Perfume: The Story of a Murderer
Dir. Tom Tykwer | 147 min. | Alemania – Francia – España
Intérpretes:
Ben Whishaw (Jean-Baptiste Grenouille), Alan Rickman (Antoine Richis), Rachel Hurd-Wood (Laura Richis), Dustin Hoffman (Giuseppe Baldini), Simon Chandler (mayor de Grasse), Jessica Schwarz (Natalie), Sian Thomas (madame Gaillard), Sam Douglas (Grimal), Corinna Harfouch (madame Arnulfi)
Guión: Andrew Birkin, Bernd Eichinger y Tom Tykwer; basado en la novela “El perfume” de Patrick Süskind.
Estreno en Perú: 5 de abril de 2007
En 1985 el alemán Patrick Suskind se convirtió en toda una estrella del firmamento literario con esta novela que tras ganarse una gigantesca veneración ha debido esperar hasta ahora para recibir luz verde (del mismo autor más que de nadie) en la carrera del cine.TomTykwer (Lola rennt) es el encargado de esta adaptación por la cual se dice que pugnaron varios monstruos como Kubrick y Scorsese. En la Francia del siglo XVIII se desarrolla la singular historia de Jean-Baptiste Grenouille, un hombre con una inhumana capacidad olfativa que lo irá trasladando en busca del perfume perfecto, de la esencia única y absoluta que también representa la trágica búsqueda de realizar nuestros sueños a costa de cualquier precio a pagar. Terreno ambicionado pero también arriesgado que el poco convencional director asume a todo lujo y con algún provecho del apasionante relato, prodigo en detalles y verdadero sentido de la sordidez.
De arranque hay que decir que la historia es tan buena que practicamente se puede decir lo mismo que alguien alguna vez mencionó sobre El conde de Montecristo: “difícilmente va a inspirar una mala película”. Y a pesar de que muchos hubiesen estado preparándose para rasgarse las vestiduras desde que se anunció el rodaje de la igualmente esperadísima película, no se puede dejar de reconocer este aspecto contaminante de la esencia misma de la novela. Casi como el héroe de Dumas, el protagonista de esta extraña intriga también anda en busca de una satisfacción encerrada en la más oscura ambigüedad pero con una diferencia de cien años y en plena era de la ilustración. La sinuosa línea de suspenso o thriller, como se quiera, acentúa aún más sus posibilidades fílmicas y de ahí que la apariencia de cinema de qualité haya podido ser evitada por el cineasta alemán inclinado más por relatos dinámicos como su recordada película de correteos sin cesar.
Tykwer no es una director especialmente talentoso pero tiene a su favor su afán experimental, capaz de realizar curiosidades e incluso cosas realmente interesantes con la misma entrega. Mucho de eso se deja traslucir en esta película con la cual se adecúa al primordial objetivo en la carrera comercial por la cual se ha jugado el cine europeo presentándola como uno de esos tanques que debes en cuando intentan darle replica al cine del otro lado del Atlántico. Oficio que le permite conducir su relato con bastante corrección entre reposos y sobresaltos que rasguñan algunas de las detallistas descripciones del libro (por boca del gran John Hurt). Así se desarrolla ante nosotros la vida de Jean-Baptiste (interpretado por el inglés Ben Whishaw quien es un acierto del film) y su particular universo de sensaciones en medio de las pestilentes calles adoquinadas que lo ven surgir en su propia podredumbre y su gama de aromas que también representan de alguna manera su recorrido obsesivo, urgente y tanático como ser venido al mundo para su propia maldición, para ejercer su condición de Juan Bautista o de un profano Cristo sembrando de milagros invertidos a quienes pasan por su vida.
Atento a cada aspecto fundamental del libro es que el director logra sortear casi siempre el peligro de resultar meramente enumerativo de cada pasaje. Pero tampoco arriesga por ir más allá, apenas son los momentos en los que la película se torna visualmente bizarra los que delatan su inquieto placer de evitar los lugares comunes (aquellos juegos de niño percibiendo los infinitos olores de la naturaleza, de las plantas, el agua, la tierra o las ratas muertas). Aún así resultan más interesantes los momentos mórbidos en los que su búsqueda comienza a formarle extrañas ideas alrededor de ese paraíso aromático que tanto anhela como aquel momento en el que ausculta con pasión el cadáver de una chica, momento que define como pocos la esencia tierna y sórdida de este demonio a su propio pesar. Descubrimiento que lo llevará a traspasar las fronteras de lo permitido cual Dr. Frankenstein en pos de su máxima creación, una que lo aleje de la vulgar naturaleza y lo lleve hasta las divinidades como las de la leyenda del descubrimiento en Egipto que le narra su breve mentor Baldini, interpretado por un Dustin Hoffman muy contento en papel de perfumista ejercitando su “gran” olfato.
En ese tránsito y ya convertido en maestro dueño de técnica y sabiduría es que va conduciéndose la película con mayor claridad al terreno del género que describe su estancia en la ciudad de Grasse como el esperado momento en el que se desate su arte que se resuelve de manera intensa pero mucho más cercana al clasicismo. Toda esa crónica del caos desatado por el serial killer borbónico es desarrollado con contundencia, mientras van surgiendo las doncellas de apariencia virginal (entre prostitutas y chicas de casa) como ángeles caídos del cielo para anunciar un pequeño Apocalipsis al cual solo se reacciona con la impotencia de estar contemplando la obra de un ente superior camuflado entre lo que resulta más invisible a la sociedad: los revejidos y laboriosos sirvientes conseguidos por números. Aparente esclavo de las jerarquías que en plena búsqueda de su añorado tesoro también hará tambalear al poder de los hombres como casi precedente de a la toma de la Bastilla pero no a base del terror sino todo lo contrario a partir de los afectos sensuales. Punzante mirada a las sociedades monárquicas y calificadoras que en esta parte del relato no encuentra una buena traducción audiovisual especialmente en el célebre momento en el cadalso. Pero fuera de dificultades de este tipo e incomprensiones de otro, se puede apreciar un nada desdeñable espectáculo que nos mantiene atentos a las ocurrencias de este viajero de una desconocida dimensión que es la que comparten la seducción y repulsión a partes iguales.
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