Pride and Glory
Dir. Gavin O’Connor | 130 min. | EEUU – Alemania
Intérpretes: Edward Norton (Ray Tierney), Colin Farrell (Jimmy Eagan), Jon Voight (Francis Tierney, Sr.), Noah Emmerich (Francis Tierney, Jr.), Jennifer Ehle (Abby Tierney), John Ortiz (Sandy), Frank Grillo (Eddie Carbone), Shea Whigham (Kenny Dugan), Lake Bell (Megan Egan)
Estreno en Perú: 06 de noviembre de 2008
Estreno en España: 02 de enero de 2009
Desde mi punto de vista, Cuestión de honor (título adjudicado en castellano, tan vulgar como invisible, del, a su vez poco vistoso, Pride and Glory) de Gavin O´Connor supone un refresco mental ante la avalancha de guiones referentes a la década de los años 20 y 30, en algunos caso sumamente facilones, y exceso de mundos mágicos y pardieces juveniles, tal vez siguiendo las directrices de productoras lineales que están ablandado en demasía la percepción del espectador medio.
La gran manzana podrida
“Si a un niño le preguntan si de mayor quiere ser policía o ladrón, la respuesta debería ser: ¿Cuál es la diferencia?”, nos decía el genial Martín Scorsese en boca de un cardenal mafioso-irlandés (Jack Nicholson) en Infiltrados, 2006. Pues bien, con no ciertos escrúpulos, prejuicios y excusas en el retraso de su estreno USA, llega a nuestras pantallas una cinta cargada de matices diferenciales dentro de un tema que a priori pueda parecer muy televisivo, y demasiado revisado, la corrupción encubierta en el NYPD (Departamento de Policía de Nueva York). Desde mi punto de vista, Cuestión de honor (título adjudicado en castellano, tan vulgar como invisible, del, a su vez poco vistoso, Pride and Glory) de Gavin O´Connor supone un refresco mental ante la avalancha de guiones referentes a la década de los años 20 y 30, en algunos caso sumamente facilones, y exceso de mundos mágicos y pardieces juveniles, tal vez siguiendo las directrices de productoras lineales que están ablandado en demasía la percepción del espectador medio.
Cuestión de honor se alinea en el común discurso de las recientes Dueños de la calle, (David Ayer, 2008); más aún con La noche es nuestra, (James Gray, 2007), por su similitud en los lazos familiares; la comentada Infiltrados, o más lejanas en el tiempo, Training Day (Antoine Fuqua, 2001); o Asuntos sucios (Mike Figgis, 1990), así como gran parte de la filmografía de Clint Eastwood en la que el admirado y galardonado realizador ha mostrado los mil pedazos en que se resquebraja el espejo fuertemente corporativo en el que se miran los funcionarios que deberían proteger y hacer cumplir la ley. Casi todos ejemplos que me han venido a la mente a voz y pronto y que tienen en común un contrato que cumple la misión de unión fortalecedora, como también ocurre en las mafias, la familia, que resguarda a cal y canto tanto sus alegrías como sus miserias. Y éstas últimas pueden ser bien grandes.
Ante mi sorpresa, por la poca deferencia pública que se le ha concedido a este estreno, –ya lo comentó uno de sus magníficos interpretes, Edward Norton en The New Yorker, (Febrero 2008) al afirmar que en el film de O´Connor se cuestionan asuntos nada condescendientes con el Departamento, lo que hace al film y su estreno víctimas de un tiempo post 11S– me he encontrado ante un sólido, bien construido y potente drama policial urbano dirigido por el cineasta irlandés, si bien no está libre de algún que otro altibajo hacia el final de la historia, en la que se cosen algunos agujeros con puntadas que rompen el ritmo de intensidad adquirido, un ejemplo lo constituye la absurda pelea en el bar.
O´Connor, que además ha confeccionado el guión junto a Joe Carnahan, se muestra moralmente provocador, y ambiguo, incómodo y desasosegante. Indaga con innumerables matices morales en los métodos policiales y en los, aún vigentes, métodos mafiosos de muchos agentes, que se ceban y sacan provecho de la delincuencia y barrios marginales, esta vez de carácter más latino que nunca, lo que proporciona una visión del cambio sociológico de la gran urbe norteamericana.
Y un lujo resulta su plantel de actores que sacan lo mejor de sí mismos, así como un estilo estético de factura más que decente. O´Connor trabaja un material caliente: la frontera que separa al criminal del policía es, desgraciadamente, en más casos de los que se cree, inexistente. Edward Norton tiene la habilidad de mostrar en su investigador su habitual antiherocismo tan real, y configura un personaje complejo, encargado de investigar, muy a su pesar, un caso delicado, una trampa en la que han muerto cuatro de sus compañeros policías. Nada sería tan moralmente complejo si no fuera porque el oficio y la familia se cuecen en el mismo caldo, padre policía, hermano policía, cuñado policía, y la corrupción más violentamente desbocada se infiltra también en los muros bien cimentados de esta familia feliz. Jon Voight, Colin Farrell, Noah Emmerich, y Jennifer Ehle completan un reparto brillante, apoyado por secundarios estupendos, orquestando un cuadro de caracteres creíbles. No se escapan los tópicos del género, pero creo sinceramente que la lucha y la oscura supervivencia de lo marginal en las calles de estas grandes urbes reavivan, lamentablemente, los tópicos continuamente.
Interesante filme.
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