Se estrena por fin en el Perú Eastern Promises, la nueva y espléndida cinta de David Cronenberg. Posee, como su antecesora A History of Violence, una apariencia de thriller criminal pero subvertido bajo las ideas más claudicantes sobre el mundo contemporáneo. De ello da cuenta la presencia de los tatuajes, símbolo de la anarquía para muchos pero que en la película se convierte en símbolo de una organización social alterna, un símbolo de su supervivencia y sus honores como medallas o galones. Eso nos hace volver hacia atrás y recordar algunas apariciones destacadas del arte sobre la piel en el mundo del cine:
La noche del cazador: El misterioso Harry Powell (Robert Mitchum) lleva tatuadas las palabras amor y odio en las manos. Sus modales y palabras parecen indefinirse entre ambos sentimientos, a los que hace medir fuerzas para una extraña diversión o manera de tomar decisiones. Ese singular y autoproclamado predicador seduce, atormenta y codicia todo aquello que de algún modo ha conseguido el imposible balance de esos dos instintos. ¿Acaso la fortuna lo conseguiría para él? Cualquier parecido con tantos otros mensajeros de la fe no es coincidencia. Mérito de Charles Laughton en su única y genial película como director.
Cabo de miedo: Max Cady es otro prontuariado con amplio curriculum dibujado. Pero sus tatuajes no manifiestan sus afanes y recorrido por el mundo del hampa. Se trata de un criminal de un solo delito y una sola obsesión. En este remake del clásico homónimo de J. Lee Thompson, con Gregory Peck y Mitchum otra vez como el criminal, al gran Scorsese se le ocurrió revestir a su protagonista con la idea exacerbada, tal vez tras una mirada más a La noche del cazador. Así es como vemos a Robert De Niro exponiéndose al desconcierto de sus potenciales enemigos que pretenden ignorar u olvidar los motivos de esa persecución fervorosa.
Memento: Como para que no se diga que los tatuajes son patrimonio del bajo mundo aquí está Lenny, un hombre con una tragedia mayor que el propio crimen que originó su odisea cargada de signos equívocos. Es el hombre que ni siquiera puede recordar qué sucedió. Sólo se sabe presente en una carrera pero no si en condición de perseguidor o perseguido. Los tatuajes aquí exacerban su motivo y significado: ser el recuerdo apenas registrado del tránsito personal, que probablemente cambie de forma de un día para otro en nuestra mente.
Promesas del este: David Cronenberg ahora nos trae la historia de otros bajos fondos. La de Nick Luzhin, un emigrante ruso que carga como mejor carta de presentación u hoja de vida, sus tatuajes. Son éstos el único vehículo de supervivencia que se le permite en la occidental Londres, repleta de paisanos tanto como de tantas otras dispares castas con sus propios símbolos y contraseñas.
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