Dir. Nacho G. Velilla | 110 min. | España
Intérpretes: Javier Cámara (Maxi), Lola Dueñas (Alex), Fernando Tejero (Ramiro), Benjamín Vicuña (Horacio), Alexandra Jiménez (Paula), Chus Lampreave (Celia), Cristina Marcos (Marta)
Fecha de estreno España: 11 de abril de 2008
Fuera de carta es un trabajo encantador de serpientes, un calmante natural para esta ajetreada vida que llevamos. Cumple a la perfección su último y solo propósito, hacernos reír de manera fluida durante todo el tramo de su proyección, poco más de hora y media. Una risa provocada por un guión ingenioso, una puesta en escena atractiva y un estupendo trabajo, de todos los actores, donde los más jóvenes se ven respaldados por la profesionalidad de Javier Cámara y compañía.
Reírse, objetivo conseguido
Los productores, guionistas, y el director, Nacho G. Velilla, que a su vez coparticipa en el guión del sorprendente éxito de taquilla, Fuera de carta, han tenido ciertos puntos muy claros a la hora final de confeccionar esta comedia tan resultona, pautas que resultan evidentes y esclarecedores sobre su procedencia: mezclaron en un medidor de ideas la imagen de fondo del trabajo de Sandra Nettelbeck, Deliciosa Marta (sus manías, sus repentinas responsabilidades familiares, y su entorno laboral), le espolvorearon gruesas virutas de Un funeral de muerte, de Frank Oz, y una vez bien mezclado lo ligaron con ingredientes de la mejor calidad montaje-humorístico-desternillante que conforma lo que calificaríamos como una comedia moderna, a la que previamente le han tamizado los grumos de la casposa españolada.
Bien, así a voz y pronto diré que Fuera de carta me gustó un rato. Cumple a la perfección su misión, que no es otra que hacernos reír con risa feroz, evadiéndonos de los problemas de nuestra realidad cotidiana, no por nada la productora se llama Ensueño Films. En definitiva lo que lleva haciendo el cine desde los hermanos Lumière. Porque además de ser una puerta y una voz de denuncia y conocimiento, de trabajo experimental, de ventana abierta a miles de historias y mundos, montajes y delirios, también es, y sobre todo, una droga de evasión, una droga sin efectos secundarios, a no ser que se pretenda creer a pies juntillas que la vida real fuera del color de estos flashes del rosa. Pero eso es debate para otra reseña, no para esta.
Reconozco que me acerqué con miedo a la sala nº 5 de mi cine preferido, dándole al poco rezo que recuerde esta pecadora. Y diciéndome a mi misma que como aterrizara ante una de esas chuecadas de vómito de las últimas hornadas juraba no pisar más un menú cinéfilo español. Pero Javier Cámara es mucho Cámara, al que hay que añadir un elenco de actores la mar de apetecibles por sus estupendos curriculums en cine y televisión. Casting muy bien pensado y amalgamado.
Fuera de carta es un trabajo encantador de serpientes, un calmante natural para esta ajetreada vida que llevamos. Cumple a la perfección su último y solo propósito, hacernos reír de manera fluida durante todo el tramo de su proyección, poco más de hora y media. ¡Ahí es nada! Una risa provocada por un guión ingenioso, una puesta en escena atractiva y un estupendo trabajo, repito, de todos los actores, donde los más jóvenes se ven respaldados por la profesionalidad de Javier Cámara, Fernando Tejero, Lola Dueñas, Luis Varela o Chus Lampreave, junto a promesas relucientes de una seducción que se sale fuera de pantalla, como el causante de más de un enredo amoroso, Benjamín Vicuña en su papel de un (cómo no) retirado futbolista famoso y televisivo, ah y argentino. Todos ellos enredan una historieta harto previsible pero no por ello menos lograda en su resultado humorístico: Cocinero gay de restaurante de moda en Chueca tiene que hacer frente, a veces con cierta histeria, a los innumerables problemas que un negocio de esa talla conlleva, a lo que hay que incluir la aparición en su vida de unos hijos olvidados y un nuevo amor que se niega a salir del armario de cara a la galería.
Fuera de carta cumple. Los cabezas pensantes del proyecto han rematado una comedia de alta cuisine. Aunque para ello tuvieran que hacer uso de los típicos tópicos, como llevan haciendo todas las comedias de la historia del cine, cada una hija de su tiempo. Desde las tentaciones extramatrimoniales de arriba, con una Marilyn que hacía olvidar penurias, hasta las nuevas parejas y familias de hoy día, donde la condición gay es un buen filón, como ya se demostrara en la desternillante Un funeral de muerte, solo que allí se situaba entre ritos funerarios, y aquí se sitúa en un más glamoroso y resultón medio, la cocina del Chef, de donde recién venimos entrenados con nuestra parisina rata preferida, Remy. ¿Moralina? Me sigo preguntando por qué algunos críticos españoles son tan pedorros y se empeñan en sentarse en tronos que lo alejan tanto del espectador. Esto que tenemos entre manos es una comedia, un cuento, donde ya sabe el espectador, que no es tan idiota, que está revestido de un glaseado fulgurante de puro cine cenicienta. De hecho cada escena es absolutamente previsible (y me repito como el ajo) de lo que vendrá justo después, en medio y al final. ¿Cual es la diferencia que sorprende?, el modo, la forma de llevarlo a cabo, el atuendo, ese ingenio resolutivo del gag que nos desternilla, y que consiguió que las carcajadas que yo oí entre el público fueran puro producto biológico, sin aditivos forzados.
Extraídos los factores esenciales de Deliciosa Marta, y añadida la globalización y multiculturalidad en los recursos humanos, (quizá más protagonismo a los ayudantes negros habría venido de perlas), vemos una Marta convertida en Maxi, que hubiera llegado a la perfección si le hubieran restado amaneramiento tan teatralizado. No digo que no le sobren fallos, como lo poco que se atreve el director en dar un mayor atrevimiento visual a la relación del Chef con su indeciso novio Horacio en cuestiones de sexo, allí donde tan bien apuntó Cachorro de Miguel Albadalejo.
En todo caso Javier Cámara es absoluto merecedor de la Biznaga de Plata al Mejor Actor que el XI Festival de cine español de Málaga le ha otorgado. Sin ninguna duda. Así como tampoco la tenemos del dolor de ojos con el que salimos, achacado a una sola causa, ese caramelo que haría pecar hasta a la más Viridiana esposa y madre, el Horacio-príncipe del cuento.
No se lo piensen dos veces, y pidan reserva en el Xantarella, se reirán a destajo.
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