Dir. Ryan Fleck | 106 min. | EE.UU.
Intérpretes:
Ryan Gosling (Dan Dunne)
Jeff Lima (Roodly)
Shareeka Epps (Drey)
Nathan Corbett (Terrance)
Tyra Kwao-Vovo (Stacy)
Rosemary Ledee (Gina)
Tristan Wilds (Jamal)
Bryce Silver (Bernard)
Estreno en España: 25 de mayo de 2007
Esta obra de los primerizos Ryan Fleck y Anna Boden es también uno de los restos de los Oscar 2007. Dan Dunne (Gosling) es un joven profesor y es también un nuevo drogadicto habitual, de esos que no están tirados en la calle, que no lo parecen, pero lo son, cómo pueda ser su vecino de al lado, que escapa a cualquier compromiso personal, incluida la amistad de una alumna curiosa (Epps) que descubre su secreto. Cámara al hombre, con un estilo casi Dogma, proliferación de primeros planos, secuencias cortas, esporádicos desenfocados, y una clarividente fotografía, Half Nelson no es la película de las grandes frases prefabricadas para el séptimo arte.
La continua lucha de los contrarios
Half Nelson. He aquí un lujo independiente de la factoría Sundance, un bocado con tanta miga y sustancia que hay que analizarlo detenidamente, diferenciando sus partes que aunque unidas conforman un mensaje independiente cada una de ellas, e imitando el estilo de aquellas cintas de Cassavetes y compañía, viene este trabajo a pronunciarse en como son los nuevos tiempos, incluso para los idealistas recalcitrantes. Esta obra de los primerizos Ryan Fleck y Anna Boden es también uno de los restos de los Oscar 2007, repartiéndose aún por los cines. En concreto obtuvo una nominación al mejor actor principal para su protagonista, el canadiense Ryan Gosling. Y no es para menos, les aseguro, puesto que los pilares de esta estupenda pieza se sustentan en el moldeable abanico del lenguaje no dicho con que sus actores asoman el alma a la pantalla. Actores elegidos a la gran gloria de la credibilidad de estos personajes sobrevivientes.
Si damos una patada a una piedra salen, como una colmena escondida, miles de películas de profesores enrollados que dan clases en barrios deprimidos made in América. Ok. Pero otra cosa es que ese profe guai y enrollado (resacoso de darle al crack como si fuera la fuente de la vida) haga creer con entusiasmo (sí, las clases le renacen) lo que cuenta (una dialéctica poco común para estos chavales carne de prisión), siendo como es un nihilista desmotivado. Paradojas!, real como la vida misma.
Dan Dunne es un joven profesor y es también un nuevo drogadicto habitual, de esos que no están tirados en la calle, que no lo parecen, pero lo son, cómo pueda ser su vecino de al lado. Y es una pena, porque el profesor forma parte de esos pocos seres pensadores idealistas que creían en los cambios a través de la pronunciación del no estoy de acuerdo. En que los cambios de unas circunstancias injustas se puedan dar por la lucha constante y la unión de una minoría en una Norteamérica que nada cada vez más entre las inmundicias del ultraliberalismo salvaje que hunde en una miseria cada vez más galopante a sus míseros periféricos.
Recién llegados del cortometraje, su director y guionista Fleck y Boden han demostrado tener brazo y mano izquierda, y vaya mano izquierda.
Esta historia de amistad, política e ideales marchitados comenzó siendo un cortometraje, Gowanus, Brooklyn (2004), que obtuvo el Gran Premio del jurado de ese año en Sundance. Posteriormente lo convirtieron en el largo Half Nelson, conservando a la actriz adolescente protagonista, (Shareeka Epps), procedente de una escuela de arte dramático, que encarna a la perfección la mezcla de ingenuidad y madura inteligencia de una chica de trece años, Drey, que pedalea en la cuerda floja de su condición social.
En el mundo de la lucha libre, un Half-Nelson es una llave inmovilizante, de la que resulta casi imposible librarse. No hay violencia explícita en esta película cuyos escenarios, sin embargo, transcurren en los aledaños de un mundo de comerciantes y consumidores de Crack: dos fuerzas opuestas y contrarias, como las que predica el profesor Dunne en la pizarra, en sus clases de historia, que más bien diríanse de filosofía, magistrales enseñanzas para la reflexión. La violencia que muestra es más del tipo autodestructivo, personal. Pero también está la violencia del sistema ejercida en el uso y abuso de una masa a la que explota con interminables turnos laborales y pocas perspectivas económicas.
Cámara al hombro, con un estilo casi Dogma, proliferación de primeros planos, secuencias cortas, esporádicos desenfocados, y una clarividente fotografía, Half Nelson no es la película de las grandes frases (nadie en el mundo real habla con esa verborrea) prefabricadas para el séptimo arte. Es, además de una cinta de profesor de instituto, del vacío existencial de un drogadicto, de la vida en los barrios pobres de Brooklin, es también, decía, una cinta política, en un hoy en el que parece que nadie del mundo artístico, excepción hecha con la gauche divine de Cloony, quiere pronunciarse sobre nada. Porque una de las claves importantes de esta historia de 106 minutos de metraje es que cada alumno se encarga de contar oralmente, con fechas y hechos, un acontecimiento histórico que supuso una lucha triunfal de una minoría por la defensa de sus derechos civiles, a lo largo del siglo XX.
Carnaza de festivales, Half Nelson aterriza en las salas con su carnet punteado de premios. Su actor protagonista, Gosling, llegado desde The Believer (2001) o The Notebook (2004), a quien yo recuerdo como lo mejor (inquietante depredador nihilista) de uno más de los mediocres filmes de Sandra Bullock (Murder by Numbers, 2002), es uno de esos jóvenes que están imitando el estilo-escuela De Niro, un entusiasta que indaga en todo el material necesario para componer un personaje y hacerlo creíble. Como la credibilidad de este desorientado profesor, que además de impartir historia también hace de entrenador de baloncesto, cuya vida personal transcurre en una nada envuelta en vapores de crack, hijo de pareja de progres de los sesenta y que escapa a cualquier compromiso personal, incluida la amistad (ni siquiera es una amistad al uso) de una alumna curiosa al descubrir su secreto. Pero ni tan siquiera es al uso este discurso narrativo cinéfilo, donde no hay juicios ni soflamas rimbombantes, por no haber, ni siquiera móviles; eso sí, los mp3 son las nuevas orejas ortopédicas del personal.
El final muestra una cierta esperanza, que como los acontecimientos históricos descritos por los alumnos, puede mover a estos dos seres desde la desesperación hacia el replanteamiento de sus ideales, y con ello vislumbrar un cierto futuro. (Cada día, el sol sale en el este y se pone en el oeste. Y ¿qué obtenemos? Un nuevo día.), les lanza Dunne-Gosling a sus alumnos en una de sus significativas clases.
Aprovechen la ocasión, estas joyas abundan poco en las carteleras de sagas interminables de videojuegos, superhéroes voladores y barbies de plástico junto a mercenarios macho-men.
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