La segunda fecha de Charlas de Cine, plaza de diálogo y debate que hemos concebido Cinencuentro y el crítico Ricardo Bedoya, editor del blog Páginas del Diario de Satán, con la colaboración del Centro Cultural CAFAE-SE y nuestro amigo Jaime Luna Victoria, girará en torno de Festivales y otros espacios de exhibición, este viernes 25 de julio, a las 7:30 p.m.
Queremos reflexionar sobre el rol de los cineclubes permanentes, las muestras itinerantes, los ciclos episódicos y los festivales anuales que animan la exhibición cinematográfica. Son eventos afines que expresan el punto de vista de sus artífices, de sus organizadores, de sus promotores, de sus administradores. Encarnan su concepción del cine, su grado de interés en él, la meta que se proponen en el ámbito fílmico, el contacto con la comunidad cinematográfica. Los criterios ajenos no se importan. Sin embargo, la cinefilia, aunque haya sido siempre un placer solitario e individualista, y lo es más aún en estos tiempos de visionados domésticos y formatos diversos, no deja de necesitar de espacios y atmósferas que, además de las entidades educativas del audiovisual, la fomenten para pulir la afición o trazar un futuro profesional, en especial para los más jóvenes.
Pensemos en el Festival de Lima, pero también en lo que hacen desde hace varios años CAFAE-SE, La noche de los cortos, FENACO, Ver o No Ver, Mal de Ojo, el cineclub de la Cayetano Heredia, Documental Independiente Peruano (DIP), Centro Cultural de España, El Cinematógrafo, Festival Audiovisual Estudiantil de San Marcos, Cortos de Vista de Chiclayo, Grupo Imágenes/BCR, etc. Cada uno de acuerdo a sus procedimientos y recursos. Hay de todo. Entidades del Estado, iniciativas privadas, instituciones diplomáticas y una muy alta cuota de esfuerzo personal, a veces individual. En algunos casos trasciende la difusión y se pasa a formar nuevos cineastas. En un contexto de débil institucionalidad, se convierten en punto de encuentro fáctico y en referente, unos más que otros, para los espectadores que empiezan a buscar y los autores primerizos ávidos de mostrarse al público y/o concursar. Estos eventos, en especial cuando cuentan con suficiente presupuesto y considerable repercusión, tienen la posibilidad de convertirse, en medio de una fiebre cinéfila de maratónicas jornadas, en foco de opinión y propuesta, y, de modo más concreto, en factor de contacto entre los profesionales de una cinematografía nacional y los productores internacionales que siempre están en busca de nuevas oportunidades para ampliar sus actividades.
Precisamente, la expectativa por la duodécima edición del Festival de Lima ha generado interesantes comentarios sobre los roles y las funciones de los festivales. Ricardo Bedoya cuestionó recientemente las declaraciones de Edgar Saba, director del Festival de Lima, a la revista Caretas en las que simplifica las coordenadas fílmicas en dos categóricos y a la vez difusos polos, el cine «aristotélico» y el de «vanguardia», con una extraña mención a King Kong, como si el filme de Peter Jackson fuera un ejemplo de desperdicio expresivo del mainstream, que por supuesto no lo es. Luego, Isaac León, miembro del Comité Asesor del festival, aclaraba ciertos puntos sobre los alcances de la participación de sus miembros en la programación, ese tema que tanto han discutido los cinéfilos y el periodismo cinematográfico en general por más de una década.
Este tipo de aseveraciones y el hecho evidente de que los mayores atractivos de esta nueva edición son las recientes obras de algunos autores consagrados (los argentinos Trapero, Martel, Alonso) que, cuando estaban bisoños, no fueron seleccionados en los primeros tiempos de «Elcine», dan una idea de cuánto perfil y repercusión como certamen se puede perder por carecer de una cuota razonable de riesgo por propuestas distintas y frescas en vías de madurez. Ese olfato sí existió con la pareja uruguaya de Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella (25 watts, Whisky), disminuida por la penosa pérdida del segundo, y, ya más recientemente, con otro gaucho, Pablo Fendrik, que apenas el año pasado presentó El asaltante en la sección Opera prima -justamente la que no habrá este año-, y ahora acaba de lanzar su segundo filme en Cannes. Así, los hechos demuestran que no está mal apostar por el futuro, en vez del cortoplacismo de limitarse a un cine estandarizado y falto de matices y sorpresas.
Para hablar de estos puntos y más, los esperamos este viernes 25 en el CAFAE, a las 7:30 p.m.
Deja una respuesta