American Gangster
Dir. Ridley Scott | 157 min. | EE.UU.
Intérpretes:
Denzel Washington (Frank Lucas), Russell Crowe (Det. Richie Roberts), Chiwetel Ejiofor (Huey Lucas), Josh Brolin (Detective Trupo), Lymari Nadal (Eva), Ted Levine (Det. Lou Toback), RZA (Moses Jones), Carla Gugino (Laurie Roberts)
Estreno en Perú: 24 de enero de 2008
El género de los filmes de gángsteres parece no tener fin. Ahora llega American Gangster, la historia de un mafioso negro, con mentalidad emprendedora y –a diferencia del El Padrino y otros pandilleros– habilidad para esconderse bajo negocios legales e insospechables para la policía. Esta película es importante porque muestra aspectos poco conocidos o divulgados sobre el tráfico de estupefacientes en Nueva York en los años 70. El primero de ellos es la extensión del consumo de heroína entre los jóvenes. Prácticamente no había residencia universitaria o comunidad juvenil donde no hubiera un consumo regular de esta droga. En segundo lugar, la extensión de la corrupción, que había convertido a grupos de las fuerzas armadas en los transportistas ideales de esta mercancía ilegal y a los féretros de los caídos en combate como el embalaje más seguro para proteger la droga durante la guerra de Vietman.
El género de los filmes de gángsteres parece no tener fin. Ahora llega American Gangster, la historia de un mafioso negro, con mentalidad emprendedora y –a diferencia del El Padrino y otros pandilleros– habilidad para esconderse bajo negocios legales e insospechables para la policía. Pero a diferencia de otras obras que utiliza como referentes, la película dirigida por Ridley Scott está basada en personajes reales y hechos aún hoy controvertidos; tanto que el destacamento especial antidrogas de Nueva York ha abierto juicio a Scott por supuestas falsas acusaciones de corrupción en el filme, el cual gira en torno a Frank Lucas (Denzel Washington), el chofer de un pandillero negro y populista de Harlem, quien sigue las huellas de su fallecido amo y logra convertirse en el jefe mafioso del barrio y, posteriormente, en el principal distribuidor de drogas de toda la ciudad.
Esta película es importante porque muestra aspectos poco conocidos o divulgados sobre el tráfico de estupefacientes en Nueva York en los años 70. El primero de ellos es la extensión del consumo de heroína entre los jóvenes. Prácticamente no había residencia universitaria o comunidad juvenil donde no hubiera un consumo regular de esta droga. En segundo lugar, las extensión de la corrupción, que había convertido a grupos de las fuerzas armadas en los transportistas ideales de esta mercancía ilegal y a los féretros de los caídos en combate como el embalaje más seguro para proteger la droga durante la guerra de Vietman. Asimismo el film muestra el fuerte consumo de estos productos entre las tropas y cómo los proveedores y procesadores de la heroína en el sudeste asiático trabajaban con impunidad y eran tolerados por el ejército estadounidense. El principal proveedor era un general nacionalista chino que controlaba campos de amapola con un ejército particular que provenía (o subsistía) desde la época de la derrota de Chiang Kai Shek en 1949.
Estos factores históricos constituyen una de las bazas más importantes del filme, ya que nos muestra cómo las iniciativas para desarrollar este negocio, su “creatividad empresarial” y la estela de corrupción que arrastra consigo (tanto para los países productores como los consumidores), parten de estos últimos. Particularmente interesante resulta la breve acotación del discurso del presidente Nixon en el que señalaba como principal problema del país el trafico y consumo de drogas. No debe olvidarse que fue durante su mandato que se crearon las primeras agencias estatales para combatir estos delitos tanto dentro como fuera de los Estados Unidos.
El tercer hecho importante se refiere a fenómenos paralelos de racismo y mentalidad emprendedora en el ámbito de este negocio ilícito por parte del protagonista, Frank Lucas. Ambas características ya han estado presentes en otras películas del género, pero no habían sido trabajadas con la profundidad con que se muestran en esta obra cinematográfica. Lucas aparece no solo como un afroamericano exitoso, sino como el más importante capo mafioso de una ciudad de 20 millones de habitantes; lo cual resultaba inverosímil para los policías que no lograban encontrar a la cabeza de una organización tan eficiente como lucrativa. Las actitudes de discriminación también se manifiestan en las relaciones del protagonista con sus pares de la mafia italiana o, en el bando policial, los prejuicios antisemitas contra su perseguidor, Richie Roberts (Russell Crowe). Si bien este factor no es el núcleo central del filme, sí representa un componente importante. Por otro lado, la habilidad y el olfato para los negocios, así como la visión empresarial constituyen la principal arma para tanto para el ascenso social como para superar la discriminación racial; aunque siempre dentro del ámbito criminal. No obstante, aun dentro de este espacio, el protagonista exhibe cualidades que lo distinguen y, al mismo tiempo, protegen durante un buen tiempo de las sospechas policiales. Paralelamente, y siguiendo las tradiciones mafiosas, el personaje consigue una clientela social convirtiéndose en una personalidad influyente en la comunidad afroamericana neoyorquina. Por lo que venimos diciendo, podemos concluir que estamos ante un personaje y un filme complejos, los cuales son sacados adelante con gran destreza narrativa por parte del director Ridley Scott.
Como bien me lo ha hecho notar Rodrigo Portales, si bien estamos ante una obra original, la película presenta otros referentes cinematográficos. Encontramos en ella elementos tratados en El Padrino de Francis Ford Coppola, Caracortada y Los Intocables de Brian de Palma y hasta de Serpico de Sidney Lumet, entre otras. En el primer caso por el componente familiar que rodea al protagonista y por un significativo montaje paralelo que nos recuerda los finales de la famosa trilogía gangsteril; aunque en el caso familiar, los errores de algunos parientes de Frank resultarían decisivos para su destino. En el segundo caso por el hecho de pertenecer a una minoría racial que consigue el éxito social en base al delito y, por otra parte, el matrimonio con una mujer bella con fines de lucimiento personal (en estas similitudes superficiales se acerca también a Casino de Martin Scorsese). Sin embargo, el matrimonio de Lucas sella además una alianza donde lo que prima es la lucha por el asenso social contra la discriminación racial.
En el tercer caso ya debemos hablar del segundo protagonista, el detective Richie Roberts, quien logra hacerse un lugar como policía confiable, excéntrico (pero intachable), en un contexto institucional marcado por la corrupción policial. Aquí también habrá que crear un grupo de incorruptibles en la vecina New Jersey, dirigido por Roberts, para descabezar al nuevo capo emergente. Al igual que en el caso de Lucas (personaje cuya construcción incluye otros componentes que no mencionaremos), Richie también es un personaje complejo, al que vemos ir desarrollándose en paralelo con su contraparte casi desde el mismo comienzo del filme. La corrupción policial es otro aspecto presentado en esta película, pero no constituye uno de los elementos originales de la misma (ya que aparece en otras importantes películas de gángsteres); salvo por el hecho de estar basado en situaciones reales del pasado.
Aquí llegamos a otro importante referente cinematográfico: Los Infiltrados, nuevamente de Scorsese; y con ello entramos al tema de la estructura audiovisual propiamente dicha. Al igual que la mencionada cinta, Gángster Americano empieza con un esquema “vidas paralelas”; en este caso, entre Frank y Richie. Aunque esta parte se extiende más que en planteamiento inicial del filme de Scorsese, en dos sentidos: 1) La vida de ambos personajes esta más desarrollada y ambos son más independientes entre sí y 2) Frank Lucas aparece más desarrollado que su perseguidor, Richie Roberts. Algunos han criticado este desbalance, sin embargo, dado los factores históricos y sociales arriba enunciados (y asociados a Lucas) es inevitable que ello haya sucedido. Si bien puede parecer afectada la estructura narrativa, la importancia y el valor de la contextualización histórica y personal de Lucas compensa con creces este aparente desequilibrio; el cual, por cierto, es una opción legítima del director en tanto conduce la acción con eficacia.
Otra similitud son los sorprendentes y casi frenéticos giros que se producen al final de ambas películas; aunque en el caso de Scott, estas “vueltas de tuerca” sean más complejas e ideológicas que las presentadas en el desenlace de Los infiltrados. El notable diálogo “final” entre perseguidor y perseguido, pareciera convertirse casi en el inicio de una nueva película; al mismo tiempo que representa una especie de limpieza moral del “gángster americano”, lo que a algunos disgustará y otros cuestionarán. Sin embargo, el extraordinario final abierto, la última toma de la película, constituye en sí misma todo un nuevo punto de partida y –simultáneamente– un cierre para la vida del protagonista de esta notable historia. Y para terminar la comparación con el filme de Scorsese, diremos que mientras en éste la corrupción es absoluta, en la película que comentamos no lo es tanto; aunque está muy cerca de serlo.
Volviendo a la estructura. Si bien la acción se desarrolla linealmente, no podemos dejar de destacar un par de procedimientos narrativos que –sin embargo– no la perturban. El primero es un flashback de Richie preparándose para el proceso judicial que abre y cierra la mayor parte del filme y que tiene como función, de un lado, preparar el dilatado epílogo y de otro, soportar uno de los componentes de la construcción de este personaje (sus estudios de derecho). El segundo son algunos shots que Robles Godoy llama “kinéticos”, en los cuales el director puntualiza muy oportunamente los contrastes de situaciones enunciadas por el protagonista con las realidades de su quehacer criminal. Salvo estos dos puntos, la película se desenvuelve con un cierto grado de asepsia e impersonalidad que caracteriza a los productos industriales; pese a lo cual, llega a tener una alta factura técnica (lo que, por cierto, también es el caso de Los Infiltrados). En tal sentido, el filme tiene los ingredientes necesarios y propios de las películas de acción, con sus dosis adecuadas de violencia y las sorprendentes y provocadoras acotaciones históricas citadas anteriormente; con un elevado nivel de profesionalismo en todos los apartados de la producción, incluyendo la actuación (aunque, todo hay que decirlo, Denzel Washington no puede competir en este tipo de rol con Brando, De Niro o Pacino). No obstante American Gangster, se eleva por encima de estas y otras “pegas” que podríamos hacerle debido a trascendencia y el enfoque que ofrece sobre el mundo del crimen organizado, específicamente, el narcotráfico, tanto entonces como ahora.
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