The French Connection
Dir. William Friedkin | 104 min. | EEUU
Intérpretes: Gene Hackman (Jimmy Doyle), Fernando Rey (Alain Charnier), Roy Scheider (Det. Buddy Russo), Tony Lo Bianco (Sal Boca), Marcel Bozzuffi (Pierre Nicoli), Frédéric de Pasquale (Devereaux)
Contacto en Francia (1971) de William Friedkin es una cinta cuidadosamente adrenalínica, donde el motor se centra en una espectacular acechanza en las entrañas de la fría Nueva York de los años setenta. La idea de la cinta es básica, pero el desarrollo de sus pormenores le otorgan solidez al film: los detectives Jimmy «Popeye» Doyle (Gene Hackman) y Buddy Russo (Roy Scheider) investigan solícitamente un caso de narcotráfico en la ciudad de Nueva York, en el cual se ve implicada la mundana mafia francesa.
Con la memoria del recientemente fallecido Roy Scheider, invito a recordar un auténtico clásico del cine, una suerte de arquetipo fílmico para las toneladas de cintas de acción relacionadas con el crimen organizado o el tráfico de drogas que vinieron a continuación, y que seguirán aterrizando en las salas. Contacto en Francia (1971) de William Friedkin es una cinta cuidadosamente adrenalínica, donde el motor se centra en una espectacular acechanza en las entrañas de la fría Nueva York de los años setenta.
Contacto en Francia no solo es una película importante para el séptimo arte, también lo fue para la carrera de quienes estuvieron involucrados en su realización. Antes de asumir este proyecto, William Friedkin (un director profundamente influenciado por el cine de Fritz Lang) no había llamado la atención con sus películas. No era un cineasta novato, pero sus trabajos iniciales carecían de esa fuerza radioactiva que adopta su filmografía en la década de los setenta. Tras la consagración de esta su quinta cinta en los premios de la Academia del 72 (cuatro Oscar por mejor película, director, guión adaptado y edición), la carrera de Friedkin se vio iluminada con obras maestras tales como El exorcista (1973) o Carga maldita (1977).
Sin embargo, sus mayores logros los obtuvo con esta película de acción policial, un ejercicio vivificante, gradual y frenético de un sutil y perspicaz suspenso, que además se convirtió en un eficaz producto comercial que funcionaba bien tanto con la crítica como con el público. Para Gene Hackman y Roy Scheider, sus protagonistas, las consecuencias también fueron provechosas. El primero ganó un Oscar como mejor actor principal, mientras que el segundo obtuvo una nominación como mejor actor secundario.
La idea de la cinta es básica, pero el desarrollo de sus pormenores le otorgan solidez al film: los detectives Jimmy «Popeye» Doyle (Gene Hackman) y Buddy Russo (Roy Scheider) investigan solícitamente un caso de narcotráfico en la ciudad de Nueva York, en el cual se ve implicada la mundana mafia francesa. Cuando Popeye Doyle descubre que los delincuentes están a punto de concretar la transacción ilícita, toma el caso como algo personal, rompiendo con las reglas federales y haciendo lo impensable para impedirlo.
El director atavía esta premisa inicial ahondando en la investigación, subrayando la expectación que se mantiene constante con el ritmo, y al mismo tiempo dejando entrever con astucia la condición de los personajes. Hackman está sublime encarnando con rabiosa y testaruda destreza su papel que basó en la vida del policía neoyorkino Eddie Egan, según anota el escritor Robin Moore en su libro The French Connection: A True Account of Cops, Narcotics, and International Conspiracy. Lo mismo pasa con el personaje de Roy Scheider (basado en el oficial Sonny Grosso) que aunque no participa mucho de la historia, nos brinda una actuación imponente que le mereció el prestigio suficiente para fraguar el protagonismo de memorables cintas como Tiburón (1975) o All that Jazz (1979).
Sin embargo, lo más representativo, recordado y citado de un film como Contacto en Francia son sus persecuciones. Friedkin absorbe toda la prolijidad del guión adaptado por Ernest Tidyman, y transforma el corazón de Nueva York en un escenario inminente, en un campo de batalla para una cacería alucinante, delirante a flor de piel. En las cámaras Owen Roizman esgrime una fotografía cruda, cabal y efectiva, para capturar agitadamente y con brío aquellos instantes donde el espionaje secreto se convierte en una práctica virtuosa de los protagonistas, o en otros, los mejores, que sumergen al espectador al interior de un metro en marcha o en medio de las calles de la gran ciudad.
Altamente recomendable para quienes gozaron con la trilogía de Jason Bourne, Contacto en Francia es más que una notable cinta policial; se ha convertido en un indispensable manual para los interesados en el género de acción, y ha inspirado a realizadores como Doug Liman o Paul Greengrass. Y otro motivo para recomendar su visionado, desde ahora, será cuando queramos descubrir o recordar a un gran actor como lo fue Roy Scheider.
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