Gustavo Gorriti, en su recientemente publicado libro «Petroaudios», revela la fuente de financiamiento del documental ¡Libérenlos ya!, de Judith Vélez, presentado hace unas semanas en el Festival de Lima, y en Canal N. (El énfasis es mío):
En el 2008, Pablo O’Brien y la cineasta Judith Vélez trabajaron conjuntamente en ¡Libérenlos ya!, un documental sobre la presencia de las FARC en otras naciones latinoamericanas [..] El guión estuvo a cargo de O’Brien, y la cinematografía, de Vélez. En cuanto a los fondos, personas estrechamente vinculadas con la realización del documental indicaron que la película fue pagada por el gobierno colombiano, más específicamente por el Ministerio de Defensa a través de una pequeña ONG llamada Comité contra la Violencia en el Putumayo, por medio de una oficina en Lima. [Es] una pequeña ONG ubicada en El Estrecho. Su representante, Luis Meder Cárdenas, vive ahí y realiza trabajo social. Contactado por teléfono, Meder -quien al comienzo no recordaba nada- logró convocar una vaga idea sobre la realización del documental que, según dijo, «tengo entendido que colombianos han apoyado al documental». Afirmó que su ONG no tiene recursos económicos ni los maneja; que no tiene oficina en Lima y que él no ha viajado a la capital.
Según indicó Meder, la persona que, entre otras cosas, organizó la documentación de su ONG en Lima es un abogado, Óscar Chiri. Contactado en Lima, Chiri afirmó que fue una companía, Inversiones Transandinas, la que financió el documental a favor del Comité contra la Violencia en el Putumayo. Chiri admitió también haber participado en la redacción de contratos vinculados con la realización del documental.
La empresa Inversiones Transandinas S.A.C. tiene como gerente general a Liliana Munayco, y registra como dirección la de jirón Moquegua 336, dpto. 404. Se trata de una oficina deshabitada en la que nunca residió dicha empresa.
Liliana Munayco vive en Chincha. Entrevistada por teléfono, Munayco dijo que el documental se habia financiado «con capitales extranjeros, de empresarios colombianos» cuyos nombres no tenía. Afirmó haber sido contratada solo para gerenciar el documental, pero dijo no conocer ni a Judith Vélez ni a Pablo O’Brien. Repitió varias veces que quien podía absolver las preguntas era Óscar Chiri, puesto que ella «para en Chincha» y solo viaja a Lima ocasionalmente.
Una ONG remota y pequeñísima, una empresa de fachada con una gerente de conveniencia que remite, igual que la ONG, a un abogado huidizo: esa es la fuente declarada de los fondos para la realización del documental. Es la típica, aunque torpemente realizada, maniobra de enmascaramiento de los financiadores reales de la película. ¿Para qué ocultarse si el tema y el propósito del documental son humanitarios?
(Págs. 110-113)
Huelga decir que recomiendo leer el libro «Petroaudios». A 25 soles en su librería y supermercado favorito.
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