We Own the Night
Dir. James Gray | 117 min. | EEUU
Intérpretes: Joaquin Phoenix (Robert ‘Bobby’ Green), Eva Mendes (Amada Juarez), Mark Wahlberg (Capitán Joseph ‘Joe’ Grusinsky), Robert Duvall (Jefe Albert ‘Bert’ Grusinsky), Alex Veadov (Vadim Nezhinski), Dominic Colon (Freddie), Danny Hoch (Jumbo Falsetti), Oleg Taktarov (Pavel Lubyarsky), Moni Moshonov (Marat Buzhayev)
Estreno en España: 28 de marzo de 2008
Estreno en el Perú: 4 de setiembre de 2008
Dueños de la noche se centra en la institución policial, con un protagonista que va del lado oscuro al de las fuerzas del orden. James Gray apela al estilo clásico, evitando efectismos y artilugios narrativos que desvíen la atención del conflicto principal: el dilema de lealtad de Bobby, entre su familia y, de otro lado, el trabajo y su forma de vida licenciosa; obligándolo a un trágico peregrinaje personal, que será casi una expiación de sus culpas. Se apoya en un gran trabajo dramatúrgico, logrando notables desempeños actorales del energético y conflictuado Phoenix y del veterano Duvall, que dejan un poco a la zaga a sus otros colegas.
El género policial en su vertiente más clásica, la de policías y delincuentes, se combina con el melodrama familiar en Dueños de la noche de James Gray. Con sólo tres películas en su haber, el cineasta neoyorquino de origen ruso tiene una sólida e interesante filmografía con Little Odessa (1994), que le valió el León de Plata del Festival de Venecia ese año, y la excelente y negra historia de un marginal en búsqueda de su segunda oportunidad, con un aliento trágico a lo Elia Kazan en The Yards (2000). Todos sus filmes, que incluyen su firma en el guión y se pueden considerar a medio camino entre el cine independiente y de estudio, son relatos sobre seres al margen de la ley, con fuertes lazos familiares y en enfrentamientos fraticidas. En la presente cinta repite a Joaquin Phoenix y Mark Wahlberg en el reparto, invirtiendo la centralidad del protagonismo que tuvieron en The Yards.
Sin embargo, Dueños de la noche difiere de su opus precedente, porque en esta oportunidad el relato se centra en la institución policial, con un protagonista que va del lado oscuro al de las fuerzas del orden. Bobby Green (Phoenix) administra una discoteca en los años 80, situada en Brighton Beach (New York) y cuya propiedad es de un anciano ruso (Marat Buzhayev) que lo trata como un hijo. Bobby, que tiene una novia portorriqueña, Amada Juarez (Eva Mendes) guarda en secreto que su apellido paterno es Grusinsky, y que su hermano Joseph (Wahlberg) es teniente de la policía, siguiendo los pasos de su padre Burt (Robert Duvall). Ellos presionarán a Bobby, a quien consideran la oveja negra del clan, para que les dé información de Vadim Nezhinski (Alex Veadov), un importante narcotraficante ruso, sobrino del dueño de la discoteca, y que prepara un gigantesco contrabando de estupefacientes de la mayor pureza. El enfrentamiento finalmente se precipitará cuando el hermano policía decida irrumpir con sus tropas en la discoteca, lo que será sanguinariamente vengado por el mafioso y su banda.
Gray apela al estilo clásico, evitando efectismos y artilugios narrativos que desvíen la atención del conflicto principal: el dilema de lealtad de Bobby, entre su familia y, de otro lado, el trabajo y su forma de vida licenciosa, obligándolo a un trágico peregrinaje personal, que será casi una expiación de sus culpas. Es un tema de vieja estirpe en el cine, así como los personajes que se mueven y trasvasan en ambos lados de la ley (Los infiltrados de Martin Scorsese), pero que el director sabe darle una nueva vuelta de tuerca, incidiendo más en las aristas melodramáticas que en las peripecias policiales. Para ello se apoya en un gran trabajo dramatúrgico, logrando notables desempeños actorales del energético y conflictuado Phoenix y del veterano Duvall, que dejan un poco a la zaga a sus otros colegas. Otros aciertos de la cinta son la resolución de algunas escenas claves, como la infiltración en la «cocina» de Vadim, o la persecución en medio de la lluvia. Sin embargo, no todo exhibe el mismo nivel, dejando al aire vacíos e inconsistencias del guión, además de una resolución ostensiblemente maniquea, institucional (el título alude a los operativos de la policía neoyorquina en esos años) y previsible, que contradice el ánimo nihilista y desesperado que exhibía su anterior película.
En suma, Dueños de la noche es un filme estimable, que sin alcanzar la excelencia de sus anteriores obras, reafirma a Gray como un director con personalidad y estilo diferenciado en el cine norteamericano actual. Esperamos que su último trabajo, la aún no estrenada Two Lovers -otra vez con Phoenix-, reafirme esta impresión.
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