Dir. Julio Hernández Cordón | 75 min. | Guatemala
Intérpretes: Carlos Dardon (Raymundo), Francisco Jacome (Gerardo), Gabriel Armas (Nano), Jose Andres Chamier, Josué Sotomayor, Patricia Orantes, Davers Gludiel, Edgar Lalel
Estreno en el Festival: 11 de agosto de 2009
La película tiene un estilo minimalista, basado en imágenes fijas, generalmente planos generales, grupales y enteros; y sólo hacia el final primeros planos, para que veamos bien los rostros de los tres jóvenes protagonistas. Está ambientada en lo que podría ser un condominio en los suburbios, con pistas modernas y casas algo alejadas unas de otras; y transcurre mayormente de noche. Son lo que en sociología llaman un «grupo de pares», que no llegan a ser una pandilla, pero que viven en una etapa liminal; es decir, de tránsito hacia la juventud (son muchachos de 14 a 17 años). Sin embargo, en cada situación planteada –incluyendo las irónicas– hay hechos o alusiones a la violencia física y la muerte; así como una tendencia piromaniaca (con la gasolina) premonitoria.
Esta película da la impresión de que la adolescencia es una de las etapas más perras de la vida, es una de las obras más interesantes presentadas en el Festival de Cine de Lima y llamó la atención por tratarse de un filme de muy bajo costo, realizado por un director que aún no había terminado sus estudios de cine.
La película tiene un estilo minimalista, basado en imágenes fijas, generalmente planos generales, grupales y enteros; y sólo hacia el final primeros planos, para que veamos bien los rostros de los tres jóvenes protagonistas. Está ambientada en lo que podría ser un condominio en los suburbios, con pistas modernas y casas algo alejadas unas de otras; y transcurre mayormente de noche. Por tanto, es un paisaje un poco desnudo y oscuro; todo lo cual ofrece una sensación de distanciamiento, que constituye la clave estética e ideológica del filme. Distanciamiento emocional de la película hacia el público; y distanciamiento de los protagonistas adolescentes con respecto a sus familias y entorno social.
Es en este marco que de desarrolla la vida nocturna de tres amigos adolescentes, quienes se dedican a robar gasolina para movilizarse en carros y hacer pequeñas palomilladas en el barrio. Son lo que en sociología llaman un «grupo de pares», que no llegan a ser una pandilla, pero que viven en una etapa liminal; es decir, de tránsito hacia la juventud (son muchachos de 14 a 17 años). Sin embargo, en cada situación planteada –incluyendo las irónicas– hay hechos o alusiones a la violencia física y la muerte; así como una tendencia piromaniaca (con la gasolina) premonitoria.
El filme transcurre desde el atardecer hasta el amanecer del día siguiente y sus episodios registran con objetividad el vagabundeo de estos jóvenes. Las pocas interacciones con sus padres y adultos son conflictivas; salvo con una tía que intenta ayudar a «autodefenderse» a uno de los protagonistas. Esto indica la autonomía del grupo y su relativo desarraigo; relativo, ya que reproduce sutilmente –al interior del grupo– elementos de la violencia urbana que caracteriza a la sociedad guatemalteca. Durante buena parte de la cinta pareciera no ocurrir nada, pero en la penúltima secuencia, un hecho terrible termina por evidenciar lo que antes eran meras insinuaciones de contexto social.
La secuencia final resulta devastadora en su enjuiciamiento a una juventud conducida hacia la violencia y sin remordimientos; excluyente e insensible con respecto a otras colectividades locales. Mucho me temo que esta mezcla de radicalismo gratuito y carencia de perspectivas es una de las características de la juventud y la sociedad posmoderna; tolerante, violenta, irónica y conservadora. El director Julio Hernández lo grafica con gran economía de medios en esta importante opera prima; lastrada, sin embargo, por algunas fallas técnicas de audio e imagen.
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