4 luni, 3 saptamani si 2 zile
Dir. Cristian Mungiu | 113 min. | Rumania
Intérpretes:
Anamaria Marinca (Otilia), Laura Vasiliu (Gabriela ‘Gabita’ Dragut), Vlad Ivanov (Viarel ó Domnu’ Bebe), Alexandru Potocean (Adi Radu), Ion Sapdaru (Dr. Rusu)
Estreno en España: 25 de enero de 2008
El espectador permanece clavado a la butaca con cara de circunstancias y con cierta sensación de haber espiado por la mirilla de una habitación privada cuando recibe la mirada desafiante de Otilia en el último instante de este grandioso film de pausados planos en ángulo abierto. Dura, difícil, áspera, inflexible, cruda, despojada de adornos fútiles y música ambiental de rediseño, Cuatro meses, dos semanas, dos días (4 luni, 3 saptamani si 2 zile) escrita y dirigida por el cineasta rumano Cristian Mungiu, parte del proyecto (Cuentos de la edad de oro) de relatos testimoniales sobre la era comunista en Rumania, nos propina una buena bofetada de realidad en la cara.
Brutal bocado de realidad
El espectador permanece clavado a la butaca con cara de circunstancias y con cierta sensación de haber espiado por la mirilla de una habitación privada cuando recibe la mirada desafiante de Otilia en el último instante de este grandioso film de pausados planos en ángulo abierto. Y es que esta mirada de mujer herida nos interpela a todos, mujeres y hombres: aquel que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Dura, difícil, áspera, inflexible, cruda, despojada de adornos fútiles y música ambiental de rediseño, Cuatro meses, dos semanas, dos días (4 luni, 3 saptamani si 2 zile) escrita y dirigida por el cineasta rumano Cristian Mungiu, parte del proyecto (Cuentos de la edad de oro) de relatos testimoniales sobre la era comunista en Rumania, nos propina una buena bofetada de realidad en la cara. Esta sencilla y técnicamente sobria cinta, tan alejada de malabarismos virtuosos de cámara, está dotada de una profundidad que despierta al espectador del adormecido cuestionamiento existencial al que le aboca tanta banalidad cinematográfica. Como ya ocurriera con la sobresaliente La vida de los otros (que nos sacaba lo voyeur que llevamos dentro), y en la línea poco complaciente de la producción suiza Fraulein, esta punzada visual en la vida de sociedades comunistas consumidas y deformadas por su propia ideología nos ha sacudido y seducido, al igual que ha seducido a Europa, consiguiendo el Premio a Mejor Película Europea 2007, la Palma de Oro en Cannes, el Premio de la Fipresci en San Sebastián, además de enamorado a los “críticos” (véase Cahiers du Cinema). Pero la Academia de Hollywood no ha podido con tal dosis interpretativa (Mungiu pertrecha a sus personajes de chorros de vida) ni desafiante realización y ha sido descartada para competir en los Oscar. Lástima porque el mensaje metáfora de Cuatro meses… es universal y de continua actualidad, ya sea en Rumania, en Europa o América.
Con unos asombrosos planos de incómodos largos minutos y unos diálogos escuetos pero esenciales en su mensaje, sin el más mínimo relleno de hueca palabrería la cinta de Mungiu es también un afilado canto a la amistad sin precio, inexistente en los tiempos actuales que vivimos. Amistad que, todo hay que decirlo, tiene más fácil demostrar su sustento solidario en sociedades en crisis. Y aunque Mungiu no pretenda aportar ningún trasfondo moral, leemos en este desolado discurrir de las horas de un día cualquiera que allí donde existen las prohibiciones, la clandestinidad se convierte en un medio de vida, de abuso y de muerte.
Gabita y Otilia son dos estudiantes en la Rumania de Ceaucescu, finales de los ochenta. Tienen suerte porque en la residencia de habitaciones para cuatro mujeres donde viven, ellas dos solas han logrado repartirse su pequeño cuchitril. Entre la compra de productos de contrabando y los consejos de compañeras consiguen solucionar sus, en ocasiones, graves problemas. Es lo que pretende Gabita Dragut (Laura Vasiliu), con su embarazo no deseado, a la que su amiga Otilia (grandiosa Anamaria Marinca) ayudará recurriendo a la clandestinidad, ayuda que conlleva escalofriantes sacrificios.
El contraste entre la intrascendente cena a la que tiene que acudir Otilia y el desasosiego que está viviendo en esos instantes da pie a preguntarse por ese talante paternalista de las sociedades gobernadas por hombres que tanto daño hacen a la mitad de su población. Quizá por ello aquella etapa de prohibición abortista supuso no tanto un dilema moral como un desafío al sistema, en un país donde el aborto era y aún es utilizado como método anticonceptivo.
El mismo Cristian Mungiu afirma que quería dar un estilo muy preciso y coherente a la película: “Lo que ocurre fuera de plano es, en muchas ocasiones, más importante que lo que ocurre dentro”. La fotografía juega con los tonos oscuros en una sociedad oscura y Oleg Mutu le da un alcance estético de impronta amarga, como resulta evidente en el terrible momento en que Otilia busca deshacerse del feto.
¿Qué les suena cruda esta apuesta arriesgada?, esa es la realidad amigos, y no la de los cuentos rosas de DreamWorks. Poco más hay que decir de una película necesaria para todo espectador aparte de que se nos da en bandeja el conocer el cine rumano actual, tan escaso en directores como rico en premios.
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