El crítico y docente Christian Wiener, en su blog dedicado a temas estructurales de la cinematografía y en especial a la necesidad de una nueva ley de cine, ha escrito un interesante artículo que agrega antecedentes y amplía el contexto en el que las distribuidoras norteamericanas copan las carteleras nacionales en gran parte del mundo y, en particular en nuestro país, cometen abusos como la grosera censura a la película de los hermanos Farrelly, La mujer de mis pesadillas.
Aquí un extracto del texto de Wiener:
Estas empresas, que se apoyan para sus estrenos en el multimillonario marketing internacional de sus productos (y los periodistas complacientes que lo celebran), se benefician adicionalmente de un evidente dumping, gracias al ardid legal creado hace años para favorecer el importe de películas para festivales, y que les permite ingresar al país las decenas de copias de sus estrenos más taquilleros como internación temporal, y que luego son derivados a Ecuador y/o Bolivia, y que no quedan afectos a aranceles ni ningún otro tributo que sí se aplican a otros productos y servicios.
Y como si todo esto fuera poco, y mostrando su falta de respeto a los espectadores, está la costumbre cada vez más difundida de proyectar películas dobladas al español (y no sólo para menores), los cortes a las copias originales y, ahora último, como ha sido denunciado en varios blogs y notas periodísticas, estrenaron la película “La mujer de mis pesadillas” de los hermanos Farrelly con groseros parches y mutilaciones, con la obvia intención de “bajarle” la clasificación de impropia para menores de 18 a 14 años. Hay que mencionar que poco tiempo después de la antes mencionada “caída” de la censura, se disolvió sin pena ni gloria la otrora poderosa Junta de Clasificación de Películas (limitada en los últimos tiempos a determinar la prohibición por edades de los estrenos) y su función pasó a manos de los propios distribuidores, que se “autorregularon” al modo neoliberal, con todas las facilidades a las empresas y descrédito del Estado.
Dicho sea de paso, el filme mutilado continúa en cartelera y mañana domingo 25 formará parte del menú hiperhollywoodense en el marco de la promoción El día del cine, lo que le abre la posibilidad de captar muchos más espectadores violentados en su derecho de ver una obra cinematográfica en su integridad. Así, la distribuidora UIP expresa claramente qué piensa del público local y cuánto lo (ir)respeta, seguramente apelando a la creencia de que «la película es así», con los insólitos parches negros.
Es lo que cabe pensar después de leer la justificación del gerente de UIP, Brian Pritchett, enviada por email a Alberto Servat, crítico del diario El Comercio y autor del blog La Soga:
Intentamos hablar personalmente con Brian Pritchett, gerente general de UIP, pero solamente conseguimos la siguiente explicación vía e-mail:
“Por disposiciones del estudio Paramount Pictures, se creó una versión especial de la película ‘La mujer de mis pesadillas’ para todos los países de Sudamérica, incluido lógicamente el Perú. Esta ha sido una decisión tomada por los dueños de los derechos de la película, a nivel mundial, por lo que su legitimidad es incuestionable y obedece a un tratamiento regional que el estudio decidió darle a esta película en particular. Cabe resaltar el gran esfuerzo que hemos tomado como distribuidora para traer esta película exclusivamente al Perú, antes que otro país de Sudamérica, con una inversión considerable para el beneficio de todos”.
«Legitimidad», «incuestionable», «tratamiento regional», «gran esfuerzo», «beneficio de todos». La verdad, esa comunicación es una burla. El gerente se expresa así porque las instituciones del Estado llamadas a regular sus procedimientos, no lo hacen ni piensan hacerlo, al parecer. Ciertamente, la Paramount puede resultar, aparte de muy poderosa, bastante ajena al orden legal peruano, pero por lo menos las actividades de las filiales peruanas de las distribuidoras majors, es decir empresas que operan en el país, sí deberían ser supervisadas. Aun con el TLC.
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