Elizabeth: The Golden Age
Dir. Shekhar Kapur | 114 min. | Francia / UK
Intérpretes:
Cate Blanchett (Reina Elizabeth I), Jordi Mollá (Rey Felipe de España), Geoffrey Rush (Sir Francis Walsingham), Samantha Morton (Mary Stuart), Clive Owen (Sir Walter Raleigh), Susan Lynch (Annette), Elise McCave (Lavandera), Abbie Cornish (Elizabeth Throckmorton), Penelope McGhie (Margaret), Rhys Ifans (Robert Reston), Eddie Redmayne (Thomas Babington), Stuart McLoughlin (Savage), Adrian Scarborough (Calley)
Estreno en España: 9 de noviembre de 2007.
Elizabeth, The golden age es una buena pizca de Bollywood; unas cucharadas del más puro estilo “glamour histórico”; unos tazones de buena fotografía del buen artesano Remi Adefarasin – que tiene en su haber curricular Scoop, Match Point, Emma, u Onegin-; unos metros de sedosas telas y horas de cosidos; completado ello con unos cuantos suspiros cúbicos de magia y los decibelios grandilocuentes que aúpan las emociones y dudas de esta superlativa diosa-reina del celuloide histórico. Una sucesión de hermosas postales, cuya trama es de una supina debilidad donde el realismo histórico se sustituye por pura estética pop de alta costura. En plena carrera para el Oscar, firme candidata a llevarse el de mejor vestuario, junto a su Cate Blanchett.
La Blanchett, conquistadora de los mares fílmicos
Entramos en la zona Oscar, a saber, los dos últimos meses del año en el que se concentran el mayor número de mega producciones dirigidas a obtener uno o varios premios de las diversas categorías del certamen Hollywoodiense. Confieso la mea culpa por querer dejarme envolver (a veces) por tal tipo de flamantes cinemascopes que entusiasman a chicas de peluquería de barrio (como algún crítico ha apuntado). Esto es, hacer inmersión de fondo en lo que en sí es el cine, pura fantasía y color, evasión y ensueño, su primigenio sentido: entretener y hacer olvidar las penas del vulgo.
Y este cine no sería esa droga evasora, crak de placer instantáneo -al que le viene de perlas la provisión de un tanque de palomitas- si no alumbrara en su vientre a una deslumbrante star-system, ejemplo: la moldeable Cate Blanchett, donde se conjugan a la perfección su fascinante presencia con un esplendoroso trabajo de actuación en todo papel que se le ponga por delante. Es lo que se llama haber nacido con estrella.
Cuando el director y guionista de Elizabeth: La reina virgen (1998), Shekhar Kanpur y Michael Hirst respectivamente, remataban la cinta para su estreno, ya tenían en mente hacer una trilogía, dividiendo la larga vida de esta reina enérgica e independiente (cruel para sus detractores), madre de su pueblo erigida en diosa por los británicos, y que traspasó la edad de oro de España a Inglaterra, en tres glamorosas cintas con abundantes pinceladas kitsch.
El guionista William Nicholson (que lo fuera también de Gladiator) se ha unido a este segundo proyecto, Elizabeth: La edad de oro, junto a Hirst y Kapur para dar más resplandor y gusto a los mitómanos y nostálgicos del siempre Hollywood. ¿Su secreto? sustituir el realismo histórico por pura estética pop de alta costura (de hecho el vestuario está inspirado en Balenciaga, las joyas están diseñadas por Erickson Beaumont de Belgravia y los sombreros por el sombrerero de Dior, Stephen Jones). ¿Oído cocina? Esto es Elizabeth: The golden age: una buena pizca de Bollywood; unas cucharadas del más puro estilo «glamour histórico» (donde se incluye la llamada literatura histórica de mitos y reinados mil o el cine con vaguedades históricas desde Ben-Hur o La caída del Imperio Romano al Rey Arturo y su tablas redondas, pasando por infinidad de Césares y Gladiadores); unos tazones de buena fotografía del buen artesano Remi Adefarasin -que tiene en su haber curricular Scoop, Match Point, Emma, u Onegin-; unos metros de sedosas telas y horas de cosidos; completado ello con unos cuantos suspiros cúbicos de magia y los decibelios grandilocuentes que aúpan las emociones y dudas de esta superlativa diosa-reina del celuloide histórico.
Como ya ocurriera con nuestro Alatriste, que hace lugar común con la reina virgen en vivir la época del majadero Felipe II, la secuela de Elizabeth es una sucesión de hermosas postales, cuya trama es de una supina debilidad. Los acontecimientos que trata de contar Kapur en el segundo tramo de la reina justa (otro de sus piropos) se sitúan más allá de sus cincuenta años, lo que da pie a preguntarse como es que no han madurado a la Blanchett acorde con el mito. Quizá para la tercera parte convendría pensar en una Judi Dench que tan bien interpretó el mismo personaje en Shakespeare in Love. Como sea que la percha luce tanto como la lengua, nos olvidamos de lo que tenía que haber sido, para reparar en lo que es, una cascada de color, encuadres curiosos, sombras inquisitoriales, guillotinas en suspense, y merengues amorosos, cuyo rodaje se llevó a cabo en la catedral de Westminster, transmutándose en El Escorial cuando el cambio de país lo requería.
La fuerza femenina (una estupenda Samantha Morton da vida a María Estuardo en una interpretación de la que quisiéramos haber visto más) ha arrinconado, esta vez, a todo elemento masculino, incluido el rey de España, Felipe II, (escenas que se rodaron de noche en un intento de reafirmar la oscuridad y sobriedad de la corte española), quién como rival requería un actor de mayor fuerza interpretativa, en lugar del endeble Jordi Mollà -aunque es justo apuntar que el aspecto físico ha salido redondo-. Otro inconsistente personaje es el interpretado por Clive Owen, un marino piratesco sin la más mínima picardía y de una sosería atroz.
Nada más que destacar, si acaso que el equipo del pakistaní Shekhar Kapur ya puede ir celebrando el Oscar al mejor vestuario. ¿Qué productora ha afirmado que el protagonismo femenino no da réditos? Pastel para todos aquellos que quieren recordar el más puro cine de clásico entretenimiento, rodeados de chuches en tarde de invierno.
Es bueno, de vez en cuando, dejar la sesera en stand-by.
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