Atonement
Dir. Joe Wright | 130 min. | Reino Unido / Francia
Intérpretes: Keira Knightley (Cecilia Tallis), James McAvoy (Robbie Turner), Saoirse Ronan (Briony Tallis a los 13), Romola Garai (Briony Tallis a los 18), Vanessa Redgrave (Briony Tallis a los 77), Harriet Walter (Emily Tallis), Brenda Blethyn (Grace Turner), Juno Temple (Lola Quincey)
Estreno en España: 11 de enero de 2008
Estreno en Perú: 14 de febrero de 2008
Realizar adaptaciones literarias para la gran pantalla, algo que tanto gusta a los jugadores del celuloide, y todo hay que decirlo a nosotros, público expectante, se traduce en una tarea la mayoría de las veces más que decepcionante. Pues bien, ¡Bingo!, el joven realizador británico Joe Wright ha dado en la diana, y a mi parecer en el núcleo central. ¿Cómo invocar la sutil y elegante prosa del escritor inglés, autor también de “Enduring love” o “Ámsterdam”? Wright & Hampton lo han logrado con honor, con sobresaliente inteligencia y con astucia. Personalmente Wright ha logrado coincidir con mi visión de la novela de McEwan, que leí en 2003.
Vivir la reparación en la ficción
Realizar adaptaciones literarias para la gran pantalla, algo que tanto gusta a los jugadores del celuloide, y todo hay que decirlo a nosotros, público expectante, se traduce en una tarea la mayoría de las veces más que decepcionante. Y de decepciones el público español sabe un rato, ahí están las miserables adaptaciones de las obras (literariamente muy decentes) de Arturo Pérez Reverte: es que no se salva ni el barco ni la espada. Nos electriza, decía, el momento de ver plasmada la obra que nos arrobó por medio de las palabras. Claro que siempre que coincida con la película que nosotros ya hemos rodado en nuestro subconsciente. Pues bien, ¡Bingo!, el joven realizador británico Joe Wright ha dado en la diana, y a mi parecer en el núcleo central. Siete candidaturas a los Globos de Oro, posible ganadora en los Oscar y un sinfín de nominaciones en mil y uno festivales, eso ha conseguido la talentosa e inteligente realización de Expiación (Atonement), -(título al que me niego colocar la patochada de subtítulo: más allá de la pasión, causante de más de un calambre cerebral que lleva a preguntarse que les pasa por la cabeza a los encargados de etiquetar los títulos en castellano)-, cuya adaptación, del guionista Chistopher Hampton, es un espejo de la exquisita e intensa novela de Ian McEwan.
“Una novela es una ilusión, una serie de símbolos en una página que crean una historia en nuestra mente. Un libro tiene tantas versiones como lectores. He hecho la adaptación de la historia que me vino a la cabeza cuando leí la novela”. Confesó su director al presentar su trabajo en la inauguración del Festival de Venecia. Personalmente Wright ha logrado coincidir con mi visión de la novela de McEwan, que leí en 2003. Ha logrado ese alejamiento del facilismo, mostrando una bella interiorización en los personajes, emboscando las faltas de la orgullosa niñez en un juego metaliterario.
¿Cómo invocar la sutil y elegante prosa del escritor inglés, autor también de “Enduring love” o “Ámsterdam”? Wright & Hampton lo han logrado con honor, con sobresaliente inteligencia y con astucia. Para empezar al de servirse de un tic en la banda sonora, un instrumento nuevo que se convierte en narrador omnisciente, la máquina de escribir, consiguiendo una performance de baile a las teclas, o la esencia británica de la diferencia de clases junto a la triste revisión de la II Guerra Mundial.
Ciertamente el filme podía haber pasado por una mera y simple historia rosa hollywoodland, de hecho esa es la primera impresión que ofrece su pack, especialmente para aquellos que no hayan leído la novela. Pero resulta que es una producción británica, lo que equivale a una segura etiqueta de calidad. Por lo tanto ante la ligera idea de que estamos frente a otro acaramelado desarrollo novelesco, nos topamos, sin avisar, con una factura y un montaje sobresaliente. Construida con unos salpicados planos que se mueven en diferentes tiempos, o más que tiempos, instantes que se entrecruzan, ayudada por la fotografía de un maestro, Seamus McGarvey, de quien despunta en mi memora su trabajo en Las horas, estamos ante otra estupenda adaptación literaria. Expiación es, créanme, sorprendente desde el comienzo hasta el final.
Dividida en dos partes, la primera se mueve en una delicatessen paisajística e interiorista propia del entorno de familias aristocráticas inglesas, y su preciosismo incluye la construcción de sus personajes, cuyo casting ha sido más que acertado, hasta perfilar la rica narrativa de Ian McEwan en imágenes mediante elementos modernos y únicos, lo que le da a la película un aire inusual y nada digerible, muy en la línea de otra de mis preferencias de los últimos estrenos, Michael Clayton. La segunda parte resulta más oscura y sobrecogedora. En contraposición a la vida entre algodones y orgullo de privilegiados, la guerra aúna a todos en un mismo sufrimiento. La escena de la evacuación de soldados en la ciudad francesa de Dunkirk es caóticamente geométrica y de una hondura que sobrecoge.
Joe Wright demuestra, a su vez, que es un excelente director de actores. Aún imaginando que difícil no lo habrá tenido, hace falta buena mano para conseguir el clímax de una pasión macerada en el trato de años de familiaridad, y la asimilación de una lacerante culpa que durará toda una larga vida. Todos los actores bordan su papel, para el que parecen haber nacido. Keira Knightley evidencia por primera vez ser más que un bonito esqueleto pirateado y James McAvoy, ah! James McAvoy, uno de esos rostros con la cualidad de arcillosa transformación que escasas estrellas detentan (otra de las poseedoras es Cate Blanchett). Me ha rendido a sus pies, encantamiento que comenzara con El último rey de Escocia. No hay palabras para describir su virtuosismo en la escena de Dunkirk. Al loro, este chico es poseedor de un portentoso carisma que va a desbancar a musculitos y guaperas del universo. El carácter clave de la historia, Briony Tallis, pasa por tres estupendas performances, desde la Briony niña (Saoirse Ronan) a la joven enfermera (Romola Garai), rematándola con el mito de las tablas Vanessa Redgrave, personaje que ha convertido la escritura y una vida austera en su personal expiación.
Y aunque parezca de una simpleza inusual en los críticos de cine, confieso que no le encuentro el punto débil a esta cinta, que me ha hecho gozar de un cine puramente embriagador, (como en su momento lo hizo la obra de McEwan) y que, sencillamente, todo en Expiación me parece perfecto.
Ah, ¿qué de que va?, de cómo una mentira proferida por una niña consentida, aunque muy inteligente, de una maliciosa imaginación preadolescente puede hacer girar la vida de dos personas hasta la más profunda infelicidad, todo ello rematado con la sangrienta guerra Mundial de 1942.
Les reitero de nuevo que Expiación no es una película convencional, y que quedará enmarcada como una sublime adaptación, al estilo de la otrora El nombre de la rosa, que casi anula la obra en papel de Umberto Eco.
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