Dir. Juan Antonio Bayona | 100 min. | España – México
Intérpretes:
Belén Rueda (Laura), Fernando Cayo (Carlos), Roger Príncep (Simón), Geraldine Chaplin (Aurora), Mabel Rivera (Pilar), Montserrat Carulla (Benigna), Andrés Gertrúdix (Andrés), Edgar Vivar (Balaban)
Estreno en España: 11 de octubre de 2007
Estreno en el Perú: 13 de abril de 2008
Buena parte del suspenso conseguido por el director José Antonio Bayona se relaciona con los recorridos por los diversos pasillos, habitaciones, cuevas, tumbas ocultas y otros escondrijos que los protagonistas van recorriendo o descubriendo, muchas veces en la oscuridad de la noche o iluminados con una adecuada penumbra. La banda sonora tiene un manejo eficiente del repertorio de ruidos característicos de una locación de este tipo: crujidos de la madera, puertas chirriantes, portazos automáticos, golpes diversos en pisos, techos y sótanos. El filme logra un correcto equilibrio, evitando efectos sanguinolentos y evisceraciones.
El punto más importante de esta película es que da miedo, lo cual es un requisito fundamental para una obra que se ubica dentro del género del cine de terror, y que incluso va un poco más allá, al introducir elementos innovadores. Lo paradójico es que se trata de un filme poco original, aunque revela un manejo eficaz de los recursos más apropiados del lenguaje audiovisual para este tipo de productos.
El planteamiento argumental no puede ser más típico. Una pareja de esposos retorna a la vieja casa donde antes funcionara un orfanato en el que vivió Laura, la esposa y protagonista principal. Ambos han adoptado un hijo pequeño y enfermo, a partir del cual intentarán reabrir el establecimiento. Sin embargo, este retorno no servirá para empezar un nuevo ciclo en la vida de la familia sino que, más bien, los arrastrará hacia un pasado terrible y ominoso.
El escenario es, naturalmente, la casa que nos recuerda inmediatamente a su par de The Amityville Horror, con su faro y paisaje marino adyacentes, aunque con una arquitectura distinta, más europea. Destaca sin duda la notable ambientación propia de la casa embrujada y el paisaje mayormente gris que la acompaña. Asimismo, buena parte del suspenso conseguido por el director José Antonio Bayona se relaciona con los recorridos por los diversos pasillos, habitaciones, cueva, tumbas ocultas y otros escondrijos que los protagonistas van recorriendo o descubriendo, muchas veces en la oscuridad de la noche o iluminados con una adecuada penumbra. Además, tenemos una banda sonora con un manejo eficiente de todo ese repertorio de ruidos característicos de una locación de este tipo; a saber, crujidos de la madera, puertas chirriantes, portazos automáticos, golpes diversos en pisos, techos y sótanos, etc. (creo que sólo falta el arrastre de cadenas).
La combinación eficaz de estos elementos para enmarcar presencias sobrenaturales y enfatizar el gradual descubrimiento de los hechos del pasado bastaría para calificar El orfanato como una lograda película de género; pese a que recurre a los elementos más convencionales, aunque diestramente manejados. En ese sentido, el filme mantiene un correcto equilibrio de todos estos componentes; es decir, que evita efectos sanguinolentos y evisceraciones, a pesar de algunas escenas crudas y otras cuyo impacto se logra con elementos narrativos y/o puramente audiovisuales, entre los que debemos destacar también el guión, el maquillaje y el vestuario, así como actuaciones solventes.
En cuanto a los elementos innovadores, resultan poco originales debido a que están tomados de El laberinto del fauno, la notable película del productor del filme que comentamos: Guillermo del Toro. Así, ambas obras tienen en común una fuerte relación madre–hijo pequeño, paralelismo entre la imaginación infantil (en este caso, sobrenatural) y el realismo de la vida cotidiana en la acción dramática, explicación racional de los fenómenos «paranormales» en el desenlace y un remate con una estructura parecida; no obstante algunas importantes diferencias argumentales. Una de ellas es el episodio (también adaptado) a cargo de un equipo de cazafantasmas, dentro del cual destaca la presencia de Geraldine Chaplin, en el rol de una médium.
Igualmente, es interesante la misma secuencia final que, a diferencia de tantas películas de terror, no nos deja sobresaltados, sino que más bien funciona como un bálsamo que apacigua la excitación de los sustos anteriores. Estos elementos, tomados aisladamente, no son muy originales tampoco, pero en el formato de una película de género como ésta, aportan una cierta innovación a lo que estamos acostumbrados a ver y esperar. Algunos han encontrado más similitudes, como por ejemplo con Sexto sentido o El espinazo del diablo, mientras que otros las han forzado, como quienes pretenden emparentarla con Los otros.
No voy a decir nada más sobre el desenlace, salvo que me recuerda un chiste sobre mistianos. En una ocasión hallaron el esqueleto de un niño dentro de un viejo ropero. Averiguando sobre el origen de esos huesos, se descubrió que eran los de un niño arequipeño que jugaba a las escondidas y nadie lo quiso buscar.
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