Dir. Gregg Mottola | 118 min. | EEUU
Intérpretes: Jonah Hill (Seth), Michael Cera (Evan), Christopher Mintz-Plasse (Fogell), Bill Hader (Oficial Slater), Seth Rogen (Oficial Michaels), Martha MacIsaac (Becca), Emma Stone (Jules), Aviva (Nicola)
Estreno en Perú: 29 de noviembre de 2007
De cuando en cuando tenemos la grata sorpresa de encontrar dentro de los estilos, escenarios y argumentos más despilfarrados algún trabajo que se destaque con habilidad. El caso de esta película es un mérito tratándose del terreno tan maltratado (desde siempre) de la comedia juvenil. Esos nerds a través de los cuales seguimos la película pueden dar rienda suelta a su onda freaky sin ser relegados por los chicos «bien» de tantos otros films, es más estos ni siquiera son vistos más que de reojo en el film.
De cuando en cuando tenemos la grata sorpresa de encontrar dentro de los estilos, escenarios y argumentos más despilfarrados algún trabajo que se destaque con habilidad. El caso de esta película es un mérito tratándose del terreno tan maltratado (desde siempre) de la comedia juvenil, subgénero que con picardía comenzó a ganarse al público a partir de las épocas de Fonzie hasta los chicos de Porky’s o las películas de últimos americanos vírgenes, sudorosos y conflictuados. Los de Superbad son adolescentes que parecen involucionar ligeramente, diferenciándose de los esquemáticos estudiantes a quienes el exceso y la frivolidad con que fueron diseñados los terminan convirtiendo en clichés vivientes con etiquetas de papel pegadas en sus espaldas: los deportivos ganadores, los nerds losers, los profesores estúpidos, etc. A su modo, esta cinta es una especie de venganza de los nerds pero sin manifiestos estruendosos ni peleas por un espacio bajo el techo de la escuela. Es una comedia hecha con inteligencia, con verdaderos sentido y conocimiento de la humorada juvenil a la que se acerca por momentos con una extraña cotidianeidad.
Hay que apuntar bien los nombres de Seth Rogen e Evan Goldberg comediantes y autores del divertido guión con el cual trabaja el productor Judd Apatow (The 40 Year Old Virgin). Tal colaboración también se puede apreciar en Knocked Up también estrenada el año pasado. En este caso la labor de dirección se delega al televisivo Gregg Mottola quien no lo hace nada mal. Una camada de nerds con gusto por el entretenimiento revelado en cada réplica y situación del film. No sería descabellado imaginar la historia como una reivindicación del escenario de la primera juventud convertido en caricatura a diestra y siniestra. Así es como vemos los trotes de Seth e Evan de regreso al colegio convertidos en muchachos a puertas de la graduación. Se trata de la situación más común en este tipo de cintas, pero el interés empieza por recorrer esos espacio ya conocidos variando sutilmente algunas de sus resoluciones. Los ingeniosos diálogos y las frescas actuaciones de los dos protagonistas sostienen gran parte del metraje en el cual vemos esa manera en que los realizadores tuercen ligeramente el viaje caótico y delirante de los amigos haciéndose un mundo en sus descubrimientos previos a la primera madurez.
A su modo Superbad resulta una mirada autoconciente más en torno a los mecanismos de un subgénero, pero partiendo de un espectro más amplio. Esos nerds pueden dar rienda suelta a su onda freaky sin ser relegados por los chicos «bien» de tantos otras películas, es más estos ni siquiera son vistos más que de reojo en el film. Hay como una apariencia intermedia y sin excesivos contrastes en todos los personajes quienes aunque identificables no ostentan etiquetas visibles: Seth e Evan se pasean como los mismos chicos «listos» de la escuela, nadie los mira mal por tener de acompañante al todavía más «distinguible» Fogell. Todos ellos pueden aspirar a las chicas más guapas que no son necesariamente ni bobas ni «zorras». A falta de bravucones o Parker Lewis, son ellos mismos quienes asumen los papeles de animadores de la gran fiesta de la noche, aunque no sepan ni un pepino cómo hacerlo. Toda la película transita por esa idea de ver a los nerds ocupando el espacio de la aventura, como si algún buen día (como en Soy leyenda) los especímenes masculinos de otro tipo hubieran desaparecido de la escuela.
Estos superbad guys se enredarán en más de una cómica situación para conseguir dar el brindis de triunfo al lado de sus «objetos del afecto». Y es en este punto donde la intriga gana más peso y de cierta manera vuelve más convencional al film, cosa que no está mal pues la diversión sigue siendo inteligente hasta en sus bromas más delirantes, tal como ocurre en la intromisión de Evan y Seth en la fiesta de «mayores» o en aquel par de policías que acompañan a Fogell convertido en un soñado «McLovin» ansioso de sexo, drogas y rock’n’roll como manda la tradición.
Hay en este tramo algo del humor propio del stand up comedy, de donde provienen algunos de los gestores del film (como el propio Rogen quien interpreta a uno de los dislocados representantes del «long dick of the law» como dice en uno de los momentos más jocosos). Pero mayormente la propuesta se mantiene firme con la infantil fantasía de hacer de sus chicos nada galancetes los héroes completos de la jornada, a costa de que tengan que olvidar toda su hazaña como si hubiese sido una ensoñación borrosa en la mañana y con sabor a resaca. Antes que nada, Seth e Evan son unos buenos chicos con sus rarezas, y el hecho de que al final las chicas de sus sueños terminen aceptándolos es consecuencia de ello.
Dentro del agotadísimo panorama de la comedia popular gringa cabe esperar lo que este grupo creativo (mayoritariamente canadiense) pueda traerse entre manos, pero siempre esperando de que el éxito no los termine arruinando. El cine contemporáneo está plagado de casos similares, buscando parecidos basta recordar a aquellos comediantes surgidos a fines de los 70 (Dan Aykroyd, Harold Ramis, Bill Murray, Rick Moranis y el director Ivan Reitman) quienes tan rápido como llamaron la atención optaron por la comodidad televisiva del Saturday Night Live. Si arrancaron más risas, lo hicieron, pero quedaron reducidos a los clichés más simplones durante mucho tiempo, algo que al menos esta nueva generación parece querer evitar. Su ingenio nos obliga a concederles el beneficio de la duda y, por supuesto, a estar atentos con lo que se traen próximamente con Pineapple Express.
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