Nicholas Garrigan (James McEvoy), un joven medico escocés, recién egresado y cansado del control paterno, busca al azar cualquier lugar del mundo para iniciar su carrera profesional y así llega a Uganda, justo en los días en que accede al poder el general Idi Amin Dada (Forest Whitaker), quien acababa de derrocar al anterior presidente, el prosoviético Milton Obote en 1971. Por obra de la casualidad, Garrigan se topa con Amin, quien había sufrido un pequeño esguince en la mano y mientras el galeno le arregla la mano, el dictador le toma confianza, invitándolo a ser su médico y, luego, su asesor personal. Al comienzo Garrigan sería feliz con las extravagancias de Amin, pero luego se vio envuelto en su régimen de terror, sin posibilidad de escape.
El “jale” del filme es mostrar la personalidad de un dictador africano envuelto en un aura siniestra de autoritarismo extremo, matanzas de 300 mil personas, expulsión del país de 50 mil asiáticos y hasta presunto canibalismo. La intención del realizador es ofrecer una imagen objetiva y equilibrada del voluble dictador, que tan pronto se comportaba de manera encantadora como mostraba su tendencia paranoica, descuartizando a una de sus cinco esposas reconocidas u ordenando torturas y mutilaciones con extrema crueldad. Gran parte de la credibilidad e interés de la película descansa en la actuación y notable parecido físico entre el actor Forest Whitaker y su personaje; aunque debe reconocerse también el trabajo de McEvoy en el papel del políticamente ingenuo médico escocés. El segundo punto de la película es la conversión de la trama en un thriller político no del todo logrado por la gradual y poco verosímil separación de Garrigan con respecto al círculo íntimo del poder. No obstante, la película funciona gracias al atractivo generado por la figura de Amin y los episodios históricos a los que se alude a lo largo del filme; los que generan suficiente acción externa como para mantener el interés.
Sin embargo, debe decirse que el director Kevin Macdonald no nos muestra ni a Idi Amin ni al África, propiamente dichos; sino que su película se centra en el joven doctor Garrigan. En otras palabras, Amin se nos muestra a partir de la visión de su ficticio asesor escocés; no se trata de una mirada “desde el África”, sino una mirada externa, eurocéntrica y orientada más bien hacia temas caros a la mentalidad occidental. Es cierto que hay una pretendida “objetividad”, mostrando que Amin fue colocado por los ingleses; aunque sin mencionar que ello ocurrió pese a sus brutales antecedentes en el mismo ejército británico y, posteriormente, como jefe del ejército de Obote (a quien derrocaría). Posteriormente nuestro personaje se inclinaría hacia el islamismo radical y se volvería contra quienes lo apoyaron: Inglaterra e Israel. Situación que se ha repetido cuando las potencias coloniales han aplicado este mecanismo, y que más de una vez les ha reventado en la cara (ejemplos recientes: el inicial apoyo norteamericano a personajes como Noriega, en Panamá, Sadam Hussein, en la guerra de Irak contra Irán, a los talibanes en Afganistán). Asimismo, aparecen algunas declaraciones anticolonialistas del dictador y su enfático llamado de atención sobre las realidades de la vida política en África. Sin embargo, lo que vemos son comportamientos habituales en otros dictadores, como Stalin o Hitler; todos ellos paranoicos en mayor o menor grado, impredecibles, organizadores o inspiradores de genocidios y creyentes en su predestinación por parte de fuerzas sobrenaturales. Rasgos que, en el caso de Amin, vienen tamizados por cierto «pintoresquismo» cada vez más siniestro aunque, en todo caso, convincente.
No hay, pues, una visión de las causas o una mejor descripción de los mecanismos de funcionamiento del poder en esta película; aunque quizás sea mucho pedir a un filme de ficción. Pero, en cambio, sí advertimos que la película lleva un mensaje muy claro a los escoceses. Escocia es uno de los integrantes del Reino Unido y un país con fuertes tendencias separatistas; dicho en otras palabras, ellos ven a los ingleses más o menos como los verían las ex colonias británicas. De allí que el joven Garrigan simpatice con el discurso anticolonialista de Amin y se pelee inicialmente con el embajador británico en Uganda. Más aún, en su primer encuentro ambos intercambian vestimentas: Amin le pediría a Garrigan su polo escocés a cambio de su propio uniforme ugandés; y recordaría que él perteneció a un regimiento escocés cuando sirvió en el ejército británico. Luego, cuando el destino del médico varía y se encuentra a merced del dictador, la moraleja del filme –dirigida a Escocia– es que el discurso anticolonialista muchas veces es sustentado por regímenes dictatoriales. Y que el apoyo a esos discursos (y personajes) puede traer consecuencias fatales o terribles. Como vemos, la película está dirigida a un debate doméstico del Reino Unido, antes que sobre un tema o personaje africano. De hecho, toma a África como pretexto para cuestionar el secesionismo de la tierra del monstruo del lago Ness. No en vano el título del filme es El último rey de Escocia.
The Last King of Scotland
Dir. Kevin Macdonald | 123 min. | Inglaterra
Intérpretes:
Forest Whitaker (Idi Amin)
James McAvoy (Nicholas Garrigan)
Kerry Washington (Kay Amin)
Gillian Anderson (Sarah Merrit)
Simon McBurney (Nigel Stone)
David Oyelowo (Dr. Junju)
Abby Mukiibi Nkaaga (Masanga)
Adam Kotz (Dr. Merrit)
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