Dir. Jon Favreau | 126 min. | EEUU
Intérpretes:
Robert Downey Jr. (Tony Stark / Iron Man), Terrence Howard (Jim Rhodes), Jeff Bridges (Obadiah Stane / Iron Monger), Gwyneth Paltrow (Pepper Potts), Leslie Bibb (Christine Everhart), Shaun Toub (Yinsen), Faran Tahir (Raza)
Estreno en España y Perú: 30 de abril de 2008
Ha comenzado el despegue de una nueva familia de partes que forman un todo. Dentro de la sección superhéroes que dan el salto del cómic al celuloide, desembarca en pantalla grande, con pompa y ruido más discretos que en otras ocasiones, uno de brillante armadura y mentón cuadrado regalado de toda la tecnología presente y futura que pueda imaginarse. El liderazgo de Downey Jr. como el millonario y especialista en robótica Tony Stark es absoluto, sin dejar atrás la buena performance de un recuperado Jeff Bridges, una estilizada Gwyneth Paltrow, y un poco aprovechado Terrence Howard.
Maniobras de entrenamiento
Héroe
Ha comenzado el despegue de una nueva familia de partes que forman un todo. Dentro de la sección superhéroes que dan el salto del cómic al celuloide, desembarca en pantalla grande, con pompa y ruido más discretos que en otras ocasiones, uno de brillante armadura y mentón cuadrado regalado de toda la tecnología presente y futura que pueda imaginarse. Llega Iron Man y sus secuelas, que dependiendo del éxito de cada una, pueden llegan a imitar a aquella La familia y uno más.
Los tiempos han cambiado (bueno en realidad no mucho, sólo los objetivos y las formas) y cuando en 1963 Iron Man luchaba desde el papel contra la amenaza amarilla y se inmiscuía en la guerra del Vietnam, ahora, y surcando los mundos digitales, se enfrenta, siguiendo las premisas de la superpotencia que le supervisa, a los de piel más tostada, diríamos arabesca, en un escenario más seco, las áridas montañas de Afganistán. Quizá un pelín más actual hubiera sido Irak, pero su realizador Jon Favreau y guionistas varios ya han traspasado lo (permitido) políticamente correcto al poner unas cuotas de duda en quién fue primero, si el huevo o la gallina (léase como huevo guerra-terror, y como gallina industria armamentística, o viceversa), y permitirse un malo en la casa América, amén de apuntar con el dedo a las corporaciones como pirañas globales.
En todo caso los amantes del cómic no pasan horas con semejantes dilemas morales, y sí disfrutan con la acción, los métodos, los villanos cercanos, los lejanos, y especialmente la tecnología y las maniobras orquestales de robot tan aerodinámico. Y, todo hay que decirlo, elegante. Porque se reviste de oro y titanio (nada que ver con el hierro del título) ribeteado en rojo pasión, (muy acorde con el donjuanismo del héroe y el personaje real inspirador, Howard Hughes), del que dota a su armadura energética, repleta de todo un arsenal armamentístico que expele en rayos propulsores. Es el charme del superhéroe millonario, del que elucubramos ya un completo vestidor con nuevos diseños metálicos. Aunque en realidad casi todos lo son, puesto que necesitan de todo lo que proporciona el capital para permanecer entre las élites, no perder el tiempo en buscarse la vida y desarrollar y mantener su lazo de contactos necesarios para tener vía libre. Además de estar dotados de un nivel intelectual y astucia superior a la media, con lo que queda prácticamente en sus propias manos su transformación en fuerzas sobrehumanas.
Así es el héroe moderno, el superhéroe de papel que ha evolucionado desde los años cincuenta en sus aspectos físicos y poderes, pero no en la esencia misma del héroe salvador del mal global, mal que siempre coincide con aquellos que molestan a Norteamérica.
Si bien su evolución es evidente en aspectos tecnológicos y diseño, no lo es tanto en su relación con el sexo opuesto. Al parecer hay cosas que nunca deben cambiar, como las mujeres del más exquisito corte que rodean al héroe fatigado de salvar al mundo. Esas mujeres, nacidas del prototipo mental sobre la hembra perfecta de pechos turgentes y piernas larguísimas que el dibujante tiene en su neurona programada, aterriza también en el cine, para solaz del héroe ligón, y del espectador encantado.
Iron Man marca el nuevo camino a seguir por los superhéroes del siglo XXI, dudas existenciales mezcladas con poderes extraordinarios.
Actor
Las productoras parecen haber captado una necesidad que ha emergido por sí misma en la cartera de superhéroes cinematográficos y es que ante la falta de profundidad en los tratamientos, se le ha dotado de cierto humanismo, (sin sobrepasar el mínimo, puesto que no se trata de cambiar su principal motivación que no es otro que el puro entretenimiento). Al fin y al cabo son hombres o mujeres (en contados casos, precisamente cuando fue Barbarella la que abrió el ciclo de adaptaciones cómic-cine) con debilidades. Decidieron comenzar, excúseme la redundancia, con Batman Begins, con la que este Iron Man tiene mucho en común. Sacrificio de las escenas de acción en aras de una proyección más flamboyante del hombre que se esconde debajo del atuendo. Siempre existe la posibilidad de recuperar la cuadrícula mental en las siguientes secuelas. ¿Cuál ha sido el acierto de la casa Marvel con respecto al los responsables del casting? Darles libertad en su elección. Nada podían haber hecho mejor. Robert Downey Jr. es la buena estrella que les ha caído desde el exitoso nacimiento del superhéroe allá en los años sesenta.
Este inmejorable actor, sin rival, carismático en potencia, poliédrico como pocos, ha llamado a espectadores como yo, espantados de semejantes producciones (solo me fue posible aguantar la primera media hora del Batman de Christian Bale), y les ha sentado quietecitos las más de dos horas de proyección. No puedo decir lo mismo de la algarabía adolescente. A veces lo que se gana por un lado, se pierde por otra esquina. Y mal me temo que toda la chavalada que tenía a mi alrededor se dedicaban a trastadas varias cuando la cosa se ponía reflexiva, y solo permanecía el cine en silencio frente a las puras escenas de acción, bien acompañadas de energética música rock.
El liderazgo de Downey Jr. como el millonario y especialista en robótica Tony Stark es absoluto, sin dejar atrás la buena performance de un recuperado Jeff Bridges, una estilizada Gwyneth Paltrow, y un poco aprovechado Terrence Howard. ¿Quién mejor que el moldeable actor?, cuyos baches personales no le han mermado en absoluto su talento, más bien al contrario se lo han aumentado. Quién fuera el mejor Chaplin por el que obtuvo nominación al Oscar y sendos Premios Globo y Bafta en 1992, y que además de una extensa filmografía, nos dejó un sabor de boca extraordinario con sus últimas apariciones como la obsesión de Kidman/Arbus; el escritor y director de cine Dito Montiel de Queens; o el periodista de investigación Paul Avery de Zodiac. ¿Quién mejor capaz de meterse en la piel de un superhéroe de estas características sin que ello le reste ni unas décimas de valor ante sus fans (entre los que me encuentro)? Bien al contrario es a partir de ahora que su termómetro popular empezará a subir de temperatura. ¿Quién mejor que él podía hacer creíble esos diálogos llenos de ironía? ¿Qué mejor Stark guasón y sardónico? ¿Quién mejor podía interpretar un héroe con claroscuros e ínfulas rebeldes? Su afinidad con el personaje brilla como los rayos de energía que proyecta desde la palma de su mano y nos aturde cómo aturde a sus enemigos.
Historieta
Pero no se confundan, Iron Man no es una apología de la reflexión bergmaniana. Sigue primando la forma sobre el contenido, anatomía estética pura y dura, aunque esta vez venga servida de cierta heterodoxia. Pero, eso sí, estamos ante una extravaganza de efectos especiales al servicio del héroe.
El industrial inventor y millonario Tony Stark, principal accionista de Industrias armamentísticas Stark, acaba secuestrado por un grupo de insurgentes en Afganistán, al acudir a una supervisón de su producto. Herido en el corazón, otro cautivo (al parecer doctor en medicina) le coloca un artefacto de acero que hace las veces del órgano en cuestión. Gracias a su ingenio logra escapar de sus captores mediante la creación de una armadura que le da poderes extraordinarios. De vuelta a América y a su empresa, Stark decide perfeccionar su invento, además de cambiar radicalmente el rumbo de Industrias Stark. Pero no cuenta con la oposición del ejecutivo principal, Obadiah Stane, demasiado ambicioso para permitir que la idea de Spark le pertenezca (un guiño al pirateo). Gracias a la incuestionable fidelidad de su secretaria Pepper Potts y de su amigo el coronel Rhodes, que encubre cualquier desaguisado con el mensaje oficial (otro guiño político) de maniobras de entrenamiento, Tony Spark se compromete a proteger al mundo separando el grano de la paja, incluso en Afganistán. Ahí es ná.
Iron Man ha puesto el listón muy alto para los cómic-cine por venir.
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