciedad) asignado en España, Retrato de una obsesión.
Seguro que más de uno quizá no recuerde a este director sólo con nombrarlo, pero probablemente los amantes del cine independiente y provocativo recordaran aquella Secretary(2002), donde Shainberg moldeaba a placer (y ella, estupenda actriz se dejaba) la expresión facial de una excelente Maggie Gyllenhaal a medida que se adentraba en la sumisión más absoluta.
Fur es otro gesto provocativo de este director del que ha extraído o robado la temática-idea de la biografía escrita por Patricia Bosworth sobre una de las fotógrafas más controvertidas del siglo XX, Diane Arbus. Añadido, claro está, el pingajillo de “retrato imaginario” sin ningún otro propósito que el de apaciguar a mucha gente, empezando por la familia de la fotógrafa, ofendida por el desvío tan particular de los hechos biográficos.
Esa imaginaria Diane Arbus está interpretada por una, siempre divina, Nicole Kidman, en el Nueva York de 1958. Los Arbus son un matrimonio típico americano de la época con dos hijas, donde el papel de Diane es el propio de una esposa sin vida personal ni profesional, ayudante de su marido que trabaja de fotógrafo. Fotografiar, cada año, la nueva colección de pieles producidas por la firma propiedad de los padres de Diane, sobresale en la agenda principal de este matrimonio. Como organizadora del evento vemos a una nerviosa e incomodísima Diane, absolutamente fuera de tiesto en el mundo que habita, atrapada entre unos absorbentes padres, un marido más bien distante aunque devoto y unos deseos incontrolables de atrapar con sus hambrientos ojos (y una mirada absorbente que solo ve belleza en lo anormal) el lado oscuro de la vida.
Pero llega, finalmente, la oportunidad de su bautismo en un mundo nuevo que literalmente la coloca, y ello de la mano de un hombre que se muda al apartamento de arriba. Intrigada por los ruidos y el efecto misterio que produce su vecino (como la mascara que cubre completamente su cabeza) se siente a la vez que observada, atraída como una niña curiosa en la que sale a flote una experiencia enterrada desde su niñez, el placer del miedo a lo desconocido.
Shainberg ha sabido expresar, a través de personajes inventados, la realidad de una fotógrafa un tanto rarita, y de difícil comprensión para la época que le tocó vivir. La Kidman da cuerpo a la evolución interior y exterior de una Arbus atormentada por sus propios deseos de tocar el universo de la experimentación. Y lo hace, como siempre, con un carisma incuestionable. El director ha querido concentrar parte del diálogo en sus ojos, y resulta del todo evidente, porque es con ellos con los que habla en muchas de las escenas. Lionel, el vecino del piso superior, al que le crece el pelo en todo su cuerpo, está interpretado por un divertido, enigmático y sabio Robert Downey Jr.
El comienzo de esta rara amistad supone el comienzo de la educación de Diane. Lionel le introduce en un mundo de seres extraños, diferentes, freakies y rechazados por la sociedad: transexuales, gigantes, enanos… a los que además de retratar introduce en su vida, lo que da fin a su construida vida familiar.
Son muchos los detalles que se ajustan a detalles conocidos por su excentricidad de la real Diane Arbus, como el hecho de vestirse con la misma ropa durante días seguidos, desaseada y un tanto abandonada en su aspecto personal, el permanente insomnio y el deseo de experimentación sexual, aunque en este último punto, la película hubiera conseguido situarse en la genialidad con un poco más de atrevimiento.
Fur no es una cinta para aquellos a los que les gusta todo bien masticado. Quizá controvertida, esconde infinidad de mensajes, entre el que destacamos la relación de denuncia que establece el cineasta entre los mercaderes de piel y la áspera piel que algunos seres llevan encima toda su vida y el perfecto final, en el que Diane se desnuda doblemente, por dentro y por fuera.
Otro buen filme para Kidman, un necesario signo de genialidad y elegancia de Downey Jr. Una película bien estructurada, en el que la parte onírica (donde fallan muchos cineastas) está aquí perfectamente resuelta, sin desentonar cuando se hace necesaria para el discurrir de la historia.
Sorprendente y exquisita película, recomendable para abrir vías de descongestión mental.
Fur: An Imaginary Portrait of Diane Arbus
Dir. Steven Shainberg | 122 min. | EE.UU.
Intérpretes:
Nicole Kidman (Diane Arbus)
Robert Downey Jr. (Lionel Sweeney)
Ty Burrell (Allan Arbus)
Harris Yulin (David Nemerov)
Jane Alexander (Gertrude Nemerov)
Emmy Clarke (Grace Arbus)
Genevieve McCarthy (Sophie Arbus)
Boris McGiver (Jack Henry)
Marceline Hugot (Tippa Henry)
Mary Duffy (Althea)
Estreno en España: 4 de mayo de 2007
Estreno en Perú: 29 de noviembre de 2007
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