En 1970 las proyecciones cinematográficas y los espectáculos teatrales fueron interrumpidos en Arabia Saudita por motivos políticos y religiosos, a la vista de las nuevas tendencias y las rupturas de tabúes en las realizaciones de Occidente. Esto hizo que no sólo el público se aislara masivamente del cine internacional, sino que la incipiente producción local de aquel momento se paralizara también. Para comprobar hasta qué punto es el grado de convocatoria del cine basta con saber que, ante esta circunstancia, los aficionados al cine en el país árabe comenzaron a realizar peregrinajes hacia los vecinos Qatar y Baherin para poder acceder a éste. Este régimen restrictivo ha permanecido vigente desde entonces.
No extraña la expectativa que ha generado el estreno limitado de Menahi, una producción nacional. Es una comedia acerca de un beduino que intenta superar las dificultades para ingresar a la sociedad en progreso. Esta película está protagonizada por el actor Fayez al Maliki y fue realizada por la productora Rotana, propiedad del multimillonario Al Walid bin Talal, quien consiguió la autorización debido a que el gobierno se encuentra orientado cada vez más a introducir reformas en la sociedad saudí. A pesar de que la prensa no cubrió de forma importante el estreno, la película inició un peregrinaje exitoso en diversas localidades como Gedda, donde se realizaron ocho funciones diaras durante diez días y a lleno total. En la ciudad de Taif se llegó a suspender una proyección debido al exceso no previsto de público. Pese a que las reformas para estas actividades culturales y económicas son anunciadas como graduales, no sería extraño que nos enterásemos de la rápida expansión de la actividad fílmica -aún muy remota para nosotros- de este reino, inusualmente apartado hasta ahora del mapa cinematográfico. Recursos no les faltan.
(Vía La Tercera)
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